Salvador Wood: El gran artista de la boina

Cuando le pregunto:¿Leonardo Robles o Salvador Wood? Sonríe, y expresa con orgullo no disimulado: «Cuando regresé del exilio, el 8 de enero de 1959, lo primero que hice fue rescatar mi apellido. Reiniciar mi carrera si es preciso, pero, quiero llamarme como me pusieron mis padres, Salvador Wood»

El contacto con la radio se remonta a su época de estudiante, alla en su natal Santiago de Cuba, cuando se presenta en un concurso en la radioemisora CMKR, donde comienza como operador suplente, porque según Salvador: «No podía ser locutor porque se me iban los gallos. Me quedé como actor con pequeños papeles, operador de efectos y musicalizador».

En busca de nuevos horizontes, en 1946, llega a la capital del país. Incursiona en Unión Radio y finalmente la Cadena Azul le abre las puertas y lo bautiza con el nombre de Leonardo Robles. Se convierte en primerísimo actor de la Cadena Azul y a partir de 1952 de Radio Progreso, al producirse la crisis de Amado Trinidad.

Como muchos jóvenes de la radio y la televisión, en 1955 se incorpora al Movimiento 26 de Julio. Perseguido después de la huelga del 9 de abril, parte al exilio. En Caracas, Venezuela, se incorpora al equipo de El Indio Azul, que transmite desde esa nacion bolivariana en apoyo a la lucha del Ejercito Rebelde.

«Transmitíamos desde La Castellana, que otros le decían Las Mercedes, en el apartamento que consiguió el Ingeniero Tamayo, fundador de la radio El Indio Azul en Venezuela. El fue el que la montó, la preparó y le puso la dirección de la antena requerida».

«Yo me acuerdo que el día de las elecciones, en noviembre de 1958, me tocó estar en el aire todo el tiempo exhortando a los compatriotas a que no votaran. Dábamos cobertura a todo lo que nos llegaba desde la Sierra Maestra».

«También recogía y leía todos los días las informaciones de la AP, la UPI, y todas las P, porque Fidel decía que quería saber todo lo que las P decían de la Revolución Cubana. Allí estábamos varios compañeros: Luis Buch, Amaury Pérez, que era operador y técnico; Aldo Álvarez y Juan Carlos Romero, entre otros».

Hay momentos que se graban para siempre en la memoria. El 1ro de enero de 1959 El Indio Azul no obtiene respuesta a su insistente llamado. La 7 RR ha bajado de la Sierra y combate en el llano. ¿Qué hacen ustedes, le pregunto a Salvador?

«Llamamos a la oficina del Movimiento. Ya como a las 8:00 de la mañana, nos dijeron que de Miami habían llamado, creo que era José Llanusa, para que pusiéramos Radio Progreso, que Batista se había ido. El radio nuestro era un Halicrafter de estuche metálico por el que recibíamos la señal. Localizamos Radio Progreso, que estaba transmitiendo una programación alterada. Uno se da cuenta cuando la planta está desajustada, que algo pasa, una música, a veces clásica, otras veces no, y el locutor haciendo intervenciones algo nerviosas hasta que sale a las 9:00 de la mañana el Himno Nacional por Radio Progreso, cosa no habitual, menos a esa hora».

«Fue un impacto tremendo para todos los que estábamos allí en el Indio Azul, como lo hubiera sido para cualquier cubano que hubiera vivido ese momento allí. Cuando terminó el Himno estaba llorando porque noté al tocarme la cara que las lágrimas me cubrían la cara».

Estaba prohibido que los autos tocaran el claxon. Sólo se permitía cuando llevaran un herido, y era ensordecedor el ruido de los automóviles tocando, como si fuera la fiesta nacional de Venezuela. Aquello me emocionó enormemente, ¿De dónde sacaron tantas banderas cubanas? pues allí estaban flotando.

Así relata Salvador el regreso a la Patria, aquel enero de 1959:.

«No es la palabra adecuada, pero se formó un «despetronque» en el aeropuerto de Maiquetía, para venir en los aviones el 1ro de enero. Tuvimos que identificar compañeros para poderlos pasar al avión. En Venezuela había cerca de cuatrocientos exiliados cubanos en aquel momento, pero es que venían de Perú, de Colombia, de otros lugares para salir por ahí y a mí me tocó despachar varios aviones de exiliados».

«El día 8 de enero fue que pude venir para Cuba, con Yolanda, con Amaury Pérez que estaba exiliado y Consuelito Vidal que estuvo con nosotros allá, en los días finales de diciembre. También viajaron compañeros de la dirección del Movimiento».

«Recuerdo que era un DC-3 que volaba nada más que a 8 000 pies. Hizo escala en Kingston, Jamaica, para reabastecerse. Al entrar en Cuba el avión voló por sobre la Sierra Maestra. Aquello fue muy grande para nosotros. Estábamos sobre el escenario de las hazañas del Ejército Rebelde».

Al hablar de su paso por la Television afirma que no existen para él papeles grandes ni pequeños.

«Tengo tres cosas que recuerdo con gratitud profesional, una es Martí. Soy martiano desde niño e interpretar al Apóstol fue para mí un gran honor como artista. El otro fue Carlos J. Finlay, que es una personalidad de la ciencia cubana y me costó mucho trabajo hacerlo. Yo no rebasé el primer semestre del primer año de bachillerato, se puede ver cuán deficiente era mi base cultural y yo la fui nutriendo con un esfuerzo muy personal, pero como no era bajo un régimen docente de enseñanza, sino por la libre selección de temas, un aprendizaje muy arbitrario; eso presenta deficiencias, presenta lagunas, no hay un orden. Desde que Jesús Cabrera, el director, me habló para hacer este personaje, estuve dos años en mi casa, improvisé un laboratorio allí mismo. Busqué bibliografía de biología, que refiere informacion del siglo pasado, porque no me servían de nada los descubrimientos que los científicos hicieron después de Finlay, sino antes de Finlay o durante y me preparé de esta forma».

«El otro personaje fue muy placentero interpretar fue el de un combatiente del Segundo Frente que dio su vida por la Patria. Se fue en un barco pensativo a penetrar la cúpula de la CIA al principio de la Revolución. Se llamó Tony Santiago, ese personaje también está en mi galería personal con una estimación muy grande».

«Debo agregar a Caristo, del serial «Cuando el agua regresa a la tierra». Un cienaguero analfabeto, con una bondad tan linda. Y a Miguelito Franco, del serial Capitán Rolando»».

La historia del cine cubano no puede escribirse sin mencionar a Salvador Wood. Trece películas registran su presencia.

«Hay dos personajes, por lo menos, que han significado para mí bastante, uno en mi segunda película de largo metraje, La muerte de un burócrata. Este personaje yo todavía lo veo y me río y lo disfruto, y el otro es el que hice cuando trabajé con mi hijo, por primera vez juntos, en pantalla, cuando él hizo su primera película, que fue El brigadista».

«Esa pelicula fue un poema revolucionario, de enseñanza de la etapa más heroica, más sacrificada, más brillante en que participó la juventud nuestra, la campaña de alfabetización. Yo me sentí muy bien en trabajar con él y con los demás compañeros. He participado en otros filmes, y siento por todos los personajes un respeto, gratitud y admiración».

Así resume este periplo que lleva al joven santiaguero a buscar fortuna en La Habana desde 1946, hasta el día de hoy?

«Giro la vista y miro!, recuerdo cuando empecé»….Llegué a La Habana con Yolanda Pujol -otra gran actriz cubana-. Nos casamos, todos los trabajos que pasamos y pienso: la vida ha sido demasiado generosa, con ella y conmigo, no creemos haber merecido tanto. Como ser humano me siento realizado, como profesional, como padre y abuelo también. Soy un hombre feliz»

Los grandes méritos de Salvador Wodd como artista de su pueblo están avalados por incontables lauros, entre ellos: Héroe Nacional del Trabajo, Premio Nacional de Radio por la obra de la vida, la Distinción por la Cultura Nacional, la Réplica del machete del Generalísimo Maximo Gómez y la Medalla Frank País como luchador clandestino.

 

Autor

  • Josefa Bracero Torres

    Josefa Bracero Torres [Camagüey. 1942]. Multipremiada investigadora, locutora, periodista, realizadora e historiadora de la Radio Cubana. Licenciada en Periodismo. Primer expediente 1974-1979. Locutora de primer nivel. Jefe de Información y Directora provincial de Radio y TV y de Radio Cadena Agramonte, [1969 y 1985]. Vicepresidenta del ICRT [1985 y 2004]. Entre los reconocimientos que posee se encuentran: Cuadro destacado del Estado, Orden Ana Betancourt, Distinción por la Cultura Nacional, Premios Nacionales de Radio y Actuar por la obra de la vida, Artista de Merito de la Radio y la TV, Hija Ilustre de la provincia de Camagüey. Premiada en Festivales Nacionales de Radio, 26 de Julio y Caracol, y por la Caribeann Broacasdting Awards. Tiene 12 libros publicados, sobre la historia de la Radio y la Televisión, así como el libro TULA, escrito en honor a la ilustre principeña en su el año de su bicentenario.