Una marcha siempre nueva

La Caravana de la Libertad, encabezada por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en enero de 1959, constituye un hecho de singular naturaleza en la historia de Cuba y, posiblemente, en la historia universal contemporánea. A 65 años de su realización, reeditarla cada enero trasciende la propia marcha y la devuelve a la memoria siempre nueva.

Por: Elvis R. Rodríguez Rodríguez

En los días finales de diciembre de 1958 ya era inminente el triunfo de la Revolución, pues el poder estaba prácticamente en manos del Ejército Rebelde; en tanto las fuerzas de la tiranía batistiana, superior en recursos de todo tipo, con preparación militar profesional y el apoyo de Estados Unidos, habían sufrido una derrota imposible de revertir. Para salvarse, Batista abandonó el poder y huyó a República Dominicana. La maniobra del golpe de Estado había fracasado.

Por orden de Fidel, los comandantes Camilo y Che, al frente de sus respectivas columnas, avanzaban impetuosamente hacia la toma de la fortaleza de La Cabaña y Ciudad Libertad.

Simultáneamente, fuerzas del Directorio Revolucionario ocupaban puntos importantes en la capital. Por otra parte, el entusiasmo popular era inmenso, el liderazgo del Movimiento 26 de Julio y de Fidel en particular, no tenía paralelo. El escenario político-social era complejo y no exento de peligros.

Ante la situación en extremo complicada, acrecentada tras la traición del general Cantillo, y el golpe de Estado, traidor y amañado, dado en Columbia, Fidel decide avanzar hacia la capital con los tanques que estaban en la ciudad y habían sido puestos a su disposición, para prever en caso de que en La Habana el movimiento fracasase y hubiese necesidad de situar nuestra vanguardia lo más cerca posible de la capital. Y, además, para prever que no se fueran a realizar excesos en la ciudad de La Habana. Surge, de este modo, la idea de realizar la marcha en caravana desde Santiago de Cuba hasta La Habana, con esos dos objetivos.

Constituye un hecho de singular trascendencia y valor estratégico la decisión tomada por Fidel de no asumir el poder político, siendo el líder que derrotó al enemigo que había usurpado la presidencia mediante un golpe de Estado y había violentado el orden constitucional cubano, conociendo que de él dependería en lo adelante el destino de la Revolución. La historia no conoce de hechos de similar naturaleza.

Por su organización, carácter y contenido, la Caravana adquirió dimensiones extraordinarias, tanto en su composición interna y objetivos como en sus proyecciones estratégicas. De ahí que su concepción conjugue, en unidad indisoluble, el pensamiento político con el militar del Comandante en Jefe del Ejército Rebelde.

Como en los años de guerra, aunque ante un escenario nuevo, Fidel iba al frente, desafiando el peligro y en contacto directo con la gente, en esa relación tan íntima de identificción, en la que para él ese era su pueblo, y para el pueblo él era su líder.

A su idea responden la dirección y particularidades de la marcha, la composición de las fuerzas y medios, los encuentros con el pueblo, entrevistas con la prensa, reuniones con el Gobierno Provisional Revolucionario recién constituido y con los principales jefes ya asentados en La Habana, visitas de homenaje y también a instalaciones militares del ejército y la marina,  la estructura interna de la columna, la seguridad de la marcha y los descansos para la tropa.

Una característica esencial de este hecho es que comienza precisamente en la ciudad de Santiago de Cuba, declarada capital provisional, con un discurso de incalculables proyecciones ante una masa multitudinaria compacta y patriótica que lo hace suyo, y culmina en la ciudad de La Habana, capital de la República, con otro discurso de enorme repercusión político-ideológica y posturas raigales de la Revolución, ante miles y miles de personas que se han congregado en Ciudad Libertad para expresarle su apoyo y acompañarlo en el nuevo proyecto que se iniciaba.

En Santiago de Cuba anunció el comienzo de la marcha hasta La Habana. Al encuentro de la Caravana acudió el pueblo sin distinción de sexo, edad, color de la piel, creencias religiosas, concepciones ideológicas y militancias políticas, ocupación laboral, profesión y nivel cultural.

Este elemento estuvo presente durante todo el recorrido, en ciudades, pueblos, caseríos, bateyes y lugares por donde pasó, con expresiones de alegría y simpatía familiares sin par, muestras de cariño y afectos, sin que se presentasen provocaciones o actos de violencia contra ella. Por su carácter y naturaleza política, ideológica y social, la Caravana constituyó un acto de unidad nacional de gran magnitud, de identificación absoluta entre el pueblo y su líder.

