El Derecho de Nacer 70 años después (+Video)

Su émula de entonces, la RHC Cadena Azul, no quiso enrolarse en la empresa, pero todo eso es historia. Lo cierto es que en la radio iberoamericana existe un «antes» y un «después» de «El derecho de nacer», cuya situación dramática ha sido y es versionada en múltiples producciones para la propia radio, la televisión y el cine actuales.

Esta obra defiende el derecho a la vida, el más elemental de todos en la condición humana. La vida de un hijo -como la de su madre- es un valor inalienable cuya interrupción no se justifica bajo ninguna circunstancia. Esa premisa es del todo suficiente para aquilatar la validez ética de la icónica obra del santiaguero Félix B. Caignet.

La novela en sí, concebida a partir de situaciones y diálogos, refleja un ambiente cubano pretérito, donde el machismo, la discriminación de la mujer -objeto de placer en unos casos; en otros de castidad obligada y sumisión absoluta al marido-; las divisiones en clases; el racismo; los prejuicios de carácter religioso; la doble moral y la ignorancia de los más humildes estaban a la orden del día.

Esta genial creación, al decir del filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset, es «ella y su circunstancia». Concebirla dentro de nuestro contexto actual sería un desacierto que traicionaría la grandeza alcanzada en su momento, y lo que hoy representa como paradigma para nuevos modos de hacer de los espacios dramatizados en radio y televisión.

Lacrimógena como todo lo que le siguió entonces; instauradora, a su vez, de cánones dramatúrgicos con probada universalidad, le siguió una larga relación de los llamados «culebrones» y «novelas jaboneras», apelativos despectivos, unas veces acertadamente y otras no, que han provenido, a veces, de «neoestilistas» y críticos del género en su bregar por formas renovadoras -cosa válida-, que en nada justifica la negación de cuanto de legítimo tuvo lo que una vez les precedió.

Si no hubiese sido por los anunciantes de jabones y chocolates de otrora -que ya no pertenecen al presente-, ¿quién habría costeado aquellos libretos, vestuarios, escenografías, músicas incidentales, actuaciones y tiempos de transmisión?; ¿cómo pudiéramos contar hoy con ese caudal que como muchas otras realidades, constituye un componente patrimonial de nuestra cultura?

Con sus baches posibles y probables, lo cierto es que «El derecho de nacer» merece la metáfora de «conmoción telúrica» -paradójicamente para bien, por lo de «telúrico»- cuyas réplicas se hacen sentir en pleno siglo XXI en todo el quehacer de la radio, la televisión y el cine iberoamericanos.

Gladys Zurbano interpretó a Mamá Dolores en la primera versión para la TV CubanaLas telenovelas mexicanas, venezolanas, colombianas, como las deslumbrantes brasileñas y las nuestras, sin duda, tienen incorporado como herencia el genoma de la ya célebre radionovela que hace 70 años escribió el también poeta y compositor cubano Félix Benjamín Caignet Salomón.

Para Cuba es un orgullo que así sea. Es también un reto presente y futuro. Se requiere de un análisis holístico de nuestra radio y televisión de cada una de sus épocas para su aprendizaje, y así instrumentar la aplicación de nuevas y acertadas fórmulas.

Somos el único país que mantiene vivo el difícil arte de la radionovela, y ello exige la mejor utilización de todos los recursos a nuestro alcance; aprovechamiento racional, creativo y sabio. Nuestras radioemisoras reciben un presupuesto que debemos emplear en productos con calidad superior creciente, sin autocomplacencias ni conformismos.

Las telenovelas cubanas -en cuanto respecta a las más recientes- van por buen camino; solo falta que ese andar prosiga sin interrupciones y con una perspectiva autocrítica, distante del siempre erróneo criterio de que «todo está hecho, todo fue dicho».

Hoy es un día para celebrar por todo lo alto. «El derecho de nacer» fue la alborada mediática que iluminó el horizonte de los espacios dramatizados en Cuba y América Latina. Aunque desde antes hubo radioseries dramatizadas, hace siete décadas cambió la dimensión de estos géneros en aquella obra de Caignet, con quien siempre estaremos en deuda de gratitud.

 

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