Acercamiento al guión radial dramatizado

Romper el hielo, escribir las primeras palabras orgánicas, dar inicio a la historia por contar y hacerlo bien, directo y elegante, navegando seguro en la imaginación de los que saben el valor de una buena palabra escrita, de un giro idiomático que puede salir del texto volando por los aires. El arte de escribir es absolutamente bien difícil si a él no se suman factores de variado orden.

Esa expresión que tanto se oye en cualquier parte y por infinidad de propósitos y que advierte se nace escritor, poeta, pintor, actor, ingeniero, científico, matemático de altas complejidades, etc., sería, a no dudarlo, uno de los factores decisivos a lo que pudiera agregarse el dominio de la técnica para ejecutar ese don  que nadie sabe, a ciencia cierta, quién lo otorgó (en papeles o en el enmarañado mundo espiritual que se pierde en genes de generaciones distantes o no). Es decir, el don y la técnica.

En el mundo de la Radio en Cuba han existido y existen y continuará  el verbo hacia el futuro excelentes escritores del dramatizado que tanta audiencia arrastra desde los iniciales culebrones (aceptemos el término) hasta guiones más desenfadados y audaces para contar las historias. Y he ahí un punto a tener en cuenta: una historia….O dicho con el nombre de un programa que Radio Rebelde mantuvo en el aire en la década de los 70 del siglo XX: En el principio fue, (referido a una historia, claro) excelente programa que realizaban dos voces imprescindibles de la Radio cubana. Ana Margarita Gil y Héctor Fraga, y que contaba (debo decirlo) con libretos que yo escribía con absoluto afán de conocimientos, pues se trataba de acercarnos al inicio de inventos decisivos para el desarrollo práctico de la vida humana, grandes obras literarias…y todo aquello que estuviera signado por la primera vez (valga el inicio de una historia).

Pues bien, amigas y amigos lectores, las historias tienen una primera página, como la página en blanco de la cual hablábamos.  Una historia a la que hay que agregarle en el guión del dramatizado radial un conflicto central que podamos desarrollar, en su ir y venir, entre situaciones epocales y personajes, en acciones que, a su vez, marquen giros indispensables que permitan moverse de principio a fin  consolidando permanentemente el interés del oyente  en ese quedarse enganchado hasta el siguiente capítulo. Lo anterior debe estar ajustado a un tiempo con matices coherentes que no confundan la atención del radioescucha.

Por otra parte, cuando escuchamos (que no es lo mismo que escuchar) una novela radial histórica o no, una aventura, un cuento, una obra de teatro, un testimonio o una propuesta policial, se impone, como regla indudable del juego, la consolidación de personajes creíbles y que marquen una distancia entre los otros. La diferencia y profundidad en la concepción de cada personaje nutre y dimensiona el guión del dramatizado radial lo que permite una mejor organicidad en el desarrollo de la historia misma. Personajes creíbles son los auténticos, como la vida misma.

Detengámonos para recapitular lo expuesto: una historia, un conflicto central, acciones que muevan en giros ascendentes el desarrollo de la historia en su posible ir y venir, coherencia en el tratamiento del tiempo y en la consideración dramatúrgica de la propuesta atando al oyente a ella, ofreciéndonos personajes absolutamente creíbles (bien diseñados física y sicológicamente), diferenciados entre sí y resolviéndolos con dominio literario y escénico.

Entonces ¿qué faltaría?.

Un buen dramatizado tiene que mantener eso que se conoce como la curva de interés y ese necesario misterio que puede proporcionar el suspense cuando se maneja con inteligencia a profundidad  y desarrollando sus múltiples dimensiones. Y por ese camino se llega a lo que en la Radio dramatizada adquiere una connotación de máximo interés: un lenguaje asequible al oyente, decir lo exacto con la imaginación más adecuada a lo que se está contando. A veces, muchas palabras confunden por lo reiterativo de sus expresiones y por la forma de combinarlas en un mismo párrafo o bocadillo, sea en el personaje mismo o en el clásico narrador, que, por cierto, ha evolucionado sensiblemente en estas décadas transcurridas de historia radial en nuestro país, haciendo obsoleto aquel narrador  que repetía, una y otra vez, lo que ya se sabía hasta el agotamiento.

