Enseñar es ante todo una obra de infinito amor
Como afirmara José Martí: “El maestro labra el alma de sus alumnos. La enseñanza- dijo-¿quién no lo sabe? Es ante todo una obra de infinito amor”. Por estos días todos rinden homenaje a los maestros a propósito de celebrarse su día en el país el 22 de diciembre. De ellos es preciso escribir todos los días por la importancia e impacto en la sociedad de la labor que realizan. Primero en las edades preescolares los niños se separan por primera vez de sus padres para ir al círculo infantil; allí es poco el tiempo que transcurre en la adaptación porque las educadoras de esas instituciones creadas por la Revolución, están preparadas pedagógicamente para adentrarlos en el mundo del saber y que se sientan como en sus propias casas. Luego transcurre la primaria. Aprenden a leer y a escribir para en un santiamén cursar esa enseñanza y luego de estudiar en la secundaria básica, egresar de esta convertidos en adolescentes. De manera útil y provechosa pasan el preuniversitario unos y otros la enseñanza técnica y profesional. Siempre al lado de los maestros. Muchos de ellos señalan que la mayor recompensa que reciben a lo largo de sus vidas es ver a sus alumnos convertidos en hombres y mujeres útiles a la sociedad donde viven, por ello guardan con infinito amor el recuerdo de esos encuentros en que los más jóvenes les preguntan: ¿Profe, usted no se acuerda de mí? El maestro es el ejemplo a seguir, el espejo en que se reflejan sus alumnos, la mano amiga; ellos tienen la responsabilidad del futuro de las naciones porque son los encargados de formar a las nuevas generaciones. Años atrás, el 5 de noviembre de 1961, la primicia de erradicar ese flagelo la tuvo el municipio de Melena del Sur, antigua provincia La …

