Y en su drama Adúltera (1874), puso en boca de uno de los personajes: “¡Amor es que dos espíritus se conozcan, se acaricien, se confundan, se ayuden a levantarse de la tierra, se eleven de ella en un solo y único ser; nace en dos con el regocijo de mirarse; alienta con la necesidad de verse; concluye con la imposibilidad de desunirse! No es torrente, es arroyo; no es hoguera, es llama; no es ímpetu, es paz”.
También, evocando al amor, plasmó en su Cuaderno de Apuntes: “Sucede casi siempre que las relaciones que el amor comenzó, concluyen por no tener más lazo de unión que el del deber…”. Y se preguntaba: “… ¿Es que la satisfacción del amor mata el amor?…”. A su interrogante respondía más adelante:
“¡No! es que el amor es avaricioso, insaciable, activo; es que no se contenta con los sacrificios hechos sino con los sacrificios que se hacen; es que es una gran fuerza inquieta, que requiere grandes alimentos diarios; es que es el único apetito que no se sacia nunca. No es que anhele cuerpo que lo sacie; es que sólo la solicitud incesante, tierna, visible y sensible, lo alimenta…”.
Profundas y muy necesarias son estas palabras de Martí sobre el amor. Y muy profundo y necesario es el amor que debemos llevar dentro y enarbolar diariamente, para entregarlo a las personas que nos rodean, o tal vez a esas que casualmente se cruzan con nosotros en un parque, en un ómnibus, en una calle…, o simplemente, prodigarlo, cada vez más enérgico, en el cumplimiento y realización de nuestros proyectos y metas, presentes y futuros.
Entonces, en cualquier rincón que nos encontremos, lejano o cercano, brotará más esplendoroso este valor, porque “LA ÚNICA VERDAD DE ESTA VIDA, Y LA ÚNICA FUERZA, ES EL AMOR…”.