Olguita Sanz: El micrófono es algo para respetar

Mediante una llamada telefónica, fue pactada la entrevista con ella, para el atardecer de un sábado reciente, realizada en la sala de su hogar, acomodados en amplias y mullidas butacas tapizadas con tela de damasco, solo interrumpidos de cuando en cuando por los ladridos del perro de la casa, insistente en llamar la atención de la entrevistada y el entrevistador.

Lleva ancho y largo vestido. Calza zapatos bajos. Pequeñas y abundantes gotas de sudor en la frente y las mejillas a causa de un fuerte estado gripal, asegura- amenazan con arruinarle el maquillaje, sin conseguirlo.

Al preguntarle ¿quién es Olguita Sanz?, responde:

– Una bayamesa residente en el número 210 de la calle Quinta del reparto El Valle, en la ciudad de Bayamo.

Aunque puede, plantea, facilitar su currículum en soporte digital, para evitar esa parte de la presentación, dice la edad sin sonrojo: 53 años. Y añade: licenciada en Comunicación Social, locutora de primer nivel y directora de programas de radio, vicepresidenta del Consejo Artístico de la emisora Radio Bayamo; jefa de la Cátedra de Locución de la radio en Granma, miembro del Tribunal nacional territorial de evaluación de locutores de las provincias orientales, profesora de locutores, integrante de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Artista de Mérito de la Radio Cubana. Premio Nacional de Radio. Micrófono de la Radio y sello 90 aniversario de la Radio Cubana. Medalla Raúl Gómez García.

-Fui tantas cosas y no soy nada-, dice con voz quebrada.

-No digas eso

-Soy un guiñapillo. Y a renglón seguido. -No te preocupes, tengo la autoestima alta. ¿A ver, qué más quieres saber?

-Quiero saber cómo llegaste a la radio.

-Por accidente. Nunca tuve en mis planes ser artista ni mucho menos.  Porque termino el preuniversitario y no me gusta la carrera que me otorgan. Siempre me gustó estudiar Filología.

No recuerdo qué especialidad me otorgaron… Hace tantos años.

Me quedé en la casa. Una tía mía, quien trabajaba en el departamento de Contabilidad de Radio Bayamo, me dice que había una plaza desocupada en la fonoteca y entré a la fonoteca, después fui redactora, luego pasé a locución, me evalúo y paso a desempeñarme como locutora.

-¿Puedes precisar cuándo?

-¿Desde el 81, mami? –pregunta a su progenitora y añade: papi murió… en el 81. Sí, ese año comencé a hacer locución.

“Hacíamos programas dramatizados, cuentos, novelas. Un buen día Lapinell, Rafael Lapinell, me llamó para dar lectura a una sección de la Federación (de Mujeres Cubanas) del programa llamado Granma, ustedes y nosotros, le gustó mi voz y la forma en que lo hice y cada vez que tenía oportunidad me permitía hacer locución, así fui perdiéndole miedo al micrófono, también con una sección al parecer sencilla, pero muy seria, Servicio Social”.

Olguita Sanz asevera: “El micrófono es algo para respetar. En treinta y tantos años, nunca dejé de ponerme nerviosa, porque es inevitable. Grabar es fácil, porque si te equivocas, rectificas, pero en vivo no”.

-¿De los programas que has hecho cuáles recuerdas con mayor cariño?

-Quizás a otra persona le resulte difícil contestar esa pregunta. En mi caso me puedo dar el lujo de decir que a Olguita Sanz le gustaban todos los programas que hice, porque se me dio la posibilidad de hacer todo lo que yo deseaba, desde infantiles hasta un noticiero, entrevistas, programas humorísticos, musicales, dramatizados, como actriz.

“Hice programas como Serpentina, que la gente lo recuerda con mucho cariño, Antes de ir a la mesa, de facilitación social; tuve la posibilidad de desdoblarme con el programa de variedades Buenos días Bayamo, de lunes a sábado, de 7 a 10 de la mañana.

“Yo no descansaba ningún día. De domingo a domingo trabajaba en Radio Ciudad Monumento y teníamos la peña con los artistas del club de trovadores Pimpo la O. “En Radio Ciudad Monumento tengo la posibilidad de dirigir el juvenil de12 y media a 1.00 de la tarde, Parada joven. También, programas dramatizados como El cuento, Cuenta Linda, que me encantó. Comenzó con Raida Alfonso y yo la acompañaba poniéndoles voces a los personajes de los cuentos. Hice decenas de personajes, recuerdo el Conejito Feliz, el que le decía a sus amiguitos, cepíllense bien los dientes; Pelusín del Monte…

“La de Cuenta Linda es una historia muy bonita: me decían: oiga, usted es vieja. Es que a la radio se entra, por lo general, joven, muy joven, yo entré de 18 años”.

¿La radio?

-El amor de mi vida. Con este tercer accidente cerebrovascular he perdido tres cosas importantes: Uno, el micrófono, la locución, que me encanta; dos, que ya no oigo radio, porque escucharla me deprime, me pone muy mal, y tres, que no me puedo poner tacones, que eran mi vida.

-Hablas bien –le comento.

-Hablo contigo ahora y lo hago normal, pero para el reglamento como locutora, no cumplo los parámetros.

La radio es estresante. Este fue mi último carnaval.

“Y hablando de carnaval, recuerdo que hace ocho años estábamos transmitiendo Serpentina y al ir a entrar a la cabina, Leticia Alegre me dice, no entres, y me desplomé, supe que mi abuela, que estaba ingresada grave desde la noche anterior, había muerto.

“A partir de ahí sentí que mi vida cambió un poco en todos los sentidos, porque tengo a mi madre biológica, pero no tengo hijos, Tengo una familia muy unida que me quiere, me apoya, me respeta y me malcría. Eso fue miércoles y el viernes tuve que empezar a trabajar en Serpentina otra vez. Lo hice con el dolor más grande, inmenso, y tuve que reírme, hacer reír a la gente, transmitirles alegría.

-¿Tópalo, tópalo, en Serpentina?

-No significa nada. Un día se nos ocurrió, a José Rodríguez y a mí. En lo adelante nos miramos y ya.

“En el hospital, mientras me pasaban por la comisión de peritaje, me decían: te vamos a jubilar, pero quién va a hacer Serpentina el año que viene”.

-¿Cuándo no estabas en cabina, qué te gustaba hacer?

– Sentarme en un parque a mirar a la gente pasar; ir a la fonoteca, leer, buscar materiales para escribir programas, navegar en internet, escribir ideas en una libreta. Al llegar a la casa, ponerme a trajinar y después a escribir hasta la madrugada.

-¿Televisión?

-Hice algo en televisión, pero no me llamó la atención. No nací para eso. No me sentía tan cómoda como me siento en la radio.

Anochece. Olguita Sanz toma la pequeña grabadora del brazo de la butaca donde ha permanecido todo el tiempo, lo pone frente a sus labios a manera de micrófono y dice:

“Estoy muy agradecida al telecentro de Granma, porque cuando estaba muy enferma, me llamaban para saber de mí e informar a los televidentes sobre mi estado de salud.

“Para mí esta entrevista es un alto reconocimiento. Les agradezco sinceramente, porque me han tenido en cuenta.

“He sido locutora durante 35 años. Doy gracias a todo mi pueblo por haberme seguido. Doy gracias a todo mi pueblo por las preocupaciones ante mi enfermedad. Gracias a todos una vez más y me siento muy feliz de haber compartido con ustedes las alegrías y las penas desde sus rincones y desde las grandes plazas. Los amo a todos y felicidades para todos mis colegas en el Día del locutor”.

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