El llamado perenne de una tradición

Después de más de una década sin celebrarse, al final del año pasado se celebró el Festival Nacional de la Radio cubana en la oriental provincia de Holguín. Y obviamente que respondimos al perenne llamado de esa tradición tan de los holguineros de subir la muy célebre Loma de la Cruz.

Allí se produjo un hecho que los radialistas holguineros consideraron histórico, la maestra y Premio Nacional de la Radio la nonagenaria Carmen Solar, no soportó la tentación y subió al escenario a cantar y bailar.

Por estos días de mayo la Loma de Holguín adquiere protagonismo en los medios masivos de comunicación porque se convierte en el principal escenario del más grande festival que organizan los jóvenes artistas y promotores culturales del país, las “Romerías de Mayo”.

Desde aquella visita de los colegas radialistas del país, este cronista adquirió una deuda que le es grata de saldar, narrar la historia de la loma holguinera y de cómo aquel festival nació en la radio de aquella provincia. Lo haré en este y las cuatro publicaciones siguientes.

La loma y su escalinata de cuatrocientos y pico de escalones, es el primer personaje de la ciudad. Los demás, consciente o inconcientemente, somos los otros y no hay otra opción; en Holguín vivimos prendidos a ella. De ella adquirimos su calidad natural, su fragancia y su tristeza, su esplendidez y su mansedumbre. Los holguineros u holguinenses, (como se decía antes), somos fruto del cerro silencioso y fruto al fin y al cabo, nos nutrimos de su savia y nos prendemos de sus ramas.

Sus laderas, unas veces pobladas de árboles y otras sin ninguno, sirve de escenario para que las acaloradas mentes de los vecinos ubiquen allí mentirosos hechos de sangre. Lo otro es la escalinata agobiante cuando de subirla se trata; en ella se han iniciado al sexo muchos adolescentes (quien escribe estas letras entre ellos, aunque hayan pasado varios años de aquella inolvidable vez…)

Sola y larga, la escalera por donde subimos insistentemente parece una cicatriz… subimos, vamos hasta la cima, supongo, para  desde arriba ver la ciudad allá abajo, dormidita en el valle, como si fuera mar casi verde. Desde “La Loma” Holguín es mapa en relieve y mientras, el viento alto besa y limpia.

La ciudad creció geométrica dentro del hueco llano que conforman las lomas protectoras y maternales que nos rodean, (que son varias, muchas, aunque nosotros solamente le prestemos atención a dos de ellas, la que llamamos el Fraile por un hecho ocurrido hace siglos y que al conocerlo más parece leyenda que realidad, y la del Cerro). Aseguran los historiadores que la rectitud de las calles se logró dibujándolas mirando desde la Loma.

Al paso de los años, (tres siglos), Holguín sobrepasó sus límites coloniales y, envalentonada, creció prepotente y coqueta, dejándose mirar desde el cerro que no es varón sino hembra, loma, muchacha coqueta, que solo es feliz cuando la suben, la montan. Para atraer, la loma entrega a cambio el regocijo de ser dueños, por un rato, de la ciudad geométricamente recta y con sus esquina de 90º aprisionada en el caos de los barrios posteriores nacidos sin líneas.

El Cerro es nuestro destino perpetuo por ser el holguinero un ser de tierra adentro en esta isla estrecha que habitamos. Es en la cima de “La Loma” adonde con mayor calidad llega el olor del mar que desde Gibara trae el viento.

Subimos al cerro-loma, casi estoy seguro, para adquirir la ciudad entera sin sus palabras usuales, para poseerla acostada sobre su geografía, para cerca del cielo fabricarle un alma que cubra los tejados, que arrope los nidos que los gorriones colocaron en los viejos techos, que pula los fondos pedregosos de los aljibes y las piedras incrustadas en los patios…

Visión de la Loma de la Cruz holguinera desde Radio Enciclopedia, Cuba


Por eso o por (aunque debí decir “y por”) el llamado perenne del reino de la tradición. Se sube para ser el autor de la ciudad, y porque es imposible negarse al viaje maravilloso de las posibilidades más impredecibles. Se sube (y lo hacemos sin miedo al dolor en los músculos de las piernas), porque en la cima del cerro es posible fabricar fábulas y narrarlas a los vecinos por encima de sus hombros.

(Continuará)

Autor

  • César Hidalgo Torres

    César Hidalgo Torres (Holguin, 1965) Graduado de la Facultad de Comunicación Audiovisual de la Universidad de las Artes, profesor de Guión e Historia de los Medios de Comunicación en esa misma casa de estudios. Por más de 30 años ha trabajado en la radio. Multipremiado en Festivales y otros concursos. Miembro de la UNEAC

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