Después de ella, los que acudieron a su encuentro ya no fueron iguales, como tampoco lo fueron, en lo adelante, quienes la conformaron. Fue tanto el impacto de la participación masiva del pueblo que el propio Fidel diría que a partir de ese momento se convenció de que ya no pertenecía solamente al Movimiento 26 de Julio, sino al pueblo de Cuba.

Por otra parte, la Caravana marcó el inicio de un nuevo proceso de dirección política en Cuba y dio continuidad al desmontaje del sistema político y sus estructuras territoriales de gobierno existentes entonces, a partir de las experiencias obtenidas tras el establecimiento del órgano de gobierno en la zona que abarcaba el Primer Frente de la Sierra Maestra, denominado Administración Civil de Territorios Liberados, extendido posteriormente a las demás áreas bajo control rebelde y enriquecidas en la práctica; como resultado de lo cual, mediante la Orden Militar del 28 de diciembre de 1958, del Comandante en Jefe, se aprobó el Reglamento Provisional de Administración Municipal, que primero fue aplicado en los territorios liberados y, posteriormente, a lo largo de todo el país, en los días iniciales de la victoria de enero de 1959.

A los integrantes de estos órganos se les denominó comisionados, y fueron los que sustituyeron a los personeros de la tiranía en la responsabilidad de alcalde y concejales. Simultáneamente, se fueron creando también las jefaturas militares.

Resulta interesante la estrategia trazada de incorporar en su composición, además, a miembros del ejército derrotado. Vencidos y vencedores se unían, en un acto sin precedentes en la historia, como componente esencial de una política sustentada en el trato humano y respetuoso hacia el adversario, ya aplicada durante los años de guerra, bajo el principio ético de que más que aliados, los militares honorables y los rebeldes fueran compañeros de una sola causa, la de Cuba.

No escatima esfuerzos para reunirse con los oficiales del  ejército en sus propios cuarteles. Recibido y acatado como líder de la Revolución, todos se pusieron, incondicionalmente, a sus órdenes; sus palabras persuaden, movilizan, ganan adeptos, unen voluntades.

Si bien los aspectos señalados son de alta significación política, no menos valor tienen aquellos dedicados a la exposición de la verdad, la definición de los principios y el carácter del proceso revolucionario, la unidad, tareas inmediatas, papel y lugar del pueblo, y el suyo propio, en los destinos de la Revolución, lugar y misiones del Ejército Rebelde, entre otros.

En tal sentido, llama poderosamente la atención el modo en que el jefe rebelde, sin dejar de serlo, pero ahora en su condición de máxima figura política del país, expone con absoluta claridad que la Revolución en lo adelante ha de guiarse y caracterizarse por hacer cosas que no se han hecho nunca.

En las intervenciones y entrevistas durante el recorrido, se aprecia un discurso cargado de verdades; esperanzador y movilizador de voluntades, aglutinador de fuerzas, de responsabilidad individual y colectiva ante la defensa de la obra recién iniciada, esclarecedor de peligros entre los cuales se destacan no cruzarse de brazo en los momentos decisivos;  actuar con lealtad y franqueza en todas las cosas; no llamar triunfo a lo que se obtenga con doblez y engaño; el verdadero orden es el que se basa en la libertad, en el respeto y en la justicia, y no en la fuerza; no hay otro compromiso que con el pueblo y con la nación cubana.

A la par expone otros principios que lo acompañaron siempre y debían estar presentes en los dirigentes políticos y jefes militares, cuyo valor trasciende hasta la actualidad y se proyectan con fuerza hacia el futuro.

Otros aspectos medulares expuestos por Fidel en su primer discurso público están relacionados con los institutos armados de la República, que, a su juicio, serían en el futuro modelos de instituciones, por su capacidad, educación e identificación con la causa del pueblo, así como con las cualidades éticas de los dirigentes y el valor de Cuba para la América entera: toda ella tiene sus ojos puestos en nosotros, toda ella nos acompaña con sus mejores deseos de triunfo, toda ella nos respaldará en nuestros momentos difíciles.

A 65 años, reeditarla cada enero trasciende su propia historia.

Autor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *