Matanzas: donde hubo fuego, comunicación queda

Realmente, no sorprendió a nadie que la intervención de más calado teórico en el Coloquio Comunicación en tiempos de crisis, celebrado en Matanzas para discutir experiencias de la cobertura al incendio de la base de supertanqueros, fuera la de la vicepresidenta primera de la Upec nacional, Rosa Miriam Elizalde, quien estudió desde La Habana el intenso fuego de las redes y concluye que es cierto: «hay que hacer inversiones en los medios, pero esta guerra la ganamos».

«La cobertura ha levantado la autoestima del gremio en torno a sus valores profesionales. Comenzamos a comprender que no se trata de un medio sobre otro, sino de participar en una nueva arquitectura de comunicación. No hay política sin comunicación», dijo Rosa Miriam, quien —parodiando una conocida canción de Silvio Rodríguez— confesó que a raíz del accidente le estremecieron un montón de…periodistas.

Ciertamente, gestos de solidaridad citados por ella, como el de Yirmara Torres, la presidenta de la Upec en Matanzas, quien puso en función de otros no solo su pluma y su carro, sino hasta su propia casa, confirman esa conmoción. Esos desprendimientos humanos locales, hasta hogareños —¡Abdiel Bermúdez, que como todos los refuerzos llegó ligero de equipaje, salió en cámara con camisas prestadas por otros!— explican mejor que nada cómo fue que vencimos las etiquetas (y a los etiquetadores) del odio.

Lo explicó Rosa Miriam: nuestra temprana activación periodística desplazó en seguida un par de etiquetas —de cuyo nombre no quiero acordarme— tóxicas, para im/poner a los ojos del mundo la auténtica #FuerzaMatanzas, que les ganó la pelea en redes, a razón de 10 carreras del «equipo Cuba» contra una del contrario.

De ese modo, mientras desde el odio quisieron convencer de la incapacidad del Gobierno cubano para detener el incendio, desde herramientas profesionales basadas en el amor a esta tierra presentamos al mundo al presidente Díaz-Canel liderando en el peligro, a nuestros heroicos bomberos actuando y la preocupación general por sus familias, a las autoridades como fuentes primarias de información y a la colaboración internacional echando una mano, así como presentamos la no contaminación de la bahía y las sanciones del bloqueo como responsables directas o indirectas del incendio y de otros sufrimientos cubanos.

¿Cómo se hizo? Rosa Miriam lo dijo: con un trabajo coral, en medios tradicionales y en redes. Un patrimonio profesional, dijo, que «no apareció en el incendio; estaba ahí, venía de antes».

Es el mismo orgullo gremial que confesó el presidente nacional de la Upec, Ricardo Ronquillo Bello, quien no se cansa de repetir su idea de que, mientras más anda el país, más respeta a los profesionales de la prensa. Y como no cesa de recorrer… el respeto no se agota. Ronquillo, que estuvo par de veces en Matanzas mientras el fuego picaba en la piel de toda Cuba, refirió la combinación de valor y ética con que los reporteros enfrentaron esa cobertura.

«En situaciones difíciles, faltándonos casi todo, nuestros periodistas y medios no solo cumplen su deber, sino que además vencen toda la maldad que otros intentan colocar sobre los hechos», dijo el presidente. A raíz del incendio —recordó— muchos llegaron espontáneamente a las redacciones a pedir un puesto en la cobertura.

Fueron ellos los autores de estampas que quedaron —típico sello del periodista— detrás de las cámaras que enfocan rostros de compatriotas, silentes entre las voces de otros y ocultas bajo el colchón de los párrafos que narran la épica del prójimo. La joven colega que, mientras «corría literalmente por su vida», pensaba solo en su hija; el camarógrafo que, con piel lastimada, todavía vetada a los abrazos, contaba que al llegar solo se puso a tomar planos hasta que «todo se le alumbró», el estudiante de periodismo que pareció un profesional, frente al peligro.

Hubo más en el paisaje de la prensa: el cuadro del Partido en Matanzas que se hizo chofer de reporteros, la comunicadora del Gobierno que acompañò al pie de la noticia quemante y los trabajadores por cuenta propia que, de tanto apoyo, se volvieron colegas en causa de cuenta colectiva.

Por lo que valen todos ellos, es que el periodista Abdiel Bermúdez recordaba en el coloquio la primera misión en estos eventos: reportar con vida. Tras destacar la integración entre los colegas de medios locales y los de medios nacionales que llegaron solo a apoyar su gran trabajo, Abdiel comentó que, tan importante como habilitar una sala de situación que viabilice informes integrales, es que los propios periodistas sean conscientes de los lìmites que, para su propia seguridad, imponen tales eventos.

En opiniòn de Abdiel, esta difícil cobertura revalidó el papel de las redes sociales, que permitieron «pasar la seña» —frase que recuerda la concordancia en combate defendida por José Martí— desde reporteros con acceso a fuentes claves hasta otros que, igualmente en cobertura, no la tuvieron.

La tensa situación logística de los medios para encarar situaciones como este incendio fue referida por Yeilén Calvo, del periódico Granma, quien considera que se requiere un protocolo más completo para la actuación en tales circunstancias. En tanto, a su colega del propio medio Ventura de Jesús le angustia —más que preocuparle— qué puede pasarle al país cuando el valor de combate es más rápido que la evaluación del peligro.

Los directores de Radio 26 —recibió diploma por el centenario de ese medio en Cuba—, TV Yumurí y del periódico Girón coincidieron en comentar un orgullo que rebasa sus medios y plantillas. Mientras el primero de estos medios destacó por el trabajo en redes y el segundo por el valioso patrimonio documental acopiado durante el suceso, el tercero brilló por su testimonio gráfico. El director de Girón comentó que su colectivo salía a la cobertura con ideas claras del tono, el diseño de géneros, según las capacidades individuales, y el tipo de historias a buscar en fuentes en el incendio y en otras periféricas.

En todos los casos, como en la agencia ACN, los periodistas dejaron a un lado vacaciones, enfermedades y apagones para hallar su puesto de respaldo. Al cabo, construyeron entre todos —con respaldo de «manos habaneras» que, ya se sabe, incluyen de por sí una enorme cantidad de colegas de toda Cuba establecidos en la capital— levantaron unidos la herramienta que asegura la victoria en la pelea de la comunicación anunciada por Rosa Miriam Elizalde: «un muro ético, sensible, de patriotismo y resistencia». ¿Habrá, para titular, fuego más intenso que ese?

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