Tres mil, bombas atómicas y bloqueo

No hace mucho leí en un blog que su autor aprobaba el lanzamiento de las bombas atómicas sobre las indefensas ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Esta afirmación me dio vergüenza humana. Desde este otro blog yo digo que ese acto es una de las mayores vergüenzas de la Historia. Al otro le parecieron buenas esas bombas porque Japón se rindió enseguida y se evitaron muertes en las islitas del Pacífico, donde los marines tenían que pelear duro para sacar a sus adversarios de las cuevas. Pero si lo que querían era persuadir a Japón, ¿por qué no lanzaron esos horrores en el horizonte, para que los vieran desde lejos y se aconsejaran? No. Prefirieron acabar con 140 mil seres humanos de un sólo golpe, para que el mundo viera lo temibles que eran. Y, por si quedaba alguna duda, unos días después le hicieron lo mismo a otros 70 mil.

210, 000 muertes persuasivas, sin contar los miles que las radiaciones se han ido cargando hasta nuestros días.

El bloqueo a Cuba es otra medida persuasiva, otra guerra, en este caso económica. Medio siglo de intimidación, presiones y chantajes. No sólo a Cuba, también a otros países para que nos aprieten. Y todavía hay quienes dicen que el bloque no existe, porque Estados Unidos es nuestro tercer socio comercial. Al gobierno de los Estados Unidos le conviene que los productores de granos sureños le vendan a Cuba. Los mismos productores han peleado su derecho a vendernos y el gobierno ha tenido que ir cediendo (y de paso se hacen los buenos). La verdad es que somos su mercado idóneo, les quedamos al lado, mínimos gastos en transporte y, para colmo, se les paga en efectivo, con maletas llenas de millones de dólares, como exige la Casa Blanca, sin concedernos ni un grano de maíz de crédito. ¿Quién se atreve a decir que eso no es justo? ¿Quién dice que Cuba está bloqueada?

Hay que querer mucho a la metrópoli y muy poco a la dignidad de su propio país, para afirmar públicamente que como ese intercambio desesperado existe, no existe el bloqueo.

Queridos amigos, no busquen más paternidades: sólo son hijos de Narciso López.

Autor