La indiferencia es una gran enemiga

Seres humanos deambulan con hambre, pero abundan, e incluso se botan alimentos con el propósito de elevar precios y así abultar las arcas de los poderosos.

Surgen nuevos medicamentos para aliviar o erradicar enfermedades, pero los precios resultan inaccesibles para los pobres.

Cada año se degradan la flora y la fauna, mientras en la misma proporción aparecen, desde drones cuyo objetivo supremo es matar, hasta virus para inocular cáncer y otras enfermedades a figuras predeterminadas.

Enormes y refrigerados salones albergan frecuentemente a presidentes, políticos, científicos, representantes de muy diversas ONGs, y otros, con el propósito de debatir y buscar soluciones para erradicar, en determinados plazos, problemas cruciales; pero al mismo tiempo, se cometen a diario verdaderos genocidios por parte de grandes potencias, en nombre de la democracia y los derechos humanos.

Hoy, como nunca antes, se produce una especie de carrera loca de los poderosos por aumentar la maldad y la injusticia. Se ha conocido recientemente, a través de cables diplomáticos estadounidenses publicados por WikiLeaks, que el Departamento de Estado ha protegido durante años los intereses de la tristemente célebre Monsanto, empresa polémica dedicada a la biotecnología, que promueve productos modificados genéticamente en el mercado internacional.

Siguiendo el cuerpo de la información divulgada por Granma, nos enteramos que el denominado grupo Food & Water Watch ha publicado un informe mostrando cómo el gobierno federal colabora con empresas de este tipo dedicadas a productos modificados genéticamente y que, como se conoce, se ha demostrado cuán dañinos son para la salud humana. La propia directora ejecutiva del citado grupo ha manifestado que: «el Departamento de Estado está vendiendo semillas en lugar de democracia»; y la democracia, digo yo, ya sabemos cómo la vende, a base de bombas.

Al ver imágenes dantescas de familias enteras huyendo del hambre y la metralla nos parece que vemos una película de horror y, sin embargo, es tan cierto como la luz del día. ¡Y que a estas alturas nadie se atreva a buscar quién es el culpable!, porque es demasiado obvio: es el sistema imperial con sus recetas de más para los ricos y cada día menos para los pobres. Si el gran conglomerado de los desposeídos no lucha contra tanta injusticia y crueldad, continuaremos apreciando a los olvidados de siempre carentes de lo elemental para la vida o, en todo caso, y como gesto de inaudito cinismo, se les brindará, bajo condiciones de dádiva, algún que otro alimento genéticamente modificado, aunque se les deteriore su ya resquebrajada salud y, además, no comprendan por qué.

Al respecto, me permito citar unas sabias palabras pronunciadas por Fidel Castro en la Cumbre Mundial de la Alimentación, en Roma, el 16 de Noviembre de 1996: Reine la verdad y no la hipocresía y la mentira. Hagamos conciencia de que en este mundo debe cesar el hegemonismo, la arrogancia, y el egoísmo. Las campanas que doblan hoy por los que mueren de hambre cada día, doblarán mañana por la humanidad entera si no quiso, no supo o no pudo ser suficientemente sabia para salvarse a sí misma.

Por eso repito, una vez más, que la indiferencia es una gran enemiga.

Autor