El tiempo borró los colores. Mirar ese pequeño trozo que guarda tanta historia sobrecoge de cierta manera y, también, motiva las más disímiles preguntas.
Por: Luis Raúl Vázquez Múñoz
Pues ese trocito de tela de apenas 40 milímetros en su parte superior, 35 en la inferior y 25 de alto pertenece a la camiseta que llevaba Antonio Maceo y Grajales el día de su caída en combate el 7 de diciembre de 1896 en los campos de San Pedro.
«Es una verdadera reliquia y con un valor tremendo para Cuba», expresa José Luis León Hidalgo, museólogo del Museo Provincial de Historia Coronel Simón Reyes Hernández, en Ciego de Ávila, donde se guarda la pieza.
Sin embargo, ¿cómo llegó esa pieza a la institución avileña? ¿Quiénes eran sus propietarios y cómo la obtuvieron? Pero, además, ¿qué información respalda su autenticidad?
Ante los héroes
Mientras revisa la documentación, Elsa Viol Cárdenas, museóloga del Simón Reyes Hernández, refiere que el objeto se obtuvo por la dirección provincial de Patrimonio mediante compra a la familia Arredondo Miranda el 30 de junio de 1993.
Otros datos son reveladores de su autenticidad. El fragmento se halla incrustado en una pequeña bandera cubana; la cual, a su vez, está insertada a un documento donde se describe su origen y firmado por quien hizo el donativo original: Salvador Cisneros Betancourt, el presidente de la República de Cuba en Armas.
En uno de sus párrafos se lee en letra impresa:
«El día de la exhumación de tan preciados despojos, el 17 de septiembre de 1899, se encontraron con ellos restos de la camiseta; y una pequeña parte de esta, a la cual pertenece la que aquí acompaño, me fue allí mismo dedicada y entregada, según consta en acta al efecto levantada, por el Notario Sr. Gaspar Barona».
Y más adelante declara:
«Y yo, para acreditar la autenticidad de este Recuerdo, firmo de mi propia mano este documento en “El Cacahual”, en la capilla ardiente donde hago guardia de honor a los restos mortales de aquellos héroes, el 19 de septiembre de 1899».
Seguidamente se ven unos trazos casi ilegibles por el tiempo, aunque todavía capaces de exhibir la caligrafía cuidadosa de uno de los grandes patriotas cubanos.
Los colores de San Pedro
En el documento se afirma que la camiseta era azul. Sin embargo, hoy ese color se ha convertido en una sombra grisácea.
Algunos tonos más oscuros invitan a pensar en los colores adquiridos al ser regado el fragmento con la sangre de Maceo.
Se sabe que la muerte del Titán de Bronce ocurrió en momentos en que los mambises cortaban una cerca para dar una carga de caballería.
Su fallecimiento provocó una desbandada. Cuando el comandante Juan Manuel Sánchez salía por el portillo por donde entró Maceo, se cruzó con el capitán Francisco (Panchito) Gómez Toro, hijo del Generalísimo Máximo Gómez Báez.
Al preguntarle a dónde iba, escuchó: «A morir al lado del general». Panchito no debía combatir. Por órdenes directas del Titán, debía permanecer en el campamento, pues se encontraba convaleciente de una herida recibida en el hombro durante el combate de La Gobernadora o Vejerano en Pinar del Río, el 3 de diciembre de 1896.
Por esa razón llevaba el brazo en cabestrillo, lo que le imposibilitó mover el cuerpo de 220 libras de peso en medio de una lluvia de disparos.
Allí recibió dos heridas de balas, intentó suicidarse con arma blanca y fue rematado de un golpe de machete por el guerrillero de origen canario Juan Santana Torres, práctico del Batallón de San Quintín, según apuntó el historiador Francisco Pérez Guzmán en su libro La guerra en La Habana.
Las huellas del Titán
En su excelente reportaje, La última vestidura del general, del periodista Dariel Pradas, el especialista principal del Archivo Histórico de la Oficina del Historiador de La Habana, Alexis Placencia, asegura que en el país existen al menos tres ejemplares similares al trozo que custodia el museo avileño.
Uno se guarda en el Archivo Nacional de Cuba; otro en el Museo de la Revolución y un tercero en la Oficina del Historiador de La Habana.
De acuerdo con las declaraciones, todas estas piezas están acompañadas de un certificado expedido por Salvador Cisneros Betancourt.
José Luis León, por su parte, menciona la existencia de otro resto de la camiseta en el Museo Bacardí de Santiago de Cuba, apoyado en la información aportada en el libro Aproximaciones a los Maceo, coordinado por los profesores Olga Portuondo Zúñiga, Israel Escalona Chávez y Manuel Fernández Carcasés.
Si esta última pieza pertenecía o no a Cisneros Betancourt es algo a precisar, junto a las personas o instituciones a las cuales el presidente mambí decidió donar partes de una prenda tan significativa.
En el caso del fragmento avileño, el historiador José Martín Suárez Álvarez pudo precisar varios detalles a partir del encabezamiento del certificado, donde el Marqués de Santa Lucía hace constar que hace entrega del recuerdo al periódico camagüeyano El Cuje, al cual nombra «Campeón de Cuba Independiente».
Señala Martín Suárez en un artículo publicado en el portal Cubarte, que ese rotativo fue fundado y administrado por el oficial del Ejército Libertador Gaspar Arredondo y Miranda, quien desempeñó cargos en el gobierno de la República de Cuba en Armas.
Para finales del siglo XIX, la familia Arredondo Miranda gozaba de reconocimiento por su labor independentista, pues el hermano de Gaspar, Tomás, también había sido mambí y representante del Partido Revolucionario Cubano en Venezuela.
Pero, quizá, el elemento principal que motivó el cumplido de Cisneros fue la labor de denuncia realizada por El Cuje contra la intervención norteamericana en Cuba.
De acuerdo con un artículo publicado en el periódico Invasor, el periodista e historiador José Antonio Quintana García señala, a partir de la información contenida en el libro La prensa camagüeyana del siglo XIX, del investigador Eduardo Labrada, que El Cuje enfrentó abiertamente la ocupación estadounidense y con una fuerza que inspiró a otras publicaciones.
De ahí se presume el origen del calificativo de Campeón de Cuba hecho por Salvador Cisneros cuando emitió el certificado en 1899.
Así las cosas, pocos años más tarde, en 1905, Gaspar Arredondo y Miranda llegaba a un caserío ubicado a 110 kilómetros de la ciudad de Camagüey, que para entonces cambiaba su aspecto con rapidez con la construcción vertiginosa de centrales y líneas férreas.
Allí fundaría el periódico El Pueblo. En sus maletas, en un cuadro con marcos de color beige, también llegaba a Ciego de Ávila uno de los objetos más sublimes de la historia de Cuba: un fragmento de la camiseta de Antonio Maceo.