Mis encuentros con Fidel

«“La primera vez que vi a Fidel fue en 1968, en el periódico Granma, que él visitaba regularmente, y en el cual empecé mi vida periodística. Llegaba después de las 23:00 hora local y se quedaba hasta la madrugada, y a veces amanecía».

«A veces entraba a la oficina del director, Jorge Enrique Mendoza, quien siempre tenía abierta las puertas, o conversaba en las redacciones. Una noche se reunió con todos nosotros, interesado en cómo estaba la alimentación en el periódico. Y nosotros evitando decirle que estaba pésima, poca y mal confeccionada. Hasta que uno de los trabajadores del taller le dijo, Fidel, está que no hay quien se la coma. El miró para Mendoza con un regaño en los ojos, pero no dijo nada».

Rememora también Lídice: «Al siguiente día, mandó a Granma al chef de cocina Smith, galardonado en diversos países por sus deliciosos platos, quien tuvo el trabajo de enseñar a los cocineros del periódico a hacer novedosas comidas con lo que teníamos. Y empezamos a hacerlas buenas. También al siguiente día, llegó leche de vaca fresca de Los Naranjos. Tres vasos diarios para los trabajadores del taller, y uno para los periodistas, que no nos exponíamos al plomo y sus enfermedades. Y un camión de piñas, con el consiguiente atracón. Hasta hoy, el personal de Granma le agradece el gesto al Comandante».

Otro de los recuerdos más valorados por la reportera es el siguiente: «Estaba haciendo un reportaje en 1971 en una escuela primaria que era piloto en el programa de realizar estudio y trabajo en niños de primaria. Me encontraba en medio de los surcos cuando entró el jeep del Comandante con dos más de su guardia personal. Me quedé tiesa, pero cuando vi que el jeep se detuvo fui para donde estaba Fidel. Parece que él me recordaba de Granma y me preguntó qué estaba haciendo. Cuando le conté, empezó a preguntarme sobre todo lo que ocurría en la escuela. Como ya estaba terminando mi trabajo pude contestarle de manera satisfactoria. Después me pregunta: ¿y ya acabaste aquí? Le dije que sí, aunque no era absolutamente cierto».

«¿Quieres conocer lo que estamos haciendo en La Habana?- recuerda que le dijo Fidel-. A gran velocidad le dije que sí, sin pensar en mi esposo, que también trabajaba en el periódico, y mi niña de dos años. ¡Qué va! Aquello no lo podía perder. Y me senté en el asiento de atrás del jeep con Pepín Naranjo».

«El fotógrafo Carmona iba en el automóvil del periódico, pues le advertí que no se sabía hasta dónde me llevaría Fidel, y tenía que volver al periódico. Le hice saber al Comandante mi situación personal, en especial con la bebita, y le dijo a Pepín que avisara a través de una planta donde estábamos».

«Así hicimos un recorrido por bellísimos campos de pastoreo, visitamos Los Naranjos, fuimos a otra escuela y una presa. Realmente no recuerdo bien, porque él iba volteado en el jeep hacia donde me encontraba y me preguntaba muchísimas cuestiones sobre la escuela que acababa de visitar, impresiones personales del programa -que quizás no coincidían con las suyas-, pues los niños de primaria eran pequeños aún para el campo, aunque la mayoría no trabajaba, era sólo acostumbrarlos a amar la tierra».

«En un punto bastante alejado, mandó detener al jeep, y ya eran más de las 20:00 hora local. Una noche cerrada, pues era septiembre. Entonces me pregunta qué me pareció lo que me había enseñado y cómo se podría divulgar aquellas obras».

«Se me ocurrió que, aunque los periodistas pudiéramos reflejarlo, sería muy bonito montar una exposición fotográfica. Ah, qué buena idea, me dijo. Y mandó llamar a Jesús, el fotógrafo oficial de su Oficina en Palacio. No había pasado mucho tiempo, y llegó Jesús con cara de pocos amigos. Su saludo fue, ¿la idea fue tuya, muchachita? Fidel no me dejó responderle. Fue mía, le espetó, y ponte a trabajar en la exposición. Y se rió como si le hubiera hecho una maldad al fotógrafo. Luego se viró hacia donde yo estaba, y con su voz bajita me preguntó si estaba cansada. No, claro que no. Bueno, pero ya es tarde, y te espera tu hijita, además Mendoza pensará que te rapté. Otro día nos vemos y seguimos conversando. Se montó él en su jeep y yo en el automóvil del periódico. Cuando llegué al periódico, me dijo Mendoza: «a escribir».

Como un regalo de la vida considera la periodista Lídice Valenzuela las experiencias vividas junto al Comandante en Jefe Fidel Castro; recuerdos inolvidables que perdurarán para siempre en el tiempo.

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