Un oasis de paz en el dial

Por: Alejandro Besada

Helson Hernández baja del elevador junto con sus dos entrevistadas del día de hoy, jóvenes cantantes ambas, con las que habla y bromea. Irrumpe en el pequeño lobby de la emisora CMBF a toda velocidad. Ellas le siguen. Me ve. Me incluye en la comitiva y, después de los saludos protocolares, nos dirige a través de un estrecho pasillo a la cabina de grabación.

No para de hablar, su cabeza anda en mil cosas a la vez: programas, galas, radio, música, arte… Para colmo, su larga zancada y paso rápido aumentan la sensación de vértigo total. Una puerta, dos puertas. La CMBF ha sido su casa durante los últimos seis años, ya no se pierde en estos recovecos, como le ocurre a este recién llegado.

Llegamos a un descanso que da a tres habitaciones más a los lados. Por suerte, sobre una de ellas está el luminoso característico de las salas de grabación. Helson abre y entramos a la cabina de paredes azules y blancas de la Radio Musical Nacional, con el cristal que da a la sala de edición a la derecha de la entrada; en perpendicular a él, dos pares de mesas frente a frente, y varios micrófonos sobre ellas. Las jóvenes se sientan delante nuestro. Cuando Helson se acomoda, vuelve la calma.

El interés por el arte me viene desde niño. Mi padre es el actor Manuel Romero. Ha hecho cine, radio, televisión. Justamente, en ese periodo de mi niñez empezaba su carrera y yo iba a todas las filmaciones, y me acuerdo de esos grandes actores del momento. Yo era el niño que andaba siempre perdido de mano en mano.

Pienso que esa influencia de ver de cerca el proceso, de alguna manera, despertó algo que pudiera ya estar en mí.

El Helson que me habla obviamente ya no es un niño –tiene 47 años-, pero mantiene esa energía en los gestos de las manos, en los labios delgados y los ojos grandes, a pesar de las ojeras, las entradas pronunciadas y las arrugas de la cara y la frente.

Ya el interés por las bellas artes, digamos que es una cuestión que va en vena. Es una sensibilidad, una apreciación que nace con uno porque yo recuerdo que cuando pequeño a mí nada me llamaba la atención en la televisión. Absolutamente.

Yo no era de esos niños que se sentaban a ver los muñequitos. No tenía paciencia para soportarlos de principio a fin, pero cuando sonaba una cantante haciendo ópera o una música que me diera la idea de que fuera algo sinfónico, algo que tuviera que ver con el ballet, enseguida me mandaba a correr, soltaba lo que tenía en mis manos para pararme frente a la pantalla y mirar. Creo yo que eso es un instinto absolutamente natural que uno va desarrollando con el tiempo.

Helson habla al móvil sobre la mesa, pero aun así mantiene una distancia casi perfecta con el micrófono. De esos automatismos que se crean con la práctica de cerca de 30 años en el medio.

A la radio llego de una manera muy curiosa. Yo pasé mi preuniversitario en Nueva Paz, que lo inauguró el Comandante Fidel Castro con mi generación. Y había un programa, que ya no existe, que se transmitía, por la emisora Radio Cadena Habana, La Hora del Estudiante y su objetivo era que los preuniversitarios interactuaran con el conductor del espacio.

Shhhh…– mi entrevistado hace una breve pausa y, fugazmente, señala con el índice al resto del quorum en la sala, pidiendo silencio. Durante un breve instante, las jóvenes cantantes al otro lado de la cabina alzan la voz. Ante la breve indicación, ellas sonríen, callan y vuelven a los teléfonos.

Los silencios son fundamentales tanto en la música como en la radio, y Helson, que las dirigirá en su próxima gala, define cuando son necesarias sus voces. Por ahora, a las suaves palabras del locutor solo las acompaña, en el fondo, la programación habitual de la CMBF.

