Estrechando el marco o el cerco hacia la radio y la televisión, la evolución de estos medios, en tanto desarrollo integral, ha dependido más de la tecnología, de las relaciones comerciales y políticas que del devenir histórico del arte. Sin embargo, desde sus comienzos, los medios ejercen una influencia tal en los receptores que tempranamente se convierten en entes productores de lo entendido como “arte de los medios”; concepto que incluye e implica, entre otros, la validación de obras, autores, intérpretes y la propia crítica asociada a los mismos en una relación paradójica pues juzga mientras vende, complace mientras valida, se autovalida mientras divierte.
Y es que la crítica de arte especializada y la radio-televisión, los medios en cuestión, siempre han mantenido una relación sospechosa. Partiendo de lo evidente, los medios son representativos de un ente de poder, por lo mismo pretenden imponer un punto de vista, una filosofía, un dogma. Los más radicales procuran aglutinar las diversas tendencias en un punto de vista único, ejemplo de ello es lo sucedido con el “realismo socialista” en varios países. Otros, no menos radicales, se imponen desde el capital y desde allí implantan sus leyes. El capital le impone a los creadores qué arte producir, le otorga al producto mediático el status de mercancía a la que acuña un “certificado de garantía”: la crítica de arte, representativa de ese capital, generada desde y para los medios, con el objetivo de validar el producto del poder.
¿Qué permite tan macabro matrimonio? La propia naturaleza del arte y de la CA. Los mismos navegan en el campo de lo subjetivo, de lo intangible, de lo cuestionable incluyendo su razón ser.
Fuera del ámbito académico y literario la crítica de arte encuentra sustento en la tierra fértil de los medios. Esta relación lúdica se establece lejos del rigor de las aulas y en un ambiente laxo en lo ético y en herramientas de análisis.
La creación mediática es fruto de una praxis comúnmente desconocida para la CA que tiende a refugiarse en otras manifestaciones para intentar acercarse a los medios. Es así como la CA habla de guión desde la literatura, de fotografía desde la pintura, de música popular desde la música entendida como clásica, de puesta en cuadro desde la puesta en escena… evidenciando una profunda crisis en lo paradigmático, un inmovilismo que pretende abrazar el tronco cuando desde las ramas las aves salen volando.
¿Son, en esencia, muchos productos mediáticos arte que debe ser entendido desde otra mirada, desde otra observación?
De naturaleza colectiva, el arte de los medios, se hace complejo en su análisis por la habitual promiscuidad entre las especialidades que lo conforman. La CA tiende a buscar un autor, siempre allá en el “autor”, y menos en la coautoría de artes aplicadas. Un guión puede contener detalles precisos, de ritmo, fotografía, sonido, escenografía o puede que no contenga ninguno. No por ello dejará de nombrarse guión. La CA se refiere al guión como algo que ha visto y/o escuchado pero que nunca ha leído. Lo mismo sucede con otras especialidades que pueden quedar muy definidas en libros y créditos pero la verdad se encuentra distante aun cuando el crítico se haya formado dentro de los medios.
Esta particularidad de la creación mediática es variable en los productos y sus creadores, al no existir delimitaciones precisas se provoca que habitualmente la CA desconozca la génesis del producto analizado, que se mueva en terreno pantanoso y por consiguiente condene al sospechoso y no al culpable generando el descrédito de la CA ante especialistas y realizadores.
Como consecuencia de lo anterior otra arista del problema. La CA que conoce sus carencias en este sentido tiende a generalizar. Para pisar terreno seguro se mueve y discursa a partir de paradigmas seculares o se abriga con ellos para ejercer de gendarme distanciándose cada vez más de sus objetivos, ahogándose en su propio ego.
Debemos tener claro que el arte producido en los medios discursa desde el consumo, desde la pretensión de un promedio cada vez más elevado de consumo. El consumismo. Por lo tanto amen de su morfología, de su corriente estética, la idea inicial no es producir obras de arte, el arte puede estar contenido pero no es condición indispensable, lo imprescindible es que logre una poderosa empatía con el receptor, una profunda comunicación que se hace efectiva en tanto sea mayor el número de receptores o consumidores que alcance.
Pero es inútil pretender que el arte esté divorciado del consumo. Está demostrado, no sólo desde el análisis del mercado del arte contenido también en los medios y convertido en producto mediático, que la creación humana no responde a condiciones antisépticas sino que es capaz de generarse a partir de los más variados escenarios.
Con las nuevas tecnologías y formas de comunicación devenidas la CA ha perdido la tribuna, su visión de “gran hermano”. O al menos comienza otra relación proxémica respecto a los públicos. Ahora el consumidor tiene derecho a réplica, a publicar su opinión, puede criticar a la CA, cuestiona su erudición, su gusto de clase y reclama su espacio dentro la CA. ¿Serán estos quienes logren desenredar la madeja? Será la pluralidad pragmática, serán otros paradigmas? Mientras descubre cómo encarar la realidad, la CA continuará su maridaje con los medios, continuará a la zaga.
Bibliografía:
Norma y transgresión en las artes plásticas. Un alegato por el artista que critica1 Ramón Almela.
STEINER, G. – Interpretar es juzgar
Tribbe, Mark; Reena Jana, Uta Grosenick. Arte y nuevas tecnologías.
ALABERN, Ll. – La crítica de arte a la deriva
CHIAVAZA, P. – Para qué sirve la crítica de arte hoy
ULMER, Gregory L. – El objeto de la poscrítica
1 Ponencia presentada en el Congreso Internacional «Universos Discursivos, la palabra que no cesa» Junio 2001 Puebla-Mexico DF