El Kinde, entre la risa y el deber

Pero mucho más que sufrir y no creer que se ha ido, es bueno aprender de él la lección de la madrugada constante que venció sobre el cansancio. Mucho más que sufrir y no creer que se ha ido, es darnos cuenta ahora (aunque sea tarde ya), de que El Kinde pudo pedir lo que quizás nunca pidió; tal vez nos faltó un elogio de más o sencillamente agradecerle muchas veces por engalanar el respeto que profesó hacia los que dependimos de su oficio, porque, a decir verdad, nuestra obra, efectiva o no, pasó por sus manos.

Pero nos sucede que a partir de ahora, poco a poco notaremos que, con su partida, El Kinde se llevó consigo memorias y anécdotas de todo lo que anidó con su larga experiencia profesional, entre ellas se llevó un pedacito de la historia del Haciendo Radio de las últimas décadas, programa al que dedicó su mejor deseo.

Tendrán que pasar muchas madrugadas y amaneceres para que aprendamos a levantar del recuerdo al jaranero sencillo y modestísimo que, además de colocar en el espacio el sonido de su época; en medio del trabajo noticioso y nuestros duros esfuerzos por espantar el sueño, resistió estoico y sonriente los embates de quienes solíamos experimentar en él lo que podría calificarse como “el fuego feroz de la artillería de la broma”.

Para él, para El Kinde, compañero, amigo, socio de brindis y deberes; la persistente manera de hacer la mejor radio. Y que nadie lo dude: mañana, a las 5 del despertar, El Kinde estará, como siempre, listo para dibujar en el aire, el próximo desafío de los cubanos.

Sus compañeros de Haciendo Radio.

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