Bajo el ala de un sombrero azul

Tal vez no me equivoque si defino buena parte de lo que aquí se consigue como: “hacer posible lo que parece improbable en la tanta belleza de su improbabilidad”. Pero dejemos a un lado ese filosofar que, aunque saludable resulta a cada instante, no ocupa necesariamente el propósito de lo que pretendo comunicarles.

El objetivo es que muchas personas, más allá del alcance de nuestras ondas radiales, sepan que un colectivo pequeño y muy unido en torno a su guionista y directora cada tarde ponen a soñar a muchísima gente con un simpático y elocuente “sombrero azul”. Resulta que “el sombrerito”, como se refiere a él Ernestico, personaje coprotagónico, conversa animadamente con él y le hace cuentos viejos y nuevos, bajo el denominador de “buenos”, porque son en su contenido enriquecedores desde la amenidad y el contenido que pone en acción lo mejor que cada uno de nosotros tiene dentro de sí.

¿Un sombrero hablando? ¡Sí, eso mismo! Y cuando empieza no tiene para cuando acabar, sólo que Ernestico se mantiene ensimismado, lo mismo que miles de niños y niñas, para escuchar sus narraciones, consejos, y ¡hasta para oírlo cantar!

Ese sombrero “azul” nació hace unos cuantos años en un lugarcito pinareño, en Luís Lazo, para de allí, trayendo consigo la fragancia de la Sierra de los Órganos y el Valle de Viñales, llegarse hasta Cienfuegos y aspirar las fragancias complejas de sus cañas y del mar. Nada menos que un espantapájaros, entonces un palo con un viejo sombrero encima, que el abuelo de Maité Hernández Páez había puesto en medio de su patio para que los pájaros no le acabaran con sus siembritas.

Allí iba la nieta, quien con esa imaginación tan propia de las niñas, en medio de la soledad campestre, halló en aquel espantapájaros un amigo con quien conversar, a quien decirle sus secretos, a quien darle y de quien recibir cariño, amistad y alegría. Como muchas niñas conversan con sus muñecas, así Maité conversaba con su amigo, entonces el abuelo agarró un día pintura azul y le dio color al viejo sombrero de guano, le pusieron unas tiras y el fiel amigo se humanizó aun más.

Escribir un programa diario es asunto complicado, sobre todo cuando hay que sacar de la mente absolutamente todo, como es el caso del programa “Sombrero Azul”. Eso para Maité – también su directora – no es problema, porque basta para ella sacar de sí la niña que sigue latiendo dentro de ella, remontar su mente a la casa de sus abuelitos y actualizar la presencia de su buen amigo que, aunque ya no esté en medio del patio ¿quién lo sabe?sigue estando en uno de los rinconcitos más privilegiados de su corazón.

Como todo programa de radio, “Sombrero Azul” tiene un propósito, y el suyo se fundamenta en la formación y el rescate de valores, recobrar la magia y la fantasía que cada niño y niña precisan para su educación, conocer el mundo que les rodea y contar siempre con la ternura como factor común. Detrás de esos libretos diarios de Maité hay un colectivo que marcha al unísono con esa aspiración, de ahí que los resultados sean palpables. En el programa se combinan los cuentos originales con clásicos del mundo y propios del folclore cubano.

Para José Manuel Fernández Urquiza, compañero en la vida de Maité y voz del “sombrerito”, trabajar para los niños, en su punto de vista: “es lo más difícil que existe, no es mi primera experiencia, pues he tenido relación tanto con el teatro como en los programas de la TV “La hora de las brujas” y “Pocholo y su pandilla”, pero “Sombrero Azul” fue un reto diferente”.

Tengamos en cuenta que él lleva el peso fundamental del espacio y debe llevar los mensajes didácticos sin caer en el método explicativo, sino todo lo contrario: para que el famoso espantapájaros siga siendo el amigo de los más pequeños, ese amigo que puede contar y explicarles un cuento al mismo tiempo.

Ernestico lo encarna César Alain, un joven actor con muy buena experiencia y resultados en el quehacer radial. A él le toca, cada tarde, sacar de sí el niño conversador y curioso que con cariño y respeto se dirige a su amigo espantapájaros, y hacerlo de un modo parecido a como lo hizo Maité cuando era niña y logra plasmarlo en su libreto. Tarea difícil igualmente para los demás actores que escenifican cada cuento, porque el “sombrerito” comienza a pensar y pensar… hasta que los protagonistas de cada historia hacen acto de presencia. Otro tanto de complicadas se vuelven las cosas para Cira Cordero, la musicalizadora, que anda certera procurando su obra en el momento preciso, cuando la acción dramatúrgica lo exige. Añádase la música compuesta por el talentoso Marcos Sánchez, que incluye el tema de presentación donde el mismísimo “sombrerito” saluda con la canción-tema que cada tarde lo presenta.

Además del gran mérito de atrapar a niños y niñas, y muchos que hace tiempo dejaron de serlo – el programa Sombrero Azul ha conseguido, con su calidad, rebasar las fronteras del espacio radiofónico para hacerse presente en círculos infantiles, el hospital pediátrico, escuelas y casas de abuelos, todo ellos gracias a un Proyecto Comunitario del que forman parte. Por si pareciera poco, la EGREM les ha grabado varios CD que incluyen canciones, cuentos y atractivos diálogos entre el “sombrerito” y su amigo Ernestico.

Le pregunté a Maité cómo se las ingeniaba con la diaria tarea de escribir “Sombrero Azul” y – sin pensarlo mucho – me respondió: “No dejando de ser la niña que fui. Llevando a cada libreto mis propios sueños, mis ilusiones, mi amor por la vida, la naturaleza, dando lo mejor de mí sin mentiras ni tabúes, con la palabra franca, sin remilgos, y tratando a los niños y niñas con mucho respeto, como me gusta que me traten a mí”. Cerca de Maité, el trabajo de la asesora Ibis Machado, quien incorpora a su conocimiento profesional esa hermosa profesión de la maternidad, componente del cual nunca prescinde a la hora de revisar y sugerir ideas para los libretos.

“Sombrero Azul” es una escuela para todo su colectivo y un noble reto que les prepara ante las nuevas propuestas de trabajo que surjan en el futuro. Agrego que una escuela con alumnos sobresalientes porque en su doble función educadores-educandos, un día tras otro reafirman el prestigio ganado con mucho esfuerzo desde hace años, a quienes auguro muchos más.

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