1ro de Mayo: marea humana que inunda las calles 

A esa hora, parada frente a la cafetera, me debato entre disfrutar a full el feriado o sumarme a los que van. 
 
En uno de esos años en que me sentía yo muy enamorada, me descubrí en medio de la Plaza, pensando en lo genial que sería seguirle la rima a Pablo y gritar su nombre por los altavoces, para oirlo rebotar de casa en casa.
 
Pero hubo un día en que a la hora de salir a la calle para ir a buscar los ómnibus, comenzó a lloviznar y decidí no quitarme el pijama. Una vez en la cama no podía conciliar el sueño. Daba vueltas para un lado y para otro. La idea de que otros muchos hubieran hecho lo mismo me atormentaba. Imaginaba la Plaza medio vacía. Con unos pocos desfilando con sombrillas y desafiando el mal tiempo. Sentía una verguenza!!!
 
Ya era tarde para coger calle y llegar a pie era imposible. No era que yo quisiera ver el «lúcido desfile» del que hablaría la prensa al día siguiente, ni descubrir alguna de las curiosas maneras con que algunos centros de trabajo llaman siempre la atención sobre su presencia en la Plaza (un zapato gigante, un tractor de cartón, banderolas, carteles, fotos, qué se yo, lo que se pueda hacer a mano, sin tanto gasto y con materiales fáciles de conseguir). No era que yo tuviera un particular sentimiento patriótico por una fecha como esa. No.
 
Pero en el calendario de mi vida siempre estuvo ir a la Plaza el 1ro de Mayo, con mis padres, con la escuela, con mi pareja, como profesional de la prensa, en su momento, como bancaria después. Siempre fui convocada y casi siempre dije VOY. Lo sentía un deber.
 
No recuerdo que alguna vez la lluvia haya sido tan fuerte que haya detenido el desfile. Es más, no recuerdo ningún buen aguacero durante el desfile. Había gente que le atribuía a Fidel la «magia» de impedir que eso ocurriera. En efecto, la lluvia cesó como por encanto.
 
Cuando al fin salté de la cama y encendí la tele ya hacía mucho rato que había comenzado el acto y un pase de cámara mostraba una columna bastante compacta de personas casi hasta el Malecón, que esperaban pacientes, o impacientes, para desfilar frente a la tribuna. ¡¡¡Uff, respiré feliz!!!
 
Así que esta vez me voy a sentir muy rara y desearé que regrese pronto la hora de los abrazos, para volver a ser parte de esa marea humana que inunda nuestras calles cada día, y que los 1ro de Mayo, decide que sí, que vale la pena y sale para el desfile aún de noche, cuando el fresco de la mañana nos lava la cara y la gota de rocío nos humedece el corazón.
 
Tomado del Perfil de Facebook de Maria Isabel Morales Córdova

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