Por qué se celebra el Séptimo Congreso del Partido Comunista de Cuba en los días de abril

Abril de 1961 (hace 55 años), fue un mes de definiciones para la Revolución Cubana. Así lo destacó Fidel Castro: “En Girón se proclamó el Carácter Socialista de nuestra Revolución, en Girón prácticamente se forjó nuestro Partido. Por aquella época trabajábamos precisamente en la tarea de unir las fuerzas revolucionarias en una sola organización, bajo una sola dirección».

«Podemos decir por ello que, coincidiendo con ese momento en que llevábamos adelante esa tarea, quedó forjado nuestro Partido. Por eso se considera el 16 de abril, fecha de proclamación del Carácter Socialista de nuestra Revolución, como la fecha de la fundación de nuestro Partido».

La Revolución Cubana y el PCC se habían nutrido de la savia del Apóstol José Martí, de la tradición del Partido Revolucionario Cuba (PRC), y de las luchas de los abnegados comunistas de 1925 que fundaron la primera asociación de ese tipo en Cuba, de ese legado nació la organización que hoy nos guía.

Fieles a esos axiomas transcurre el Séptimo Congreso del Partido, que constituye un espacio de diálogo y reflexión y demuestra el valor de la unidad de los cubanos en torno a su vanguardia, que les ha permitido sortear los mayores obstáculos. Además de haber logrado, en medio del bloqueo implacable, emprender un proyecto social socialista con avances que para otros en el mundo son todavía sueños.

El Portal de la Radio Cubana tiene la posibilidad de compartir dos trabajos rescatados por sus periodistas de los periódicos de la época, los cuales permiten aquilatar a todas luces la importancia de ese acontecimiento histórico y el valor de nuestro pueblo ante la invasión.

“Historia de una invasión”, texto de Fidel Castro, publicado en el periódico Revolución, es un relato tomado del trascendente informe al pueblo, hecho por nuestro Comandante en Jefe a través de la televisión. (Fragmentos).

(En el texto Fidel Castro argumenta por qué la población en la Ciénaga de Zapata estuvo al lado de la Revolución), pues había sido redimida por esta “de la peor miseria, del peor aislamiento”.

“Allí se morían los niños sin posibilidad de llevarlos al médico, porque tardaba tres días cualquier persona en llegar a la civilización en determinadas zonas de la Ciénaga de Zapata. Yo me acuerdo que conversando con unos campesinos de aquella zona, por esa zona da Santo Tomás, me dijeron: ‘mire, el hombre resiste más que el perro, porque aquí hay perros que se murieron de hambre y nosotros no nos morimos de hambre’”.

“La campaña de alfabetización que se estaba desarrollando en esos lugares era una cosa fantástica; era uno de los lugares pilotos de la campaña de alfabetización. Todos estos pueblos, Jagüey Grande, Covadonga, Australia, todos estos pueblos de por aquí no tenían acceso al mar, eran ciénagas exclusivamente. Ahora toda esta gente tiene acceso a la playa (a Playa Girón y Playa Larga), van miles de personas los domingos, aun cuando no está terminado”.

“Hay trescientos hijos e hijas de campesinos de la Ciénaga estudiando en La Habana (…) Por cierto que a dos de esas niñas que estaban aquí, a la madre la mataron en el ataque aéreo los mercenarios. Hay una historia de una de las hermanitas de ellas, que tenía obsesión con que le compraran unos zapatos blancos. Por fin los padres le habían comprado un par de zapatos, y en medio del bombardeo la niña lo que quería era buscar los zapatos blancos, ir a buscar los zapatos blancos a la casa. Por fin recogió los zapatos, incluso ametrallados, casi destruidos. Y la madre de esa niña, la perdieron en el ataque de los mercenarios allí”.

“Pero era el hecho que había doscientos maestros en la Ciénaga de Zapata, y trescientos hijos de campesinos estudiando en La Habana, en la zona esa de Cubanacán, y el standard de vida de toda esa población altísimo: caminos, médicos, trabajo. Se había convertido la Ciénaga de Zapata en un lugar de los más visitados. Esa es la situación donde estos mercenarios desembarcan (…) Allí, nada menos que allí en Girón y la Ciénaga, lugares que hemos llenado de carreteras, en un pueblo construido por entero por la Revolución (…) el lugar donde más se ha hecho en menos tiempo-, posiblemente en ningún lugar del mundo se haya hecho más por una población, que lo que se ha hecho por la Ciénaga de Zapata en dos años (…)».

(En este apartado Fidel analiza estratégica y estadísticamente las acciones de Playa Girón) y destaca: “Es, que para el número de hombres, el equipo de armamentos… una cantidad fabulosa de ametralladoras. En ninguna guerra, ninguna unidad del ejército americano tenía el equipo de combate que les entregaron a los mercenarios.

“Indiscutiblemente que se caracterizó toda esta lucha por el heroísmo de los combatientes. Los pilotos, porque estaban condenados a una lucha a muerte, saliendo incesantemente sin relevo a combatir a un enemigo que se relevaba y que tenía más aviones que nosotros; la infantería, atacando posiciones que estaban completamente dominadas por el fuego enemigo, pero que avanzando y avanzando lograron ir quitándoles una a una las posiciones, y destruir totalmente la invasión. (…) La infantería combatió también con mucho valor y con mucha eficacia”.

“La aviación jugó un papel decisivo en la destrucción de las fuerzas, porque les impidió desembarcar algunas unidades, y les impidió desembarcar los suministros, el parque, y además los desmoralizó mucho, porque ellos, naturalmente, todos sus cálculos los hacían sobre la base de un total dominio del aire”.

“¡Empate los alambritos!”

El heroísmo no estaba relacionado allá por la base aérea de San Antonio de los Baños en los días dramáticos de la invasión.

Raúl Curbelo, el Ministro de Comunicaciones, improvisado en esas jornadas como jefe de operaciones de la fuerza aérea cubana, nos relata un incidente formidable.

Guerrero, uno de los valientes pilotos en operaciones, regresaba al campo en un “chorro” el martes 19, con el tanque hidráulico perforado por el fuego antiaéreo del enemigo. Había tratado inútilmente de sacar el tren de aterrizaje. El mecanismo no respondía.

Por radio, Curbelo le daba instrucciones:

-¡Guerrero!, ¡Guerrero!, ¡Es una orden! ¡Lánzate en paracaídas! ¡Olvídate del avión y tírate!.

El “chorro” continuaba haciendo círculos sobre la base.

Guerrero se mantenía silencioso. Abajo, en la torre de mando, todos sabían que el muchacho se empeñaba por ensayar un aterrizaje forzoso.

De algún rincón surgió entonces un mecánico. Le pidió el micrófono al Ministro. Curbelo, sin articular palabra, se lo entregó:

-Teniente Guerrero, teniente Guerrero -llamó el mecánico-.

Óigame bien lo que le estoy diciendo: busque los alambritos por la parte de abajo. ¿Ya? ¿Me oyó? Pues empate los alambritos y apriete los botones…

Segundos, quizás minutos de silencio.

Desde abajo, el personal observó cómo el T-33 iba sacando lentamente el tren de aterrizaje. Instantes después, Guerrero saltaba sonriendo de la cabina, ya en tierra. 

Autor