La epidemia que avanzaba logarítmicamente a nivel mundial había llegado a la Mayor de las Antillas y junto a la muerte con la que amenazaba, se ensañaba en trastocar vidas, truncar sueños y distanciar a las familias.
Así se vio ante una nueva enfermedad con más preguntas que respuestas y segundo a segundo, minuto tras minuto; hasta que sumó 30 días consecutivos en zona roja y siete en cuarentena.
Pero de alguna forma, Frank Abel lo intuía.
– En primer lugar, la lucha contra la COVID-19 se asumió como un elemento de seguridad nacional y creo que haber entregado la misión a los hospitales militares nos ha llevado a una mejor organización y madurez en los servicios médicos. De prepararnos ante contingencias epidemiológicas que sólo conocían quienes habían cumplido misiones internacionalistas.
Fue una decisión sabia que nos facilitó aprender mucho sobre la enfermedad y también de su acción sobre el ser humano.
– No es menos cierto que el factor sicológico juega un elemento esencial hablando del personal médico. ¿Qué tan difícil es mantenerse centrado?
– No te voy a mentir, no podemos decir que todos sentimos miedo. Pero en los primeros momentos tuvimos manifestaciones de algunos trastornos. Ya esta es la oncena rotación en el hospital militar y uno se siente más preparado. Inicialmente apreciamos síntomas de depresión, episodios de ansiedad por el tema de la familia; pero, afortunadamente, cada brigada en muy poco tiempo ha funcionado como una familia y nos apoyamos.
También tenemos un siquiatra en la brigada y sicólogos que nos atienden, algo que nos eleva la disposición y el rendimiento profesional para enfrentarnos a estas condiciones, sin lugar a dudas, estresante.
En resumidas, lo hemos interpretado como una etapa difícil de nuestras vidas, pero también hemos aprendido de todos estos retos.
– Se comenta que el médico no puede vivir sin investigar y publicar lo que amerite. ¿Renunciaron a esa condición sine qua non?
– Para nada, ya tenemos cuatro publicaciones nacionales porque es importante generalizar el conocimiento científico que se ha creado dentro de la brigada y tenemos mucha información de cómo tratar la enfermedad. Pero también descubrimos muchas cualidades en nosotros que no explotábamos anteriormente.
– Ante la evolución de la epidemia, ¿qué opina usted?
– Que no nos debemos confiar en los resultados. Hay medidas que llegaron para quedarse. Pero no es menos cierto que cuando a principios de año comenzaron a multiplicarse los casos; nuestros especialistas fueron capaces de sugerir y así se hizo; medidas muy ingeniosas que permiten la identificación de casos antes de que presenten complicaciones, sin dejar a un lado que los especialistas de nuestra provincia tienen experiencia de anteriores epidemias y como tal actuaron en el sentido de evitar que la persona enferme en su casa y acuda tardíamente al servicio hospitalario.
Pero hay que mantener la disciplina, incluso, cuando se comience a vacunar durante los ensayos clínicos, eso es algo que, me consta; ha aprendido el matancero.
– ¿De qué le ha servido este año?
– En primer lugar, para conocer quién es uno como persona, ya sea espiritualmente o como profesional y también el significado y la importancia de la familia. Nos ha llenado de mucha gratitud saber cómo hemos podido ganar como persona en estas condiciones.
– ¿Entonces sus planes profesionales, personales, se aplazan temporalmente?
– Para nada, solo te adelanto y no será mucho; que nuestra tesis de doctorado, si logramos continuar la conversación e intercambio con el doctor Durán, será sobre coronavirus.
Lo que este médico no nos contó es que tiene cuatro hijos: recientemente, una hembra y un varón pequeños; que el próximo jueves 18 de marzo cumplirá un año en zona roja; que su padre fue un gran médico y pedagogo; su madre enfermera; y por otra parte, el por qué responde al nombre de “Frank Abel”.