Rosalina y la vocación de servir

Entonces, muy bien lo saben las decenas de amigos, cualquiera sucumbe a los encantos de tanta generosidad hecha mujer en Rosalina Tamayo Arañó porque “nací para servir a los demás, ofrecer mi aliento, la mano amiga. Eso, sin dudas, nos convierte en mejores personas.”

Esas premisas la condujeron un día a estudiar la licenciatura en Defectología, de cuyo eficaz desempeño pueden hablar los niños y familiares a quienes atendió en las escuelas primarias y secundarias básicas de su territorio.

“El destino me sorprendió hace 14 años y aquí estoy, desempeñando otra profesión no menos apasionante que aquella y que también posee características de ser un servidor público: el periodismo.”

Rosalina es fundadora del canal territorial Palma TV, colectivo que la distingue y al cual ella obsequió la primera alegría en 2021: fue merecedora del Premio Nacional de Periodismo Azucarero 2020, “me enorgullece, pero a la vez es compromiso mayor.”

¿Qué es lo que más disfruta del trabajo en la televisión?

“Poder mostrar la realidad de mi municipio, a su gente, su cultura, cómo trabaja y se crece ante los obstáculos, con todos los contrastes. Es un medio poderoso porque pone en imagen lo bueno y lo malo que pueda suceder y tienes un público fiel que te espera y sigue porque te has ganado su cariño, el respeto desde un trabajo que intentas hacer mejor cotidianamente.

“El principal valor de la televisión comunitaria está en la fidelidad a su audiencia, la cercanía, en contar las historias con sus matices, “enganchar” al televidente desde la primera imagen que pones en pantalla. Te aseguro que los palmeros han descubierto y aprendido mucho más de su ciudad desde que salió al aire el canal 62, Palma TV.

Desde esa perspectiva, ¿qué desafíos laborales les planteó al colectivo una pandemia como la Covid-19?

“Un reto inmenso porque aumentaron los días de transmisión: antes de miércoles a viernes de 6 a 8 de la noche y desde que en el escenario epidemiológico cubano apareció el nuevo coronavirus comenzamos de martes a viernes, entre las 4 y 30 de la tarde y las 8 de la noche. Ello implicó extender los programas en tiempo y contenidos; la prioridad era informar y hacerlo de manera eficaz.

“Demandó un esfuerzo extra de las cuatro periodistas del telecentro: nos multiplicamos porque requirió más “trabajos de géneros”, sin mirar las limitaciones de falta de transporte o combustible; estrechamos mucho más las relaciones con las fuentes de información.

“Somos muy estrictos con las medidas sanitarias orientadas por el Ministerio de Salud Pública y el Instituto cubano de la Radio y la Televisión (ICRT). Siempre contamos con la exigencia y el apoyo incondicional de Maité Cabrera, nuestra directora.”

Rosalina afirma que durante el año anterior y el que ahora vive su segundo mes aprovechan cada salida al aire, en una labor mucho más productiva, sin descanso a la que imponen la creatividad y las propias maneras de hacer la televisión comunitaria.

“Usamos mucho las redes sociales, para comunicarnos y en los primeros momentos surgieron ideas que “dieron pie” a decenas de trabajos, demandó cuidarnos y cuidar a todos. Las apariciones de los periodistas en cámara con comentarios, entrevista y reportajes se hicieron mucho más habituales.

¿Cómo lo asumió usted teniendo en cuenta que es madre de un niño pequeño y sus padres son ya adultos mayores, dos riesgos no despreciables? 

No era consciente de que esta profesión estaba hecha para mi hasta que la comencé a ejercer, me apasiona y la realidad de hoy fortaleció la certeza. Soy la jefa de grupo informativo, y no obstante de ser madre e hija, tengo clara la condición de periodista, el compromiso revolucionario y social que entraña una profesión como esta.

“Estoy sana y siempre ofrecí mi condición para servir donde me necesitara la dirección del canal. Mis padres en casa cuidan a mis hijos, mientras yo cumplo todas las medidas sanitarias para estar a salvo y evitar enfermarlos a ellos.

“Imagina que las reporteras somos también las guionistas y conductoras de los espacios informativos. El deber es estar en mi puesto de trabajo y la familia lo comprende y apoya».