Había un corresponsal en cada pre, pero en el mío no. Un día, me tomé la atribución de llamar por teléfono y les dije, ‘yo quiero decir las informaciones del pre “Héroes de Angola”’. Esa gente sin averiguar quién yo era me sacó al aire y a partir de ahí yo empecé a robarme el show.

El desconocido estudiante les salía gratis, y además tenía una voz y una dicción privilegiadas. Alguien supo aprovechar su talento.

Recuerdo que la directora era Dania Aguilar, la responsable por la cual entré a la radio. Ella me invitó para que yo cubriera los quince días de vacaciones de la que era locutora en ese momento. Y fui e hice la conducción del programa. A partir de ese momento, se ocupó de guiarme y fui durante muchos años su asistente de dirección.

Esta tutela fue fundamental en sus inicios. Tanto que, pese a no estar titulado, fue uno de los pocos que entró “directo a conducir” en el programa “Buenos Días Ciudad” de Radio Ciudad de La Habana.

Por ahí, un poco fue mi acercamiento a la radio.

— ¿Cómo llega a CMBF?

Mi perfil siempre fue la cultura y las artes, y conduje durante 23 años un programa de ese corte en Radio Metropolitana llamado “Esta Mañana” –su espacio preferido. Fue el que me abrió la puerta a convertirme en el conductor que soy hoy; el pionero del que vinieron el resto de trabajos míos.

Pero comienzan a desarticularse muchas cosas, a partir de cambios en la dirección, y, en 2017, decidí irme a la búsqueda de otros espacios.

Por esos azares de la vida, me llama uno de los directores más emblemáticos de esta emisora, Jorge Pérez Jaime, para que sustituya al conductor de uno de los programas importantes de CMBF, Estudio 9.

Es el único espacio donde se hacen entrevistas, programas temáticos. La libertad de creación enamoró a Helson.

Me apasiona mucho porque me permite salir de CMBF y evadirme de ese esquema que es nada más presentar obras, con esa voz así anquilosada, etiquetada.

Desde que llegué lo he hecho a mi aire. Me gusta abordar las músicas del mundo. Por ejemplo, el fado portugués, la morna de Cabo Verde, el tango de Argentina. Esas músicas que son patrimonio de esos países, que cuando tú las reproduces, tocas también un tesoro de esas naciones. También la ópera, las músicas clásicas o de concierto.

Con esa conducción libre, he podido entrevistar a muchas personas interesantes, desde jóvenes hasta grandes luminarias. Me ha permitido llegar a gente con la que nunca soñé conversar; por ejemplo, la viuda de Ástor Piazzolla o el niño que inspiró su “Chiquilín de Bachín”, que ahora tiene como 64 años.

Hay dos entrevistas que no voy a olvidar nunca. La primera se la hice a una soprano de origen cubano, que pienso es ahora una de las más grandes: Lisette Oropesa. A pesar de ser muy inaccesible, la pude entrevistar. Le dedique dos horas de programa a través de Whatsapp, y no lo olvido porque recibí muchos mensajes emotivos de personas de su familia porque era la primera vez que se acercaba a Cuba.

Y la otra fue a Yolanda Hernández. Ella es una de las grandes divas de la ópera cubana y que lamentablemente no se habla mucho de ella porque su gran carrera la hizo en Europa. Cuando hice la entrevista quedé sorprendido de la grandeza que no le conocemos.

En varios momentos de la conversación, la puerta del estudio se abre. Siempre hay alguien buscando a Helson. Mi entrevistado hace un par de señas, como si no quisiera meter ruido a la grabación del móvil, y pospone esas conversaciones, a la par que mantiene el hilo de la historia.

Cuando entré a CMBF descubrí todo lo que uno aprende aquí y la preparación que se necesita. Tenemos que decir los nombres de los compositores y las obras en el idioma del país. No se traducen al español. Todo eso te obliga a tener una formación. Y me quedé aquí desarrollando esa especialidad dentro de la locución que es la construcción de espacios especializados en las artes.

— ¿Por qué ligar el arte, la música en particular, con la radio?

