Programas y programación: una relación sistémica

¿Por qué relación sistémica? Para intentar una respuesta a la interrogante, consideremos al SISTEMA como un conjunto de elementos que guardan una relación entre ellos. Es una relación íntegra. La mayor ventaja del programa y la programación como sistema radica en dos factores: 

– No es necesaria la abstracción para analizar sus partes
– Cualquiera de las partes puede ser eliminada o sustituida del conjunto, sin que por ello se destruya – necesariamente – el sistema como tal.

La parte o elemento eliminada puede sustituirse por otro, no necesariamente similar a él, aunque sí requiere que por su esencialidad responda a la naturaleza del sistema al cual se incorpora.  

La programación en la radio constituye un sistema donde todos sus elementos (los programas) entran en una función simbiótica independientemente de las particularidades que los identifican. La programación en la radio no puede ser analizada al margen de los programas vistos en su conjunto, objetivos y funciones. 

Antes de comentar más al respecto, debemos definir los conceptos de PROGRAMA y PROGRAMACIÓN. 

Según el estudioso búlgaro Mijail Minkov(1) el término PROGRAMA RADIOFÓNICO posee dos connotaciones diferentes:

Emisión radiofónica compuesta de diversos elementos, tales como texto, grabaciones, música, etc.
Una serie de tales emisiones, organizada de acuerdo con ciertas reglas y que cubra un determinado espacio – una jornada de una semana, un mes , o sea, el modelo o estructura de las emisiones de una determinada estación de radio por un determinado tiempo.

Minkov se refiere a que,  en “términos generales, la programación es todo lo que abarca el proceso de definición de la política de una estación de radio, la planificación de sus emisiones y la producción de las mismas”.  

Considera, además, que el “programa radiofónico es una forma y un medio de comunicación intelectual y emocional… trazar un programa radiofónico es una labor importante y cargada de responsabilidades por el éxito de la emisora”. 

Por su parte, los españoles José Javier Muñoz y César Gil(2), al referirse al concepto de PROGRAMACIÓN RADIOFÓNICA, expresan que “es la previsión de los programas que van a ser emitidos durante un tiempo determinado a través de una emisora de radio”.  

En la mencionada obra se cita el concepto de PROGRAMA RADIOFÓNICO como “el conjunto de contenidos sometidos a una unidad de tratamiento, estructura y tiempo para ser difundidos por radio y que se integran en la programación global”. 

El análisis se hace más complicado porque, además de la relación sistémica entre programas y programación, cada programa –para serlo realmente– necesita una relación igualmente sistémica entre los elementos que conforman su estructura. Carecer de esos engranajes que le adjudican coherencia equivale a que nos hallemos ante un producto de naturaleza difusa y caótica.  

Los aspectos antes expresados constituyen el punto de partida para estructurar la programación de cualquier radioemisora. En muchas de ellas, por su naturaleza (monotemáticas, de Pop, Rock, Tradicionales, Noticiosas, etc.) el proceso de estructuración de la programación sería relativamente más fácil; no así cuando se trata de las llamadas radios de servicio público que deben contener un abanico de programas cuyos contenidos son tan diversos como los destinatarios a los cuales se dirigen.  

Cada estación de radio necesita conocer, ante todo, cuál es mayoritariamente el público al que se destinan sus espacios. Es de cardinal importancia el conocimiento del entorno socio-económico-cultural de su audiencia. A partir de esa herramienta, el otro paso reside en el conocimiento de los grupos y subgrupos poblacionales con intereses específicos, tomando en cuenta su proporción dentro del conjunto poblacional.  

Resulta evidente la necesidad de un previo estudio de la audiencia potencial y, a partir de entonces, comenzar la elaboración del superobjetivo y los objetivos de la programación como sistema.  

Un paso ulterior sería la recepción de propuestas de programas – previa divulgación de los resultados del estudio entre los realizadores – para que se conciban ideas claras y objetivas en correspondencia con la audiencia. A ello sigue el análisis de la estructura de cada programa que, sin perder lo original y auténtico que reclama su destinatario, se dote de la unicidad capaz de insertarlo armónicamente en el conglomerado general de programas.  

El peligro mayor que puede presentar una programación radiofónica es el efecto de disonancia. Es cuando los programas se van de tono, ritmo, esencia y, finalmente, ajenos a la esencia general de la programación. Para esto sugiero el siguiente ejemplo: ¿Cómo se escucharía “Visión” de Radio Rebelde si se transmitiera por Radio Progreso, mientras que “Juventud 2000”, que es de Progreso, saliera al aire por Radio Rebelde? Obviamente, cada espacio sería extraído del contexto general para el cual están concebidos. 

El anterior ejemplo intenta ilustrarse mediante dos excelentes espacios juveniles de dos radioemisoras emblemáticas de la Radio Cubana, ejemplares por gozar de calidad elevada desde todos los puntos de vista, ¡y de una armonía sistémica entre sus programas y la programación! 

Los nuevos creadores de la radio que van surgiendo deben canalizar su ímpetu creador en consonancia con la radioemisora donde elaboran sus productos artísticos. Debe erradicarse la tentación de dejarse llevar por un afán protagónico individual que, más allá de oírse como “sensacional”, puede hacer que su espacio “suene” como nota discordante en medio del contexto general. ¿Se imaginan una compañía donde todos sus soldados comiencen la marcha con el pie izquierdo y de traje amarillo, excepto uno sólo que comienza a marchar con el pie derecho y uniformado de blanco? 

La correspondencia sistémica entre programas y programación no es sólo tarea de los creadores; mucho más, constituye una responsabilidad de todos los directivos de cualquier emisora.  

En el camino hacia esta relación sistémica debemos cuidar, igualmente, la estructura interna de cada programa. Sus partes -¡todas!- requieren una interconexión donde unas y otras se complementen. Al integrarse cada unidad radial como un todo en sí misma, corresponde valorar si esos elementos que la constituyen se corresponden, si no formal, internamente, en su esencialidad, con todos y cada uno de los programas de la radioemisora. 

Nos quedaría entonces la división del sistema en subsistemas; esto sería la ubicación dentro de horarios (tira de la mañana, tarde, noche, madrugada, fin de semana) de cada conjunto de programas de acuerdo a sus contenidos, tono, ritmo y destinatario. Puede – y es casi seguro – que la programación matutina difiera en muchos aspectos esenciales de la que se trasmite en la tarde. Eso no contradice lo antes enunciado, ya que la diversidad en su más correcta concepción es, por sí, el punto de unión de elementos aparentemente disímiles. Buscar nexos comunes a partir de las diferencias: ahí radica la sabiduría.  

Imaginemos el cuerpo humano: cabeza, tronco y extremidades. Todos nuestros órganos son diferentes. El cerebro es nuestro órgano pensante. Suponga que realizo una labor cotidiana eminentemente intelectual. Entonces, ¿para qué me hacen falta el estómago, los riñones o los pulmones? Ninguno de esos tres órganos piensa. Pero, ¿puede sobrevivir el cerebro sin uno sólo de ellos?  

Otra analogía pudiera establecerse en el complicado mecanismo de un reloj: su función es marcar el tiempo, pero ninguna de las piezas que engranan en su mecanismo es idéntica a la otra. Las manecillas por sí mismas, aisladas, nada pueden hacer. 

Invito a reflexionar sobre todo esto por su importancia para elevar los niveles cualitativos del producto radial. Admitir la diversidad y la correspondencia armónica que sustente a cada espacio como ente único y original, a la vez en estrecha interdependencia con los demás.

Notas

(1) Radioperiodismo. Mijail Minkov – Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1988.

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