¿Qué reto tiene la prensa cubana para convencer a las personas de asumir conductas responsables ante la pandemia?

“Como prensa jugamos un papel irreemplazable socialmente: los medios influyen mucho sobre las conductas de las personas y la conciencia ciudadana. Llamamos la atención cuando algo anda mal, alertamos sobre diversas situaciones que puedan estar sucediendo, reconocemos lo que está bien y se puede mejorar mostrando posibles soluciones o miradas diferentes ante problemáticas del pueblo, que nos valora como sus representantes, como sus altavoces por la confianza ganada.”

Existe una historia de un paciente que la llevó a usted y a su hijo a un centro de aislamiento como sospechosos. ¿Cuándo fue? ¿Qué pensaba en ese momento?

“El padre (también periodista, pero de la radio) de mi hijo resultó positivo a la Covid-19 hace un tiempo y por consiguiente, tuvimos que aislarnos ambos en un centro habilitado para ese efecto aquí en Palma Soriano.

“Primero que nada pensé en la salud de mi niño, en mi hija mayor y en mis padres, pero uno “saca” fuerzas en esos momentos. Lo asumí con la tranquilidad de estar en buenas manos. Afortunadamente los dos resultamos negativos al virus.”

Aislaron a Rosalina, la madre, pero no a la periodista…

“Uno no puede dejar de ser periodista bajo ninguna circunstancia: primero porque ante los demás eres una persona pública, allí yo no era simplemente la madre de Samuel, para los que estaban compartiendo el dormitorio con nosotros y los trabajadores del centro de aislamiento era Rosalina, la periodista de Palma TV. 

“Por muy natural que fuera mi conducta como madre de un niño hiperactivo, me sentía observada, debía ser ejemplo de disciplina y mantener al pequeño en su cama era difícil y estresante. Estando allí señalé a los responsables algunas cuestiones que mejoraron, porque, aunque pretendas hacerte la de la “vista gorda”, quienes me acompañaban pedían que intercediera. Entonces la periodista no pudo permanecer quieta.  

“En las redes sociales abordé los criterios de otros pacientes con respecto a los esfuerzos que realiza la dirección del país para minimizar los casos de contagio, el reconocimiento hacia el personal de la salud pública y de servicios, que en el caso de Palma son muy jóvenes, pero muy disciplinados, responsables y comprometidos con la tarea que tienen por delante.

“Pasaron el fin de año allí, trabajando, pero conscientes de que su desempeño es vital; muy cariñosos y atentos. Están bien preparados desde el ámbito profesional.

¿Cómo es un día para un paciente sospechoso dentro de un centro de aislamiento? 

“Es muy estresante: la incertidumbre de saber que tienes a una persona que puede estar enferma y tú no, y complicarte, poner en riesgo tu vida es algo muy preocupante. La espera del resultado de los análisis y el chequeo mi hijo y el mío propio me tenía ansiosa, aunque cuidé de no expresarlo para que él no lo sufriera.

“Vivir esa experiencia me brindó más argumentos para continuar desde la televisión haciendo el trabajo profiláctico con la población: conocí bien cerca historias de vida de personas que no se explican cómo sucedieron las cosas, otros por irresponsables. Pude constatar cómo los médicos, enfermeras y el personal de servicios (que tampoco pueden descuidar su protección) organizan y laboran puertas adentro de una institución de aislamiento.

¿Qué consejos dejaría a las familias Rosalina, la madre y Rosalina, la periodista?

“Como madre, que los primeros responsables en aislar y proteger a nuestros niños somos nosotras y el resto de la familia, como célula fundamental de la sociedad. Ningún pequeño puede pasar por ese trance si depende de la actuación de nosotros los padres, de los adultos.

“La periodista siempre estará para informar, orientar y alertar, no podemos descansar en insistir lo pertinente que es usar correctamente el nasobuco, mantener el distanciamiento social y lavarse constantemente las manos.

“Las madres que atiendan a los niños que siguen en la calle en grupos, descalzos, y en ocasiones sin nasobuco. No hay que esperar vivir una experiencia terrible para tomar consciencia, las lecciones son elocuentes: la Covid-19 no admite equivocaciones porque si no gana terreno, y ello ya no se puede permitir.”  (Fotos: Cortesía de la autora)

 

 

 

 

 

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