En el corazón de las montañas del suroriental municipio de Guamá, donde la geografía complica tanto la vida como las comunicaciones, una señal de radio ha logrado lo que parecía imposible: convertirse en compañera inseparable de generaciones enteras.
Este 28 de mayo se cumplen treinta años de aquel día de 1995 cuando, en medio del duro Periodo Especial y con recursos limitados, salió al aire por primera vez de manera oficial Radio Coral, creada como parte de un proyecto provincial impulsado por el entonces director de la radio santiaguera, Gerardo Calderín Gaínza. La fecha no fue casualidad, coincidió con el aniversario del Combate del Uvero, vinculando desde su nacimiento a esta institución mediática con la historia patria.
Los primeros años no fueron fáciles. En una localidad donde hasta el periódico llegaba de manera peculiar, lanzado desde una avioneta sobre un campo de pelota – la aparición de una voz local marcó un antes y después. Aunque existía previamente un pequeño estudio de radio llamado Turquino, fundado por el bisoño periodista Benigno Rodríguez Torres, fue con la llegada de esta nueva planta que Guamá pudo contar por fin con una programación estable y diversa.
La revista informativa «Presencia», que sigue al aire hasta hoy, se convirtió rápidamente en el programa emblemático, definiendo el estilo comunicacional que caracterizaría a la emisora: cercana, útil y profundamente comprometida con su audiencia.
El vínculo con los oyentes se forjó en las circunstancias más difíciles. Quienes trabajan allí recuerdan con especial emoción aquellos más de treinta días tras el paso del huracán Sandy, cuando las líneas de transmisión quedaron destrozadas.
Lejos de rendirse, el equipo encontró una solución creativa: procesaban los contenidos en el estudio y luego los transportaban en memorias hasta el transmisor ubicado a cinco kilómetros, manteniendo así ese hilo sonoro que para muchas familias en zonas apartadas era y sigue siendo su principal conexión con el mundo. Esta anécdota resume bien el espíritu de un colectivo que ha hecho de las limitaciones un acicate para la creatividad.
Hoy, después de tres décadas, el cariño de la audiencia se manifiesta en detalles cotidianos: los oyentes que preguntan por los locutores que solo conocen por la voz, los que llegan al estudio con un café recién hecho, los clubes de radioescuchas que funcionan en comunidades intrincadas.
En un territorio donde la señal de televisión es irregular y la prensa escrita tarda en llegar, esta conexión radial adquiere un valor singular. Programas como «Doy la palabra» han fortalecido ese vínculo, convirtiendo a la emisora no solo en fuente de información sino en espacio de participación donde la población puede plantear inquietudes y buscar soluciones colectivas.
Los desafíos tecnológicos persisten. La rotura del transmisor de AM obligó a una migración hacia FM con menor alcance, afectando parte de la cobertura tradicional. Mientras se busca solución definitiva, el equipo ha implementado estrategias digitales interacción mediante móviles, redes sociales para mantener el diálogo con oyentes, especialmente los más jóvenes.
Precisamente el relevo generacional constituye otro reto importante: conocer los gustos de las nuevas audiencias, incorporar sus intereses sin perder la esencia, encontrar el equilibrio entre tradición y renovación.
Más que una simple transmisora de contenidos, esta institución ha sido escuela de cultura para Guamá. En una zona donde antes predominaba el vallenato por influencia de emisoras vecinas, la programación musical diversa ha ido ampliando horizontes sonoros. Los espacios dedicados a tradiciones locales, a la historia del territorio, a los creadores de la zona, han contribuido a fortalecer la identidad de un municipio que encuentra en sus voces locales el reflejo de su propia imagen.
Al cumplir treinta años, los trabajadores piensan menos en celebraciones y más en los desafíos por venir: mejorar la calidad técnica, ampliar horarios de transmisión como piden insistentemente los oyentes, incorporar nuevos talentos artísticos. Pero sobre todo, mantener ese lugar especial que ocupa en la vida cotidiana de los guamenses, ese que se mide no en ratings sino en frases sencillas: «Aquí nos levantamos con ustedes y nos acostamos cuando apagan el transmisor».
Tres décadas después, en la intimidad de los hogares, en las tiendas del pueblo, en los bohíos más apartados, sigue sonando esa voz familiar que empezó como un proyecto y se convirtió en parte inseparable del paisaje sonoro de toda una región.