3 de Diciembre: Día de la Medicina Latinoamericana

La fecha mantiene una directa relación con Cuba porque hoy celebramos el natalicio del médico y científico cubano Dr. Carlos J. Finlay (1833), descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla.

Gracias a sus investigaciones pudieron atacarse las causas que ocasionaban aquel flagelo. El siglo XIX se despidió con ese trascendental logro científico que dio paso al saneamiento de campos y ciudades en todo el orbe y que por añadidura posibilitó la conclusión de las obras del Canal de Panamá, donde a diario morían decenas de trabajadores víctimas de tan terrible epidemia.

Hace más de un siglo que Finlay dio su genial aporte y es acertado, por el alcance de cuanto representó, considerarlo el primer médico internacionalista cubano. Cierto que no fue, como hacen hoy nuestros compatriotas de la salud, a otras tierras llevando la esperanza de la salud y la calidad de vida, pero el resultado de su genial descubrimiento se extendió más allá de los límites de nuestra Patria; por ello es nuestro primer médico internacionalista.

Con el triunfo de la Revolución en 1959, la preservación de la salud y la recuperación de ésta, según el caso, se convirtieron en un propósito fundamental para Cuba. Desde entonces se ha considerado la prevención contra enfermedades la mejor de todas las medicinas, y por esto existen programas de Educación para la Salud diseminados por cuadras a través de las Policlínicas y consultorios de Médicos de la Familia.

Comenzaron desde entonces los programas masivos de vacunación gratuita, erradicándose como punto de partida la terrible poliomielitis y otras enfermedades que acechaban a los más humildes del pueblo.

En el proyecto cubano para la salud se han invertido y se sigue invirtiendo en cuanta tecnología o recurso coadyuve a los propósitos de prevención y curación de toda clase de patologías. En algunos casos el país se ve limitado en medicamentos, componentes químicos, electrónicos y piezas de repuesto que sólo pueden obtenerse en el mercado estadounidense al cual se impide acceder a causa del bloqueo económico, financiero y comercial.

Muchos recursos conseguidos en otras áreas geográficas tienen que pagarse a precios muy superiores, encarecimiento debido, ante todo, a las grandes distancias.

Los trabajadores cubanos de la salud, frutos de la Revolución en su mayoría los de este tiempo, nacieron y crecieron ya con nuestro proyecto en marcha. Son herederos de la solidaridad y el altruismo propios de un acontecer social y político que pone al ser humano en primer lugar, con una ética que da la espalda al egoísmo y el enriquecimiento; así se pone siempre por delante la vocación de servicio al prójimo. Es por eso que miles de trabajadores de la salud dan lo mejor de sí en los confines más apartados del planeta.

Nuestras misiones médicas se enfrentan a situaciones terribles en tierras lejanas y cercanas, lo mismo enfermedades que en desastres naturales, para así llevar un mensaje de vida y esperanza para miles de seres humanos que lo necesitan. Mientras eso sucede más allá del mar que nos rodea, también se mantiene con la bandera en alto la otra misión, la de sus colegas y compañeros – hombres y mujeres de la salud cubanos – que dentro de las fronteras de la Patria ocupan los lugares de aquellos a quienes la solidaridad, la hermandad y el amor han reclamado para servir a otros seres humanos urgidos de ello. Esa es la otra misión que merece igual reconocimiento.

Este 3 de diciembre es motivo de satisfacción y orgullo para los trabajadores de la salud en nuestro país. Son nuestros médicos, estomatólogos, enfermeros y técnicos – hombres y mujeres del pueblo – mensajeros mundiales de la esperanza y de la vida. Es el más preciado tesoro que Cuba ha creado para sí, y lo comparte desinteresada y amorosamente con todo el mundo.

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