Ásseneth Rodríguez: desde la radio a todos los medios

Aun recientemente, hizo diez años de haber perdido una de las actrices cubanas más carismáticas y versátiles: Silveria Asseneth Rodríguez Lizama (Asseneth Rodríguez), nacida el 20 de junio de 1934 en Sagua la Grande (costa norte de la entonces provincia Las Villas hoy Villa Clara), fallecida en La Habana el domingo 4 de agosto de 2013, velada en la funeraria de Calzada y K hasta las 12 de la noche y cremada como había dispuesto en su última voluntad; sus cenizas a las 2 pm del día siguiente lunes, fueron depositadas en el Panteón de los Artistas de la capitalina necrópolis Cristóbal Colón.

Desde 1944 con 10 años, se presentó como cantante y declamadora a convocatorias de programas infantiles como Bijol y Espiga de Teresita, y “Colorín”, cantante de música campesina de la radioemisora COCO, la invitaba sistemáticamente a su programa dominical, hasta que al reducir presupuesto fue suspendido; mientras tanto, ella estudiaba ballet, actuación, flauta y tambor redoblante.

Debutó en 1946 en el programa dominical de las 4:40 pm Ronda infantil de la emisora Mil Diez, del Partido Socialista Popular en el que militaba su madre, primer espacio cubano en que los niños eran actores, cantantes, músicos, bailarines, donde llegó a ser “Estrellita Infantil”, y continuó presentándose en otros programas de la radio cubana, mientras desde 1948 estudiaba magisterio en la Escuela Normal y discípula de la gran Haydée Arteaga, “la señora de los cuentos”; según su entrañable amigo Alden Knight, era profesora de español que dominaba el inglés y el francés, e iba rumbo al ruso y el portugués.

Con 16 años (1950) era de los fundadores de la televisión cubana, cuando ganó el primer premio del programa Buscando Estrellas; continuó en concursos de Radio Continental y de Radio Mambí (en ambas ganó la categoría de “Estrella Naciente”), y en 1951 tras una enfermedad pulmonar se reincorporó recitando en las actividades de la Juventud Socialista y Mi Bandera de Bonifacio Byrne en la radioemisora de Santa Clara, estudiando danza contemporánea y Stanislavski en la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, desde 1955 como recitadora de la radioemisora La voz del aire, y desde 1956 en el grupo teatral Prometeo de Francisco Morin, que tenía una de las tres revistas especializadas en teatro en toda Latinoamérica.

Había iniciado así una vertiginosa carrera en la que hizo gala de sus muy amplios registros tanto en comedias como en dramas; podía representar a cualquier cubana de cualquier rincón, una gran dama o una esclava cimarrona, hizo papeles míticos en las tablas y cultivó con genuina maestría el difícil y complejo arte de la declamación, mientras luchaba clandestina contra Batista. Al triunfar la Revolución volvió a la televisión en el programa Lunes de Revolución, que presentaba obras de teatro que solía dirigir Humberto Arenal

Ha sido antológico clásico de nuestra escena, el dúo que logró con su eterno y fraterno colega Alden Kight, quien recuerda cuando la conoció en 1957 en el programa de CMQ TV de José Antonio Alonso, al que Alden se había incorporado en diciembre anterior: ella recitó un poema muy dramático, El romance de la madre que supo llorar, y su magnífica actuación produjo una ovación, más exitosa aún al presentar luego una suerte de conga cómica para arrollar.

Por eso ya él la admiraba tanto cuando José Antonio les propuso hacer un dúo con poemas, y lo primero que hicieron fue Aconsejando a Consuelo, una estampa o poema humorístico que él había escrito y que hasta entonces decía solo, pero ahora lo adaptaron para dos que representaban un matrimonio que aconsejaban a la hija para el casamiento; tras decirlo con ella, le fue imposible a él volver a decirlo solo.

Nicolás Guillén los recomendó a ambos para varias presentaciones, y supieron resaltar los valores y potencialidades de su obra poética de Guillén, sobre todo su llamada poesía negrista, cuya dramatización dirigió el coreógrafo Luis Trápaga por toda Cuba, el teatro Auditorium, España, y más; creció el repertorio y al ganar una anual, Asseneth se encaminó al teatro al que la reclamaban distintos directores, lo que rememora Alden para Radio Victoria de Girón que le impidió estrenar dos obras que recuerda inspiradas en ella y escritas para ella: Santa Camila de La Habana Vieja de José R. Brenes, y María Antonia, de Eugenio Hernández, que tuvieron que asumir para estrenar magistralmente Verónica Lynn e Hilda Oates, respectivamente, pero que Asseneth también interpretó magistralmente.

Alden se ha reconocido satisfecho por haber compartido la escena con ella, y sobre todo su mayor éxito juntos fue este dúo artístico de mutua ayuda y complementación personal y profesional que compartieron la grabación para la televisión de diez espacios de la programación de verano, y de otros con distintos directores; como suele suceder, el púbico los concebía como pareja en la vida, aunque cada uno tenía su pareja y familia, pero eso sí: unidos todos por una sólida amistad.

