Una canción para Sigfredo Ariel

Y ninguna frase estaba tan bien colocada como “canciones memoriosas” que Robert Martín, Gladys Roque o María Gregoria pronunciaban en aquellos programas de Radio Ciudad, “desde el quinto piso del Edificio Ene”, donde la directora de esa época Edelsa Palacios reinaba como un hada madrina de poetas y narradores (Edelsa decía que Sigfredo convertía en oro todo lo que tocaba ).

Entonces, el fonógrafo imaginario de Sigfredo hacía sonar en el aire de La Habana las canciones de Lara y parecía que no había distancias entre el momento en que esas melodías se escucharon por primera vez y la audición radiofónica.

 

 

LA PRIMERA CANCION DE AGUSTIN LARA
La noche engendra música. A su imán
acuden las canciones memoriosas, el piano
desafinado, la guitara ya casi polvo, el violín
comido por los años, las maracas
que suenan como huesos. Y los ancianos
vamos a congregarnos en este círculo mágico.
Nos verá la espalda
el presente que nos asfixia, el agobio
de estar vivos aquí y ahora.
Sonará como entonces la blanda música.
Nos recubre esa vida que fue la nuestra
y mantiene a raya el sepulcro abierto.
Muchacha que hoy serás como fue mi abuela,
en esta noche tiene veinte años todavía.
Cómo impedir una lágrima cursi o dar las gracias
pues me quedé con tu rostro del 29.
Ahora, de pronto, casi en mi tumba, vuelves
en la canción tristísima. Por un momento
somos de nuevo los hermosos amantes.

(José Emilio Pacheco)

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