Yo diría mezclar el espectáculo con la radio, no tanto la música… Yo soy muy inquieto. Imagínate que vengo de la escena –fue durante muchos años bailarín del Ballet Laura Alonso. No muchos locutores tienen en su haber dicha formación.

Por tanto, me comporto como un artista, no solamente como locutor pasivo. Quedarse detrás de un micrófono como que sentía que faltaba algo.

Esa inquietud yo la exploto también desde la radio porque todos los espectáculos que produzco y dirijo salen con el sello de CMBF porque se gestan desde aquí. O sea, ha pasado de ser una emisora que programa desde la cabina, a transmitir en salas de concierto.

Aquí se ha aprendido a producir espectáculos. Generamos la idea, buscamos los artistas y los llevamos a la sala. Y eso después se graba para el patrimonio de la emisora y se transmite lo mismo en directo que reproduciendo después.

La idea de vincular la música con la radio es producir desde la radio. Esta última no solamente tiene por qué transmitir programas de estos esquemáticos desde el estudio, sino producir eventos que también pueda transmitir a la audiencia.

— ¿Cómo ha evolucionado la radio cubana desde su llegada hasta la actualidad?

En ese período, había mucha competitividad. Había que esforzarse mucho para poder llegar a las emisoras nacionales y ahora es muy fácil. A nosotros nos costaba más trabajo de llegar a un espacio de una emisora nacional y mucho más a conducir. Entonces, opino que se ha perdido hasta cierto punto ese rigor de la responsabilidad que conlleva pararse frente a un micrófono.

Muchas jóvenes generaciones vienen muy preparadas desde la universidad, pero no se puede olvidar que este también es un medio artístico, hay que tener una aptitud. No es suficiente tener el conocimiento.

También pienso que se ha perdido la identidad y estética de algunas emisoras. Cuando era más joven yo pasaba el dial y no tenía que esperar que el locutor dijera el nombre de la emisora. Con solo escuchar el sonido ya me daba cuenta de cuál era. Ahora eso no me sucede.

La manera de decir siempre definía a cada emisora y no se habla lo mismo en CMBF que en Radio Ciudad o Radio Rebelde o Progreso. Hay maneras muy particulares de asumir el habla incluso hasta el sonido de la voz y que ya yo pienso que eso con el tiempo se ha perdido un poco.

CMBF es una de las pocas emisoras, junto a Radio Reloj y Radio Enciclopedia, que han mantenido esa identidad de por vida. Esta emisora mantiene su manera de decir, aun cuando ha abierto su diapasón y ya reproduce música contemporánea, del mundo, etc.

Más allá de esa apertura que ha permitido a la emisora enriquecerse culturalmente, en una sociedad donde cada día los jóvenes escuchan menos radio, Helson entiende que salir del estudio es fundamental.

Mucha gente se sorprende cuando salgo a presentar un concierto en la Basílica y les digo, ‘ahora mismo pueden sacar su celular y ponerse los audífonos y poner 99.1 fm para escuchar el mismo concierto saliendo al aire’. La gente se sorprende. Empieza a sacar los celulares, a buscar.

Hacer controles remotos e ir a los conciertos y producir yo pienso que ha posibilitado que CMBF amplíe su diapasón de audiencia.

— ¿Qué representa CMBF para usted?

Yo no escuchaba CMBF antes de llegar aquí. Mi consumo era otro. Obviamente ha cambiado ese consumo, y me he dado cuenta del valor que tiene y de lo que representa.

Pienso que, en algún momento, en esta vida tan dinámica que tenemos, alguien que no sepa ni consuma la emisora moverá el dial por casualidad, y, si llega a ella, estoy seguro que se quedará porque no es menos cierto que esta música es regeneradora espiritualmente.

Miguel Barnet decía que es como un oasis de paz en el dial y, a la vez, es una escuela para la formación de todos aquellos que quieran de alguna manera ampliar sus conocimientos de cultura y arte. Nuestra programación enriquece los oídos y las almas.

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