Las elecciones de Estados Unidos, todo un show

En ese país el show electorero tiene características muy singulares, a saber:  en todos los Estados se vota, es verdad, pero sólo dos o tres son los que deciden el triunfo de un aspirante a la presidencia;  los candidatos no son designados por el pueblo estadounidense, si no por los correspondientes partidos tradicionales, es decir, republicano y demócrata; es imprescindible que los elegidos por su Partido posean muchos millones aunque sean ignorantes (remember Bush),  como garantía para  salvaguardar el sacrosanto sistema que produce progreso y bienestar; no es posible aceptar a un candidato ni siquiera de clase media, aunque éste cuente con gran capacidad y prestigio personal, ya que puede tratarse de un comunista ¡cuidado!

Pero hay más. Veamos: En la fase propagandística se autoriza  hacer  gala de  libertad de expresión, aunque tal libertad se lleve a límites insospechados, como puede ser asegurar la existencia de determinados trapitos sucios del oponente, su adicción a las drogas, el abuso sexual que cometió contra su secretaria, la agresividad que muestra  contra los perros (aunque usted no lo crea los canes juegan un papel muy importante en todo este entramado) y en fin…cualquier otra cosa es válida, siempre que denigre al adversario.

En tal fase publicitaria hay que incluir las llamadas plataformas de gobierno, en las que se hacen promesas que, a posteriori, no siempre se cumplen, mediante sendos discursos que tienen en cuenta las características del Estado de que se trate, siempre para quedar bien con éstos (si es en Florida, por ejemplo, las promesas son para ganar el voto de los elementos más recalcitrantes enemigos de Cuba).

Por otra parte, en un derroche de “altruismo y desinterés”, grandes jerarcas de poderosas transnacionales aportan muchos millones de dólares al partido de su preferencia, sin pedir nada a cambio, solo por excepción, algunos favores para no pagar tantos impuestos abusivos.

En definitiva, todo lo anterior y mucho más, se convierte en una carrera desenfrenada por la conquista del poder, no importa el costo ni a costa de qué; es la lógica perversa  de un sistema insoportable e insostenible.

Los  procesos  de elecciones en Estados Unidos y otros muchos males de esa sociedad, son como monstruos paridos por un sistema que, en definitiva, constituye un bochorno de nuestra humanidad.  No importan los graves problemas de desempleo que afrontan, ni los millones de pobres en el país más rico del mundo, ni el creciente número de marginados, ni los altos índices de delincuencia, racismo, drogadicción, suicidios, asesinatos. Lo importante es salvaguardar al mismo sistema que impone guerras sucias, que mata a cientos de infelices con la metralla de sus drones, que se proclama ante el mundo gendarme de las naciones, con derecho soberano a decidir sobre ellas y, además, -como dijo Bush-ordenado por Dios, ¡que vergüenza y que insulto para los creyentes de este mundo!

En días recientes viendo una película por nuestra televisión, pude constatar a través de un simple diálogo, la real naturaleza del Imperio. Me explico: Dos personajes conversan con un lenguaje un tanto subido de tono. Uno es la candidata a vicepresidenta de la nación (personaje de Sara Pallin)  y el otro es un hombre que dirige la  campaña de ésta y, por supuesto, gana muchos millones. En un momento ella, muy molesta con la prensa,  le dice a su interlocutor, “es que están acabando con mi reputación”, a lo que  él  le responde: “lo que no quisiera es que acabaran con su posibilidad de ser presidenta de los Estados Unidos”. No digo más, por respeto a la inteligencia de mis lectores.

¡Que maravilla si los sueños de Martin Luther King expresados en su histórico discurso “ I have a dream”  y John Lennon con su obra musical “Imagine” se cumplieran! Y yo también quisiera soñar, claro, salvando las distancias. Veo a un presidente de Estados Unidos, que en la cima de una montaña,  le pide perdón, en nombre de su pueblo, a toda la humanidad.

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