Cuba no es el único país del mundo que sufre las injustas medidas punitivas de Estados Unidos, pero sí el que padece el asedio más largo de parte de la mayor potencia del planeta.
Por: Marina Menéndez
La comparación, formulada en una intervención reciente por el Presidente Miguel Díaz-Canel, ilustra el fracaso al pretender rendirnos, y también la estirpe del pueblo que resiste ese embate: es una guerra no declarada y desigual que persigue derrotarnos por hambre, por cansancio.
El informe que otra vez, este año, detalla las consecuencias de esa política al Secretario General de la ONU, refleja con cifras y ejemplos el peso del bloqueo en nuestra sociedad.
Saber que solo en el sector de la salud causó pérdidas por más de 239 mil millones de dólares durante 2022, muestra su carácter criminal y violatorio de los derechos humanos de nuestro pueblo.
Es real
Quizá sorprenda que la economía pudo crecer un 9 por ciento el año pasado si no hubiese bloqueo.
Su vigencia data de 1962, cuando John F. Kennedy firmó la disposición legal que impuso esa política, a lo que se agregaron otras medidas que hicieron del bloqueo una madeja de prohibiciones.
Más recientemente, la injusta inclusión de Cuba en la lista de Estados promotores del terrorismo, ha significado nuevas restricciones.
Esas verdades estarán ante el mundo en los primeros días de noviembre, cuando la Asamblea General de la ONU vuelva a votar la resolución sobre la necesidad de poner fin a esa política genocida.
Como en una treintena de veces anteriores, la mayor parte del planeta volverá a estar con Cuba, y Estados Unidos será el criminal en el banquillo, ejecutor de una política obsoleta en el afán de rendirnos, pero real y muy dañina.