De la certeza al hablar

Los idiomas nacen de los pueblos y, más tarde, los académicos teorizan y establecen las reglas de aplicación y uso.

Lo dicho forma parte de realidades a reconocer, aceptar y respetar; la una, por ser la génesis natural de toda lengua, y la otra porque a partir de dicha raíz instaura, establece las reglas para su mejor empleo. ¿Comparación? Un día alguien inventó el automóvil; éste proliferó y se hizo necesario crear las leyes del tránsito.

¿Motivos? Ordenar la circulación para evitar el caos, y hacerlo a partir de códigos que todos entendamos, tomando en consideración las peculiaridades físicas, funcionales y dimensionales promedio de los artefactos. ¡Así de simple!

Los pueblos, regiones y países nos hallamos en continua interacción cultural. La comunicación intercultural funciona como “vaso comunicante”. Las ideas hacen recorridos de ida y vuelta, interactúan entre sí.

Por ejemplo, hasta los años 50s y comienzos de los 60s del siglo XX, en nuestro país la expresión “me recuerdo” era censurada por medios académicos; entonces lo “correcto” era decir “recuerdo” o “me acuerdo”.

La usanza “me recuerdo” en aquella época era, en cambio, -y lo es- aceptada, absolutamente correcta en el castellano hablado y escrito en países de la América del Sur (Argentina, Chile, Uruguay), capaz de significar tanto “recuerdo” como “me acuerdo”.

Hoy “me recuerdo” se acepta en Cuba y muchos otros países del área. Por cierto, que suena muy bien y es un excelente recurso de estilo. Personalmente me gusta usarlo.

Otra cosa es cuando cambiamos las pronunciaciones y acentuaciones a capricho por desconocimiento, pereza o falta de investigación.

En mi caso cuando leo, procuro tener cerca de mí un diccionario. A todos nos ocurre que al leer encontramos palabras avistadas por primera vez. Unas las deducimos por el contexto en que están ubicadas, pero en otros casos es difícil.

Hasta las deducidas -en muchos casos- al escribirse fuera de contexto corresponden a disciplinas específicas y en su acepción original, no sabemos qué expresan.

He afirmado que la cultura universal posee “vasos comunicantes”. Un razonamiento lógico infiere que se trata de recursos o medios que vinculan unas con otras las expresiones de la cultura de unos países con otros.

Sin embargo, cuando estuvimos en la secundaria aprendimos que “vaso comunicante” es un término propio de la ciencia química y de la física. Lo mismo que la interconectividad, posee indistintamente connotación cultural, electrónica y neurológica, según el caso.

Es preciso indagar en todo cuanto leamos, escuchemos, que más tarde pueda ser dicho o escrito por nosotros mismos. Los radialistas, como quienes hacen televisión y escriben para la prensa necesitamos -sin excepción- aprender, conocer cada significado para no errar en nuestro desempeño.

A raíz de la reciente Serie del Caribe en Jalisco, escuché y leí dos errores innecesarios. El primero de ellos Zapopán, así, acentuado en la última letra a, en lugar de Zapopan, que no lleva acentuación ortográfica, pero sí la fuerza de pronunciación en la letra o.

El segundo error, que la Serie tenía por sede a Guadalajara. En realidad la Sede fue el estado de Jalisco, pues el estadio de Los Charros no está dentro de la jurisdicción de Guadalajara, sino del municipio de Zapopan, también en Jalisco.

Parte de la confusión es que entre Guadalajara y Zapopan no median zonas rurales, todo está urbanizado como entre Guadalajara y los municipios de Tonalá y San Pedro Tlaquepaque. Cada uno de los mencionados es un municipio independiente con su propio gobierno local, y todos son parte del estado de Jalisco.

Tuve que oír “Zapopán” hasta el hartazgo, hasta que alguien cayó en la cuenta o recibió la advertencia y, finalmente, la expresión fue corregida y cambiada por el adecuado “Zapopan”; en cuanto a la sede también dejó de decirse que era Guadalajara, para hacer solo mención a Jalisco.

No se trata de culpar, más bien de proponer. Es verdad que quienes vimos la Serie lo que más deseábamos era disfrutarla y ver triunfar nuestros colores, equipo que se batió dignamente.

A muchos aficionados tal vez les dé lo mismo que se pronuncie un “Zapopan” o un “Zapopán” más o menos, pero a decir verdad, la afición merece que también le transmitamos cultura; pronunciar correctamente es parte de ese propósito noble, además que derecho.

Creo que en próximas ocasiones indagaremos más, consultaremos fuentes dignas de crédito, averiguaremos el origen de los vocablos.

A propósito, la voz Zapopan nada tiene que ver con un sapo ni con un pan. Proviene de «tzapopantl», palabra en lengua náhuatl que se traduce al castellano como «lugar entre zapotes o en el zapotal», es decir, donde hay plantados muchos zapotes, lo que nosotros conocemos como níspero.

Hubiese sido interesante referirse en alguno de los paréntesis a tan curioso significado. Esperemos que en lo adelante se aprovechen curiosidades como esa para engalanar las pláticas, como muchas veces sí se ha hecho.

 

 

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