No fue solo con Alden Knight que ella desarrolló dúos semejantes: también con el gran comediante Carlos Ruiz de la Tejera; con Luis Carbonell “el acuarelista de la poesía antillana”, hizo tres grabaciones de vídeo; con el magnífico actor José Antonio Rivero grabó varias parodias musicales, y con el tan singular Bobby Carcasés, su compañero del Teatro Musical de La Habana, vivencias que compartía con su gran amiga y otra cumbre de la escena musical cubana, Cirita Santana, cuyos cumpleaños coincidían y se llamaban mutuamente, añorando aquella escuela que tan bien las entrenó y urge revitalizar. Con todos ellos y más, o sola, llevó la obra poética de grandes líricos cubanos a los más heterogéneos públicos, capacitada por su sensibilidad, inteligencia y cultura para trasmitir las más sutiles emociones de la naturaleza humana.

Era muy fértil para la huella que recibió (y que multiplicó en su público) de las numerosas agrupaciones teatrales en que trabajó, especialmente Teatro Estudio, comediante del Teatro Musical de La Habana dirigida por Margarita Alexander y otros, el grupo Buscón dirigida por el gran actor que fue José Antonio Rodríguez, y el Conjunto Dramático Nacional, dando vida a muy disimiles e inolvidables personajes que perviven en la memoria histórica ya tradicional del pueblo cubano, con su enorme potencialidad para asumir los más diferentes autores y obras del repertorio cubano o universal, clásicos y contemporáneos, como Shakespeare (imborrable su nodriza en Romeo y Julieta) o La Ópera de los Tres Centavos (Alemania), con todo lo cual tanto aportó al teatro y a la escena cubanos, con tal versatilidad que ha sido pensada en el vedetismo, pues siempre triunfal, cantó, bailó, actuó, hizo pantomimas…

Se recuerda en teatro (Medea), radio (Médico de guardia), televisión (Trono de Sangre, cuentos, teatros y telenovelas como El Viejo Espigón de Mayté Vera en Horizontes, series para niños y adolescentes como Los Papaloteros, con su entrañable último gran protagónico televisual), aquel dramatizado con la inmensa vedette Rosita Fornés hermanas tan distintas físicamente, profundo integral anti-racismo; Primera Figura en más de una docena de otros espectáculos y el difícil arte de los más importantes cabarets habaneros: el show del Parisién (Hotel Nacional) y “el Capri fue su casa”.

Su exitoso paso en el cine, con grandes y muy laureados realizadores cubanos y de otros países, incluye documentales como Saludos cubanos (1962, de la tan reconocida cineasta belga-francesa Agnes Varda, bailó sus últimos cinco minutos); Para Vivir (1963), Romeo y Julieta (1964, Ramón F. Suárez) y ficción: Tránsito y Un día en el solar (ambos de Eduardo Manet); El bautizo (1967, Roberto Fandiño); Retrato de Teresa (1979, Pastor Vega; reparto), y protagonista en el largometraje comedia musical Patakín (1982, Manuel Octavio Gómez, protagonista: orisha Yemayá-Virgen de Regla-Ruperta la Caimana con su tema musical “el fuego de La Habana”, tan erótico y popularizado), María Antonia (1990, Sergio Giral), Reflejo de la Luna (1995, Benito Zambrano), Las Profecías de Amanda (1999, Pastor Vega), Cuba (1999, Cuba-España, Pedro Carvajal), de Juan Carlos Tabío Lista de espera (2000) y Aunque estés lejos (2003); Al atardecer (2001, Tomás Piard); El Edén Perdido (2006, Cuba-España, Manuel Estudillo) y Camino al Edén (2007, Cuba-España, Daniel Díaz Torres).

Actuó muy exitosamente en Rumanía, Alemania, Checoslovaquia, Rusia, Hungría, Guyana, Reino Unido de la Gran Bretaña, Escocia, Angola, Nicaragua, Suiza, Francia, España, Bélgica, Jamaica, Venezuela y México; fundadora de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), se destacó mucho en el tan difícil y subvalorado trabajo comunitario en el Camilo Cienfuegos (originalmente Habana del Este, en el municipio capitalino hoy homónimo), con su taller de actuación para niños “Por el mar de las Antillas” (homónimo poemario infantil de Guillén), tan humano, profesional, formador… Su hijo Carlos Amador es director de televisión. Junto a Elvira Cervera, ha sido enarbolada como símbolo de mujeres negras en la televisión cubana antes de 1959.

En los concursos de la Uneac ganó Mención Especial de actuación femenina en televisión (1983 y 1991), en radio (1990), Primer Premio de Actuación Femenina en Radio (1987), Mención en Actuación Femenina en Televisión (1984, por Patakin) y otro tanto en cine 1984. Ganó la Medalla por la Cultura Nacional (Consejo de Estado de la República de Cuba), Premio Nacional de Televisión 2008, Artista de Mérito del Instituto Cubano de Radio y Televisión, cuyo elenco integraba desde 1969.

Autor

  • Dr. C. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez

    (La Habana, 1957) Licenciado en Historia del Arte (1982) y Licenciado en Historia General (1986), Técnico Medio Superior en Arqueología (1984) y Técnico Medio Superior en Museología (1985), Doctor en Ciencias sobre Arte (2001) y Máster en Antropología con Mención en Antropología Sociocultural(2001), Diplomado en Historia General Contemporánea (2006), Profesor Titular de la Universidad de La Habana (2002) e Investigador Titular (Ministerio de Cultura y Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente, 2004).

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