Para hablar de ellas, que ni siquiera soñaron con ser locutoras, muchas veces ignoradas fuera del entorno más inmediato, acudí a una mujer que por haber compartido durante más de veinte años a su lado, podría expresar con mayor justeza el significado de lo que han representado estas voces, que en nueve idiomas trasladaron al mundo la verdad de este país. Por eso este texto tiene mucho de Milagro Hernández Cuba, periodista y durante más de 15 años Directora General de Radio Habana Cuba, que con mucho cariño me ayudó en este propósito.
A Cuba las trajeron la identificación con el proyecto cubano, la persecución de un gobierno de turno incapaz de comprender un ideario personal, o el amor… Después vendrían los duros meses para adaptarse a otra realidad, vivir en medio de un pueblo de psicología diferente, y en ocasiones, aprender una lengua como el español que en Cuba ha ido ampliando hasta planos insospechados; muchas acá formaron familia, tuvieron hijos y algunos nietos, amaron y sufrieron; rieron y lloraron.
Esas mujeres no son otras que las decenas de quienes un día llegaron como amigas a Radio Habana Cuba para ayudarnos en el difícil trabajo de llevar a otras lenguas y lo que era más difícil aún, a otras culturas, lo que verdaderamente sucedía en esta islita antillana y acabaron siendo simplemente trabajadoras, amigas, mujeres de radio, cubanas como cualquiera de nosotras más sin certificado de nacimiento en la nación caribeña, pero con el derecho que da el saberse gestoras indiscutibles de la obra de la Revolución.
Cuando en fecha tan lejana como el año 1961 se decidió la creación de Radio Habana Cuba, sus fundadores avizoraron de inmediato que había que irse más allá del español.
Entonces se conformó un equipo para trabajar en idioma inglés y poco a poco las programaciones en las lenguas de Cervantes y Shakespeare se vieron acompañadas por el francés y el portugués, y después el árabe y el creole, el quechua y el guaraní hasta que finalmente llegó el esperanto. Y, ¿saben una cosa?, la mayoría absoluta de las voces que han surcado el éter en estos casi cincuenta años en esos ocho idiomas y en ocasiones también en español, fueron y siguen siendo, voces femeninas.
Cómo no recordar en este momento a mujeres que desde Canadá, Estados Unidos, Paraguay, Venezuela, Chile, Irlanda, Bolivia, Argentina, Finlandia, Brasil , España y Francia- tal vez la memoria nos traicione y alguna nación quede sin mencionarse-, han contribuido con su labor anónima a que la voz de Cuba ocupe el dial desde Vancouver hasta la Patagonia, remonte el Atlántico en pos del occidente europeo, se enseñoree sobre el norte africano, recorra el Medio Oriente y llegue, por esas maravillas de las ondas hertzianas, a Japón o Australia.
Ellas estuvieron durante los difíciles años sesenta, en medio del recrudecimiento de las agresiones yanquis a Cuba, acompañaron con su periodismo la presencia cubana en las duras faenas de la lucha en África, vivieron el heroísmo del pueblo vietnamita, se desvelaron junto a los hermanos sudafricanos en lucha por la liberación de Nelson Mandela, denunciaron ante el mundo las invasiones imperialistas a República Dominicana, Panamá, Granada e Iraq, se mantuvieron firmes cuando, al desmoronarse el antiguo campo socialista, muchos en el mundo apostaron por la caída de Cuba y remontaron con todos nosotros la salida de los muy difíciles años de Período Especial.
A algunas los años le trajeron el merecido retiro y decidieron seguir acá, en esta tierra que hicieron suya y que las acogió como una segunda Patria. Una de esas mujeres es Matilde Lara, todo dulzura, afanada y silenciosa, esclarecida con su propio accionar revolucionario y con la influencia determinante de su compañero en la vida, el combatiente boliviano Inti Peredo, integrante del destacamento de vanguardia del Guerrillero Heroico Ernesto Che Guevara.
Serían muchos los nombres que habría que incluir en esta breve reseña y la omisión acabaría siendo calificada de verdadero crimen con la memoria y de falta de fidelidad con quienes han hecho suyo cada momento de la historia de este pueblo, “en las buenas y en las malas”.
Permítanos, entonces, recordarlas a todas sintetizadas en dos mujeres que aunque ya no están entre nosotros, simbolizan lo mejor de ese internacionalismo que Cuba vive día a día desde los más lejanos confines del planeta, reconocido en los rostros de amigas y amigos sin cuyo apoyo no hubiera podido crecer este árbol de frutos generosos y raíces profundas que es la Revolución Cubana. Esas dos mujeres son por siempre: Dora Guillén y Maríe Dominique Bertucciolli.
De Dora, paraguaya de nacimiento, comunista de corazón y ferviente enamorada de Cuba, no podríamos hablar en pasado. Ella simboliza para la redacción de guaraní de Radio Habana Cuba y para toda la Radio Cubana no solamente el talento y el dominio de una lengua difícil y por muchos desconocida; ella es también ejemplo de voluntad y tesón de alguien que no se detuvo nunca ante dificultades personales ni problemas de salud para entregarse con pasión al trabajo.
Y qué decir de Marie Dominique Bertucciolli, la Mari Do de todos nosotros, la francesa que un día llegó a La Habana con su pequeño Lionel a cuestas y unas ansias inmensas por participar en el XI Festival de la Juventud y Los Estudiantes y ya no pudo regresar a París. Desde entonces, Cuba fue también su Patria, la Revolución su estrella y la radio, su cuarto hijo.
Periodista y escritora, polemista y apasionada dirigente sindical, amiga y compañera, aún cuando la muerte la vino a buscar tempranamente, se quedó con nosotros por siempre.
Ellas y las que hoy siguen haciendo día a día la radio al exterior, las de «la voz de amistad que recorre el mundo», ponen rostro de mujer y pintan de colores brillantes nuestras realidades, informan y critican cuando es preciso, recorren nuestras escuelas, nuestras fábricas, nuestros campos, se van de recorrido a las montañas de la isla o acompañan con su talento y su creatividad la grandeza cotidiana de la obra de un gran pueblo: El Nuestro.