El verde y blanco de la nobleza

Ninguno escatima horas o días, el desvelo es mayor cuando de por medio está el empeño de avanzar en alguna tarea de vacunación, chequeo de personas o grupos vulnerables en una acción que llaman terreno y que ellas y ellos conocen como la palma de la mano, aunque residan lejos de ese lugar.

El quehacer adquiere grado hermoso cuando se trata de las atenciones a las embarazadas, los recién nacidos, los abuelitos, las personas postradas o aquellas que padecen alguna enfermedad no transmisible pero desgarran almas y sentimiento.

Cierto que algunos profesionales no brillan con la intensidad de otros, pero la luz, la sensibilidad y la pasión es inmensa en la mayoría, y una muestra está en las miradas, en la mano y la voz cariñosa que identifican los pacientes o la familia, en el saludo mañanero: Buen día, ¿cómo amanecieron por aquí?

 La Licenciada Delvys Cubilla Rojas, apenas tuvo tiempo para compartir con los suyos en casa: el pasado febrero llegó de una misión en la República Bolivariana de Venezuela e inmediatamente se incorporó a la zona roja del centro de aislamiento de la filial de Ciencias Médicas, de esta ciudad de la oriental provincia cubana de Granma.

«Una de las cosas que más se trabaja es en lograr la confianza de los paciente y que comprendan la percepción del riesgo para q aumente su autocuidado. Chequeamos los signos vitales de las personas con riesgo asociado, los abuelos y los niños.

«Nadie mide riesgo: por delante está la salud de todos aquí, la vocación y la profesión para la que fuimos preparados ¡Cumplimos y estamos sanos!», dice esta «seño», trabajadora del Policlínico # 2 Ángel Ortiz Vázquez, y quien compartió labores con su hijo Miguel Antonio Bazán Cubillas, estadístico en esa instalación.

Las enfermeras, y los enfermeros también, dejan tantas huellas en quienes atienden que en múltiples ejemplos la cercanía los convierten en parte de la célula fundamental de la sociedad, y por cuya salud ellos no miden riesgos.

Ana Segura Sarmiento también es licenciada en esta especialidad de la salud y comenta que la familia le “inyectó” ánimo para que se incorporara a la compleja tarea desde un centro de aislamiento, pero que no permanece ajena de lo que sucede en el hogar.

“Somos muy cuidadosos con los protocolos de bioseguridad orientados para este tipo de labor, y así no enfermamos. Esta es la tercera oportunidad que trabajo en la escuela pedagógica y creo que he crecido como persona y profesional. Aquí estaré mientras haga falta porque las personas nos agradecen, abrazan y hash bendicen la entrega.

“Son imágenes que uno guarda en el corazón con especial cariño porque llegan a convertirse en algo nuestro, como familiares. Hoy cambiamos el habitual blanco del uniforme por el verde de la ropa con la que trabajamos aquí y lo hago feliz por contribuir con esta misión de la Patria y la firme determinación de permanecer en ella hasta que sean necesarios mis esfuerzos.”

El Hospital Provincial Clínico, Quirúrgico y Docente Celia Sánchez Manduley, de la ciudad del Golfo es la institución más grande de su tipo en la región del Guacanayabo. Allí se atienden a los granmenses afectados por el virus del Sars–CoV 2, que causa de la Covid-19.

“Aquí no hay miedo: ni mujeres, ni hombres. La decisión es cumplir con la palabra empeñada, a la confianza de la dirección del Ministerio de Salud Pública”, escribe por el chat de Facebook, Kenia Jiménez Espinosa, una mujer que no tiene límites, ni descanso cuando de defender la vida de las personas se trata.

«Eso lo sabe mi familia, lo tiene claro, no importa dónde me encuentre. Ellos me apoyan mucho”, manifiesta esta licenciada en enfermería y jefa de uno de los “team” del área roja del “Celia Sánchez.”

“Nadie puede descansar mientras un paciente requiera de nuestras atenciones, la destreza y consagración a una tarea para la cual nos formamos, y defendemos a “capa y espada”, es la vida de nuestros semejantes la que está en juego. Duelen muchísimo los abuelitos, la mirada de incertidumbre, preocupados.

“Es aquí donde con mayor evidencia se muestra la verdadera cara de la irresponsabilidad de no cuidarse, cumplir con las medidas que orientan los especialistas de la Salud Pública por eso se nos humedece el alma cuando algún paciente sale de alta por sus propios pies.

La Covid-19 no tiene rostro por eso es nadie puede perder de vista y el actuar consecuente para evitar enfermar porque nunca se sabe cómo termine la historia personal de cada paciente ante las diversas complejidades y secuelas que deja la enfermedad”, comenta Kenia, y agradece el agasajo que el pasado domingo, Día de las Madres, recibieron de la dirección del hospital.

Delvys, Ana y Kenia son ejemplo tesón y la entrega de preservar el tesoro más preciado: la vida. Sus historias se repiten en que como ellas hacen suyo y enaltecen en letras doradas un pensamiento martiano: “Es la enfermería de las más nobles y humanas profesiones del mundo.”

 

 

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