Las voces de Imías durante el huracán Matthew

«A fuerza del uso la comunidad se quedó con el nombre», declara Julio Antonio Terrero Borges, uno de los adolescentes que  hizo su primera y efímera incursión en el deporte nacional en el improvisado campo deportivo.

En la juventud de su madurez, sigue viviendo en Los Pilotines, y ejerce el periodismo en la emisora local Radio Playitas, uno de los primeros  medios de prensa en brindar al resto de la provincia y el país los pormenores del paso del temible meteoro por el territorio.

Sus compañeros coinciden en que en esa efectiva e inmediata divulgación, reconocida por el Consejo de Defensa Municipal y el pueblo, sobresalió Terrero Borges, este licenciado en Historia del Arte, quien canjeó la docencia por el reporterismo, y que para poder cumplirlo a plenitud, «en el mayor reto de su carrera», predicó con el ejemplo: «Desde la fase informativa aseguré la cubierta de mi vivienda: deposité  numerosos sacos de arena en su parte más vulnerable, y dejé en las buenas manos de mi familia y los vecinos a mi nonagenaria mamá», dijo.

Todo el colectivo, incluidos locutores y programadores, participaron en esa difícil y riesgosa tarea, ejecutada en medio de fuertes lluvias y vientos de elevada categoría, pero al decir de sus compañeros: «Julio Antonio fue el más consagrado, el que mayor tiempo le dedicó y mayor cantidad de entrevistas y reportes obtuvo».

Relata el protagonista de estas líneas que confeccionaron una programación especial que incluía enlaces en vivo con las diferentes emisoras del territorio y la nación, «72 horas antes de que Matthew, tocara suelo cubano, en Punta Caleta, a unos 30 kilómetros de Imías, aunque perteneciente a Maisí».

Junto a la redactora Osmary Rodríguez Frómeta, rindieron partes diarios a la cadena provincial de radio de Santiago de Cuba y a las emisoras La voz del Sol, de Maisí; La Voz del Toa (Baracoa); Radio Bahía, de Caimanera, y otras radicadas en Nuevitas, Cabaiguán, Moa, Jobabo, Morón y Las Tunas.

«La prisa por reportar las orientaciones del Consejo de Defensa, las labores de evacuación y asistencia, la protección de los medios, las viviendas e inmuebles que iban cediendo a la furia de los vientos, nos obligó a trasmitir sin editar», añadió.

«Yo conversaba por un teléfono con un locutor de determinada emisora -ejemplifica- y por el otro  mis compañeros hablaban con Radio Rebelde y las emisoras que estaban en cola, porque con Baracoa no había comunicación, y nosotros la teníamos, gracias al Grupo Electrógeno. La electricidad había colapsado y el transmisor de radio también», asegura.

Recuerda que la tarde noche del cuatro de octubre, cuando la estación meteorológica de Punta de Maisí registraba vientos superiores a los 245  kilómetros por hora, perdieron todo tipo de comunicación.

Por medio de un celular supieron que el presidente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) en Guantánamo, José Llamos Camejo, había transmitido la primera información en las redes sociales, «sobre nuestra propia tragedia, es decir, la de todos los municipios al este de la capital provincial, desde San Antonio hasta Baracoa y Maisí. Entonces nos transformamos en radio base, y por medio de dos amplificadores, de respetable potencia, alertábamos a la población sobre las medidas que debía seguir en la fase de alarma ciclónica», aseveró.

«Al otro día -añade-, el amanecer fue dantesco. Árboles arrancados de cuajo y recostados a las viviendas, o dentro de ellas, techos que volaron hacia circunscripciones lejanas, y el desánimo en el rostro de la gente, incluso de la que había salido indemne».

Rememora además que a la jornada siguiente un equipo fue hasta Boca de Jauco, una localidad que pertenece a Maisí, y cooperaron en el traslado de alimentos a esa zona, muy cercana a Punta de Caleta, por donde entró el centro del meteoro.

Aclara que a esa comunidad «se trasladan por lo general los habitantes de otra que se denomina El Guanal y es atendida en circunscripciones pertenecientes a Imías, que les quedan más cerca que Maisí, como son Río Seco y Cajobabo.  Allí redactamos y grabamos nuestras primeras historias de vida, que era el encargo principal que teníamos».

Unas historias dentro de otra

Los periodistas de Radio Playitas no conocen al dedillo sus apellidos, ni siquiera el  nombre. Infieren que debe llamarse Francisco, porque le dicen Pancho, y tiene 83 años de edad.

Vive en Boca de Jauco y tradicionalmente se refugia en cuevas, como la mayor parte de los habitantes de la costa, después de Playitas, pero nos confesó que esta vez pensó que ni bajo la tierra estaba seguro. Tal era el susurro de los vientos y el pánico, que decidió  meterse debajo de la meseta de la cocina; otros optaron por ponerse a resguardo en un «vara-en-tierra», y en Veguita del Sur, la osadía fue suprema.

En ese último poblado imiense, al pie del viaducto La Farola, «17 personas se resguardaron en una cisterna, y todavía no se han puesto de acuerdo entre ellos, para determinar quiénes fueron los participantes en la decisión que, por sus resultados (ningún lesionado), resultó acertada a la postre».

A un mes del paso de «Matthew» por la zona donde, según escribió José Martí en su Diario de Campaña, «la noche bella no deja dormir», Pedro Rodríguez, el historiador de la localidad bromea: «Aquella del cuatro para el cinco de octubre pasado desveló a todo el mundo, pero no por su belleza».

La faz del  municipio ha cambiado, con el concurso de sus propios habitantes, la cooperación mutua, las orientaciones del Consejo de Defensa Municipal y la Defensa Civil, y el auxilio de brigadas de la capital provincial y otras provincias y territorios no afectados.

Aunque las heridas ocasionadas por el fenómeno natural tardarán algún tiempo en cicatrizar, la normalidad ha ido ganando terreno y las lluvias y los vientos se van convirtiendo en una pesadilla cada vez más lejana.

Conscientes de que al sueño de peor naturaleza sigue inevitablemente el despertar, y de que la Revolución los seguirá amparando, los imienses luchan contra los efectos del huracán, con la certeza de que vencerán, y alguna dosis del triunfo corresponde a su emisora comunitaria, Radio Playitas, y al colectivo de periodistas, locutores y editores que se creció en ese instante crucial.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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