Ahora recuerdo como en una clase de dramaturgia radial explicaba, a mis alumnos, lo siguiente  sobre este asunto. Si usted pone en boca de un personaje un bocadillo que diga «Estoy desfallecido·, no debe interrumpir la acción que se escucha agregando en voz del narrador algo así como Estaba desfallecido, por supuesto, siempre y cuando el escritor no esté desarrollando un narrador personaje que reitere lo que dice un personaje determinado en una escena para provocar un diálogo o descripción que insista en lo mismo en búsqueda de elementos novedosos en el diseño del dramatizado radial. La audacia dramatúrgica bien utilizada puede emplearse cuando se domina. En algunas de mis novelas escritas para la Radio desarrollé el narrador-personaje lo que me dio posibilidades inagotables en el desarrollo de la historia misma. Lo mismo han hecho con éxito otros importantes escritores de nuestro medio que le han dado brillo a páginas sonoras inolvidables.

El tema que tratamos tiene, y no se pudiera afirmar lo contrario, otras importantes aristas que nutren la realización artística del dramatizado en si mismo. Lo anterior se ejemplifica con tópicos que irían  desde el reparto de la puesta en escena hasta la asesoría y la dirección general sin obviar la ambientación sonora bien difícil cuando se trata de alcanzar la calidad del producto final a que se debe aspirar, como respeto máximo, a quien nos escucha día a día.

Cuando se habla de la selección de un Reparto que se responsabilice con encarnar los personajes de cualquier novela de Radio  se debe tener en cuenta una variedad de factores que nos acuñen de antemano el éxito del proyecto. Lo primero es designar actores capaces de encarnar la psicología de los personajes, modular su psicología ante el micrófono, junto a un timbre de voz que dignifique, sin que ello suponga ir contra la verdad histórica (sobre todo en la programación donde se alude a pasajes de la vida de personajes históricos  en cualquier país y época). Los personajes históricos se deben interpretar como fueron, si es posible, en el diseño de una voz que los recree. Por supuesto, pudiera darse el caso de un personaje de ésta importancia con reconocidos defectos al hablar (gagos, por ejemplo), que debe  ser considerado en su verdadera dimensión.

El guión radial dramatizado en la radio cubana

Lo anterior pasa, en primera instancia, por el asesor(a) quien, a profundidad,  debe considerar el proyecto, capítulo a capítulo, desde un gran número de aspectos que incluyen reflejo de época, la construcción de personajes no estáticos,  idioma, dramaturgia, el desarrollo de la historia a través de conflictos que transiten por el inicio, el nudo y el desenlace, manteniendo una curva de interés con asentamientos sólidos.

Por último, el proyecto estará en manos del director, el máximo responsable artístico de lo que ocurra con el guión dramatizado en sus múltiples géneros. Y por supuesto, un buen director, desde la selección del reparto hasta la transmisión completa del producto radiofónico, es quien conduce la gran orquesta con su varita mágica, léase maestría artística que va desde una lectura inicial  a fondo de la obra radial hasta un buen trabajo de mesa diario que concluye cuando el oyente sintoniza el espacio para entregarse a la historia de que se trate, caminando por esa cuerda floja y bien complicada que significa tener en cuenta el tiempo de cada capítulo, el desvelo porque las actuaciones sean rigurosas y que dejen huellas en la memoria radial y la ambientación sonora que atienda debidamente a épocas y circunstancias ambientales en que se desarrollen los personajes (efectos y musicalización).

Aprecie los lectores las complejidades que rodean a todo guión de dramatizado que da inicio en la página en blanco del escritor. Es un edificio que comienza su construcción tras la conveniente e insoslayable etapa de investigación que el autor de la obra debe hacer con toda rigurosidad. Volvemos a la idea inicial: don y técnica.

Tampoco lo hemos comentado todo. Hay más tela para la tijera. Sólo se trata de un intento que ayude a sacudir el polvo del camino que para un alérgico resulta bien difícil. La dramatización radial  es arte. Y el arte requiere la maestría (don y técnica) de un intento audaz, también capítulo a capítulo. Por suerte para Cuba el dramatizado radial avanza y se profundiza por nuevos caminos respetando sus esencias vigorosas. Eso se conoce bien en Cuba y en el área latinoamericana que siempre advirtió los primeros destellos desde nuestro archipiélago caribeño y esencial  con el sello de un paradigma para siempre.

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