Aurora Pita: Flor cubano-española que nunca se marchitará

Sus padres se habían conocido y casado en La Habana, hasta que en 1932 regresan a España; él encuentra trabajo en Ferrol, pero al destacarse en el movimiento obrero es encarcelado y en medio de la espantosa destrucción y pobreza de Galicia, en su provincia La Coruña (pueblo de Perlío, municipio de Fene) nace el 15 de julio de 1936 su única hija: Aurora Pita Alonso.

A los tres días estalló la cruenta Guerra Civil Española, y entre la gran emigración consecuente, desangrándose la península, con apenas tres meses de edad llegó en brazos de su madre a La Habana, donde sería reconocida como “niña de la guerra”; desde entonces ciudadana española y cubana, ambas enarboladas eternamente con mucha honra, orgullo y dignidad.

Recordaba maravillosos los domingos en su hogar habanero, donde se reunía toda la familia o en cualquiera de las sociedades gallegas y en las romerías de La Tropical con sus tómbolas, cantos y bailes del folklore español, donde se re-encontraban los coterráneos, y daban rienda suelta al romance y a la morriña de toda emigración.

Fue en La Tropical donde por primera vez oyó “el quejoso y dulce sonido de las gaitas”, que recordaría con sus trajes típicos y tarareando al convite Adiós, mi España querida, y Una noche en la era del trigo, y se bailaba lo mismo el pasodoble que el chachachá o boleros, son, danzón y rumba, porque los músicos complacían igual a españoles y a cubanos y era un verdadero ajiaco de canciones de España y de Cuba.

En 1950 con 14 años de edad comenzó como actriz contratada de forma exclusiva por la productora Crusellas and Cía., que promovía marcas estadounidenses como Palmolive y Colgate. Hija única en una numerosa familia donde nunca le faltaron los afectos, estímulos y esfuerzos para que ella estudiara, al graduarse de bachiller en Ciencias y Letras, ya trabajaba como actriz en la radio y televisión cubanas.

Se había formado artísticamente en el Centro Gallego, igual que otros grandes de la escena cubana como Fela Jar, Idalberto Delgado y su prima Marina Rodríguez: comenzó estudiando declamación con Joaquín Riera y luego estudió pintura en el plantel de la Concepción Arenal; recitó en diversos lugares y décadas después, aun se emocionaba recordando el escenario en el tercer piso del hoy Gran Teatro Nacional, y el de los teatros de la Asociación Rosalía de Castro y de la Sociedad Artística Gallega.

Tuvo que romper su contrato con Crusellas para poder interpretar distintos personajes en obras de teatro, aventuras, espacios infantiles y novelas que trasmitían por la radio, en la que muy pronto llegó a trabajar en once programas diarios sobre todo novelas y aventuras, con personajes de niña pobre o indefensa.

Así, interpretó a Purita en el espacio humorístico radial A reírse rápido, el más escuchado entonces, con guion de Enrique Núñez Rodríguez, y donde compartió con grandes humoristas como Álvarez Guedes, Idalberto Delgado y Edwin Fernández.

Entre sus primeros personajes de novelas destacan George Sand y María Eduarda (según Ecured), que solamente se vería una noche durante el espacio de teatro, para lo cual debió rasurarse las cejas y el área frontal de la cabellera, lo que era todo un reto estético para una chica tan joven. Ganó entonces innumerables galardones de las Asociaciones de Críticos de la Radio, la Televisión y el Teatro de Cuba como actriz novel.

Tenía 31 años de edad cuando en 1967 interpretó la memorable Sygrid en el espacio Aventuras de aquella televisión en vivo, en su trascendente serie Los Vikingos, donde dirigida por Erich Kaupp, protagonizaba como pareja de Erick el Rojo, interpretado a su vez por aquel emblemático actor y galán que era Luis Alberto Ramírez, brillando ambos en un elenco en sí mismo, todo estelar.

Continuó distinguiéndose por ejemplo, en telenovelas como Sol de batey (1985) donde era la adorable Doña Gertrudis de Sandoval y Santacruz, desmintiendo una y otra vez aquel mito facilista y peligroso de que solo los personajes negativos implican buenas actuaciones; y otro tanto en El año que viene (1995) como “la gallega” Catalina, que con otras de sus actuaciones le valieron un total de ocho Premios Caricato de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac, de la que siempre fue miembro activa), que en cuatro ocasiones le otorgó el Premio a la Mejor actuación femenina.

