Miguel Matamoros: Cuando tú vayas a oriente

Allá en el Oriente, en Santiago de Cuba, nació y murió Miguel Matamoros, el artista que con la guitarra que aprendió a tocar de oído, sus inspiraciones y su voz, desbordó el pentagrama de interpretaciones y géneros inolvidables, elevados hoy a la categoría de clásicos de la música cubana. Su humilde cuna se meció en el barrio Los Hoyos, emblema asociado al carnaval, la trova y el baile. Era entonces el lejano mayo de 1894. 

Muchos oficios humildes precedieron a su consagración musical. Sus manos recibieron un primer bautismo en labores como carpintero, albañil y alfarero, entre otras, y de esa manera se coció en su alma como prenda madura la magia de sus inspiraciones.  Su aprendizaje callejero de la guitarra lo dotó de la más vital herramienta para revitalizar el Son, el Bolero, la Criolla y la Rumba, y esparcirlos con nuevos bríos por toda Cuba y el mundo. 

Su travesía musical fue encomiable. La inició en 1924 con su Trío Oriental secundado por Alfonso del Río y Miguel Bisbé. Con Bisbé se fue a La Habana y allá se les unió Rafael Cueto. El día de su cumpleaños en 1925 fundó el Trío Matamoros; desde entonces se hizo leyenda aquel trío de Siro, Cueto y Miguel. Tres años después emprendieron su primera gira por América Latina y los Estados Unidos.  

Sin deshacer el trío sumaron otros tres músicos para constituir el Sexteto Matamoros y así se presentaron en la Radio Cubana. 

El año 1945 vio nacer al Conjunto Matamoros; fue cuando Miguel le pidió al jovencito lajero Bartolomé Maximiliano Moré que formara para de la agrupación. En junio de aquel mismo año viajaron a México, donde Bartolomé permaneció se quedó por un tiempo y se consagró como solista para regresar y convertirse en el inmortal Benny Moré. 

Poco después aparecieron el Conjunto Baconao y el Cuarteto Maisí. Un disco tras otro atesoró aquellos éxitos inolvidables. El Trío Matamoros prevaleció repleto de gracia en sus melodías y ritmos. En los acordes de Lágrimas negras, Son de la loma, Mariposita de primavera, El trío y el ciclón, Mi veneración y muchas más creadas por Miguel, Cuba se hizo música una y otra vez. 

El 15 de abril de 1971 Miguel Matamoros dio su adiós a la vida. Lo hizo en el mismo Santiago de Cuba que casi setenta y siete años antes lo vio nacer,  donde recorría sus calles de niño con su guitarra y junto a ella aspiraba la música y la cadencia de su terruño oriental.  Miguel Matamoros finalizó su existencia material para cederle el puesto a su propia leyenda que perdura como signo de cubanía.

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