Ciro del Río, la última voz de Radio Rebelde (I)

Por: Alejandro Besada

A principios del año 1958, sonó por primera vez el Himno Invasor a través del éter. Radio Rebelde irrumpió en el mundo de la comunicación en Cuba desde la Sierra Maestra, a partir de la voluntad del Che y de hombres y mujeres que, desde el llano a lo más profundo de las montañas, lo hicieron posible.

Ciro del Río Guerra fue uno de aquellos guerrilleros que convirtieron la idea en realidad. Nacido cerca del poblado de Santa Rita, en Granma, creció en la finca de su abuela, en los montes. La Sierra no le era desconocida cuando a finales de 1957 decidió subir.

Han pasado 65 años desde aquella aventura que fue crear la emisora. Hoy, con 88, ya no podría volver a subir los transmisores a las montañas, pero desde su “puesto de mando”, en el sillón del portal de su casa, en una tranquila barriada del municipio Playa, Ciro recuerda la hazaña que fue crear Radio Rebelde. Él es el último testigo capaz de contarlo…

Al desembarcar Fidel, era tan grande la represión que había por Batista, que la gente estaba desesperada. Empezaron a manifestarse grupos clandestinos y a hacer sabotajes y a hacer atentados, y yo pertenecía a uno de esos grupos.

Me fui desarrollando en Santa Rita hasta que me incorporé a cuestiones clandestinas. Pero, cuando fui prácticamente descubierto me fui para la finca de mi abuela y de ahí para la Sierra.

Yo tenía un amigo, Eduardo Fernández Rodríguez, nosotros trabajábamos juntos en la actividad clandestina. Por entonces, él era técnico de radio y televisión y teníamos vínculos amistosos y familiares. Decidimos irnos para la Sierra a finales del 57.

Ciro del Río cuenta la historia sentado en la sala de estar. Es amplia, rodeada de muebles, con una mesita en el centro. Cubriendo las paredes, nos rodean diplomas y reconocimientos, y, sobre todo, fotografías de la lucha, del ejército, enmarcadas, en blanco y negro. Una de ellas, “de cuando se creó la división de tanques”, salta a la vista nada más entrar a la casa.

Llegamos a allá (a la Sierra Maestra), pero no encontramos a las tropas. Estaban para el combate de El Uvero. Nosotros estuvimos un tiempo allí y bajamos esperando tener contacto. Hasta que yo, como tenía familia en la Sierra, subí de nuevo y llegué a La Pata de la Mesa, donde encontré al Che, que ya había sido nombrado Jefe de la Columna 4.

Entonces, le planteé la idea que llevábamos, de establecer un medio de comunicación con un equipo de radio, entre tropas, entre pelotones. A él le interesó mucho y le expliqué la posibilidad que yo tenía de establecer una cadena con los familiares y el contacto con Eduardo. Me mandó a buscar a Eduardo y a Hugo, mi hermano.

Nos pusimos de acuerdo– La reunión tuvo lugar entre el 4 y el 5 de enero de 1958. Cerca de El Hombrito, Eduardo Fernández expuso sus ideas al Che. Este último lo puso en contacto con René Ramos Latour, en Santiago de Cuba.

Eduardo vino a La Habana, compró los equipos y yo me quedé estableciendo la cadena de enlaces para cuando llegara.
Él va con los equipos hasta Contramaestre. Allí estaba Edi, mi otro hermano, en la casa de un revolucionario, y le explicó cómo yo tenía organizado el sistema de encuentro.

A través de mi familia, mis abuelos, mi mamá y primos que vivían en la Sierra, establecimos el contacto y así fue como llevamos los equipos, la planta de radio, la planta eléctrica…, en una mula hasta el Alto de Conrado.

Una mula a la que pusimos Belleza– se sonríe recordando aquella subida-. La teníamos en casa de mi abuela esperando para cargar el equipo porque era muy pesado.

Entre el 16 y el 17 de febrero llegaron a La Pata de la Mesa. Poco después arribaron a Alto de Conrado, donde terminó por instalarse el equipo: un transmisor Collins, modelo 32B2 de baja y mediana potencia, al que lograron sacar de 120 a 130 volt en la antena; una planta eléctrica Jonand de un kilovatio, de gasolina; un tocadiscos y algunos bombillos.

La forma en que Ciro narra no parece reflejar lo extremo de la experiencia, ni el estrés, ni el miedo. Eso sí, durante toda la conversación no se ha acomodado ni un momento en la silla. El señor de rostro delgado y arrugado por los años, afable y melancólico, parece dispuesto a saltar del borde del asiento, si la ocasión lo amerita. Alguna reminiscencia de cuando las balas no daban descanso ni desahogo.

Ya en Alto de Conrado se le avisó al Che. Él vino y vio las cosas. Le gustó todo y le avisó a Fidel. Hicimos algunas transmisiones de prueba, para ver si tenía salida en el lugar que estábamos, porque era una pequeña elevación y las montañas no te dejaban salir la señal.
Llegamos a comunicarnos con Nicaragua, Venezuela…, pero como radioaficionados‒ a lo largo de la guerra, sus transmisiones llegaron a Colombia, Chile, México, Perú, etc.-. Se hizo contacto con el movimiento clandestino que había en esos países y por medio de códigos se comunicaban, para no dar a conocer el carácter de nuestra radio y que la aviación no fuera a bombardearla.

Finalmente, el 24 de febrero de 1958 salió al aire la primera transmisión oficial con las notas del Himno Invasor. Se incluyó un parte de guerra sobre el combate de Pino del Agua y otras acciones realizadas por la Columna 4, así como un comentario referente a las efemérides del 24 de febrero y las razones del surgimiento de la emisora.

Al principio me comentaba que lo habían pensado como una forma de comunicación entre los mismos guerrilleros. ¿Qué cambió?

Esa fue la idea que yo pensé cuando hablé con el Che, pero ya él, mirando más lejos, empezó a hacer pruebas de comunicación y se dio cuenta de las potencialidades. Ahí fue cuando mandó a buscar a Orestes Valera y a Ricardo Martínez, para que se hicieran cargo como locutores.

El Che decidió crear un equipo para atender la operación de la planta y la elaboración de los programas. Luis Orlando Rodríguez fue designado director, Orestes Valera y Ricardo Martínez fueron los primeros locutores y Eduardo Fernández, el técnico. Posteriormente, se incorporaron otros nombres como Olga Guevara, Violeta Casals, Jorge Enrique Mendoza y Guillermo Pérez.

 

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