Se recuerda también actuando en Electra Garrigó, Atardeceres de Aurora, La molinera, Un bolero para Eduardo y Médico de guardia, entre otras obras, y en muchas telenovelas por los canales de televisión cubana Canal 2, 4 y 6, así como en la Novela de las Diez, que luego se llamaría Grandes novelas, e inició con El alma encantada, sobre original del francés Romain Rolland (1866-1944, Premio Nobel de Literatura 1915).

Hubo un tiempo en que Aurora Pita interpretaba a Carmelita en el canal 4, la guajirita Merced en otra novela que grababa el canal 6 y por la noche, era la célebre bailarina, cortesana y espía neerlandesa Mata Hari (1876-1917)

Multi-premiada primera actriz de cine, teatro, radio y televisión, ganó la Distinción por la Cultura Nacional y la “Gitana Tropical” que otorga la Dirección Provincial de Cultura en la capital de todos los cubanos, la Medalla de la Alfabetización y la Raúl Gómez García, el Premio Actuar por la Obra de la Vida y el Galardón Micrófono de la Radio Cubana, Artista de Mérito de la Radio y la Televisión de Cuba, Diploma a la Maestría Artística del Instituto Superior de Arte, el Diploma Nicolás Guillén conferido por la Uneac, los Premios Nacionales de la Televisión y la Radio, y el reconocimiento Don Miguel de Cervantes y Saavedra que entrega la Federación de Sociedades Españolas con la siguiente leyenda: “Por toda una vida dedicada al arte escénico, la radio y la televisión en los que ha sabido dibujar la imagen real de la emigrante española en Cuba”.

No en balde, se auto-definía como una mujer realizada en todos los sentidos como hija, madre, abuela, esposa y actriz; con 84 años falleció en La Habana el viernes 7 de mayo de 2021, el mismo día en que Verónica Lynn (su antagonista Teresa Guzmán en Sol de Batey) cumplía 90 años, tras una enfermedad que la había alejado relativamente de la vida pública, e insisto relativamente pues aun en esos últimos años la recuerdo apasionada y transparente, defendiendo valientemente sus verdades sin disfraz alguno pero dulce y constructiva a la vez, en los debates “Moviendo los Caracoles” mano a mano con los críticos e investigadores de la Uneac, felices de poder recibirla entre nosotros con todo nuestro cariño y respeto, que tanto sabia reciprocar y no merecía menos.

Como suele ser con los inmensos, al morir se evidenció más que nunca su mayor premio: el amor que supo ganarse en el corazón del pueblo cubano, y entre los más diversos públicos. En su twitter Luis Morlote, presidente de la Uneac,, la reconoció “una de nuestras actrices más queridas y respetadas”. Pero su mejor homenaje lo logramos al repasar los tantos comentarios del público y su trono conquistado a fuerza de talento, gracia y honestidad, en el imaginario popular tradicional cubano, que la recordaban en Con dos que se quieran, constantemente tan profesional como hermosa mujer como se dice en buen cubano, “por dentro y por fuera”, tan sencilla y amable, tan genuinamente buena persona y ser humano, que muchos atestiguan, y no solo quienes más tratamos con ella en las actividades de los orensanos y otros gallegos en Cuba que tan merecidamente la veneraban como el símbolo que era, y en la misma Uneac y muchos del público pues nunca fue inaccesible, tan de pueblo y a la vez tan elegante y ajena a la vulgaridad, por lo que siempre convenció tanto en los más disímiles personajes que asumió.

Ese pueblo acariciaba con mucho amor y admiración sus frases que tanto se popularizaron como “Arrea Kiko” (Sol de batey) o “la menorpausia” (El año que viene), y la calificaban “durante muchos años la mejor voz femenina en los dramatizados de la radio cubana” (Néstor); “icono de la actuación por su entrega y profesionalismo” (AriVega), y para Odayse, “una flor viviente que nunca se marchitará”.

Autor

  • Dr. C. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez

    (La Habana, 1957) Licenciado en Historia del Arte (1982) y Licenciado en Historia General (1986), Técnico Medio Superior en Arqueología (1984) y Técnico Medio Superior en Museología (1985), Doctor en Ciencias sobre Arte (2001) y Máster en Antropología con Mención en Antropología Sociocultural(2001), Diplomado en Historia General Contemporánea (2006), Profesor Titular de la Universidad de La Habana (2002) e Investigador Titular (Ministerio de Cultura y Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente, 2004).

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