El valor dramatúrgico del signo ortográfico

Los textos de radio exigen ser comprensibles al ser escuchados. Esa es una premisa para quienes escriben para el medio, sean guionistas o redactores de notas.Al escribir sabemos tenemos previsto qué mensaje dar. El pensamiento visualiza hechos, situaciones e ideas; incluso cómo deseamos expresarnos aunque a veces, en medio del quehacer y presionados por el tiempo, sin darnos cuenta omitimos los signos ortográficos que sugieren intenciones, estados de ánimo o pausas. Ciertamente los concienciamos sin plasmarlos; de ahí que quienes dirán lo que antes escribimos, pueden correr el riesgo de expresar algo diferente o incluso contrario a lo que nos proponíamos.

Es un riesgo. Un signo ortográfico debiera ser nuestro aliado. A veces se torna enemigo ¡muy traicionero! Lo que con tanta profesionalidad y entrega construimos puede hacerse polvo por culpa del signo que no está o si aparece, se encuentra mal ubicado.

En cualquier programa es posible solucionar el problema; sobre todo si se cuenta con un buen asesor,  si se realiza el ensayo de mesa con el rigor que corresponde y si entre asesor, redactor/escritor y colectivo del programa fluye una buena comunicación.  

Ventajas aparte, una adecuada redacción y su producto final transcurren por el orden sintáctico y la colocación de signos ortográficos dondequiera que sea necesario. Su carencia o exceso puede resultar fatal en espacios en vivo, en los que la afluencia de información no permite que los locutores se detengan en lecturas silenciosas.

Abundan casos en que las voces de un programa quedan “mal paradas” por culpa de una redacción carente de signos. Disonancias, anticadencias, interpretaciones paradójicas y rupturas de grupos fónicos son algunas de esas virosis que si no se atajan, devienen pandémicas para el quehacer radiofónico. Eso, a fin de cuentas, no sería otra cosa que falta de profesionalidad.

En cuanto al signo ortográfico, ponerlo o no guarda relación con el temperamento de quien escriba. En literatura de ficción muchas veces ocurre así. Pero la radio es distinta. El medio reclama un lenguaje directo, claro y conciso en la medida de lo posible.

A continuación establezco sugerencias en sentido general; cada cual, de acuerdo con sus experiencias propias y la intencionalidad de lo que escriba, sabrá qué hacer y cómo hacerlo. Por ello insisto en que no son recetas.

No son “mis” sugerencias. Apelo a un clásico que todos respetamos. Konstantin Stanislavski. Pero… ¿si la radio no es teatro? Coincidimos. La radio no es teatro, pero en toda ella existe una dramaturgia construida desde la entonación, el temperamento y el punto de vista de quienes la realizan. Un programa de radio no tiene que ser necesariamente un dramatizado para que en él subyagan elementos dramatúrgicos.

La composición de una nota es portadora de un punto de vista. Yuxtaponerla antes o después de otra – similar o contrastante – hace de ella un ente que persigue determinado objetivo, y ahí existe dramaturgia.

En su cuaderno titulado El manuscrito. Leyes del lenguaje, de Stanislavski, este maestro del teatro hace referencia al director Tostov cuando planteó que “cada signo de puntuación requiere la entonación característica que le corresponde…”

Acerca de algunos signos ortográficos, Stanislavski se refirió al punto con su “caída sonora y golpe característicos”. Es la figura vocal más acabada, segura y definida. Explica también el eminente teatrista ruso, que “cuanto más corta es la gama vocal, cuanto más débiles son la caída, el impulso y el golpe, más indefinida es la transmisión del pensamiento”.

Explicó que

los puntos suspensivos no concluyen la frase y, por el contrario, parecen lanzarla al espacio, adonde llega como si fuera un pájaro soltado de su jaula, o como un humo que se disipa por el aire entre cielo y tierra. Con los puntos suspensivos la voz no se eleva ni desciende. Se funde y desaparece, sin concluir la frase, (…) dejándola colgada en el aire”.

Más adelante refiere que

los puntos suspensivos dependen de la profundidad e importancia del pensamiento que no se ha completado”.

Añade Stanislavski que “la coma tampoco termina la frase, sino que la transmite hacia arriba”.

En cuanto al punto y coma, “con él la frase termina, pero no se coloca tan bajo en el fondo como con el punto”.

Los dos puntos, agrega Stanislavski

requieren un corte brusco y cortante en la última sílaba (…) Por su fuerza, es casi el mismo que el del punto, pero el sonido debe bajar solamente un poco (…) o elevarse ligeramente o puede quedar en el nivel de las sílabas anteriores de la frase”.

En cuanto al signo de interrogación, su rasgo es “el ascenso sonoro, rápido e impetuoso o, por el contrario, lento, y reptante, grande o pequeño, que termina en una inflexión quebrada o extensa, aguda o redondeada, y que se realiza en lo más alto de la ascensión vocal”.

Respecto al signo de admiración, “en este falta la inflexión sonora, que es reemplazada por una bajada corta o más prolongada de la voz, después del ascenso previo”.

Curiosamente, el autor detalla en su manual descripciones gráficas para la entonación de cada signo. Categóricamente afirmó que “el mejor auxilio para las pausas lógicas (gramaticales) son los signos de puntuación”.

Añade queÑ

hay veces que la pausa psicológica y la lógica no coinciden, pero están próximas entre sí; y con frecuencia la última oscurece y supera a la primera, lo cual afecta el sentido e introduce confusión”.

Hay más. Lo otro concierne a ámbito intuitivo. Junto con el texto explícito coexiste otro fundamentado en la intencionalidad. Nos toca primero aprender la realidad de cada signo; lo demás, después, dejémoslo a la intuición.

Pienso en la utilidad del texto al que me he referido. Todo un maestro y como si hubiese estado pensando en la radio, Stanislavski afirmó:

En la claridad del pensamiento reproducido, en lo exacto y preciso de las expresiones, en la lógica, la coherencia y la excelente construcción de las frases, en el modo de agrupar y armar todo el relato. Todo esto, en su conjunto, influye sobre los oyentes”. (*)

El de Stanislavski es un texto que merece conocer y hallar sus puntos de coincidencia con la radio.

Con lo antes expuesto, alerto a quienes redactan y escriben para la radio. Tal y como empleamos las palabras convenientes por su utilidad sonora y de significado, debemos cuidar la economía del signo ortográfico por su valor dramatúrgico y como apoyo a lo que pretendemos decir.

Vale profundizar en esto. La salud de un programa de radio y la efectividad de sus mensajes atraviesan primero el umbral de una redacción adecuada y la intención dramatúrgica consciente con el apoyo del signo ortográfico que corresponde. Hacerlo así será siempre un buen comienzo, continuación y final.

 

(*) Konstantin Stanislavski. El trabajo del actor sobre sí mismo. Ediciones Alarcos. Casa Editorial Tablas-Alarcos. Consejo Nacional de las Artes Escénicas. La Habana, 2009

Autor

  • Tomás Alfonso Cadalzo Ruiz

    Tomás Alfonso Cadalzo Ruiz (Cienfuegos, 1951). Miembro de la UPEC y de la UNEAC. Periodista, escritor y director de programas de Radio. Autor de varios libros en México y en Cuba, entre ellos, "La Radio, utopía de lo posible". Colaborador del Portal de la Radio Cubana desde su salida al aire. Escribe además para espacios de Radio Progreso, Radio Ciudad del Mar y el periódico "5 de Septiembre".

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