ALBA: amanecer de esperanzas

Su rúbrica, el 14 de diciembre de 2004, muy pronto comenzaría a dar frutos impresionantes, principalmente en las ramas de la salud, educación y cooperación bilateral entre otros sectores.

Se trata de una institución tan esperanzadora como necesaria, cargada de amor y solidaridad para los pueblos. Pero, desde su nacimiento, se sabía que los gobiernos de Estados Unidos impulsarían un plan contrario, de desestabilización e, incluso, de «compra de malas conciencias» para hacer abortar tan importante pacto.

Fidel, uno de sus creadores, escribió cinco años después en una Reflexión: «El ALBA, creado por la República Bolivariana de Venezuela y Cuba, inspiradas en las ideas de Bolívar y Martí, como un ejemplo sin precedentes de solidaridad revolucionaria, ha demostrado cuánto puede hacerse en apenas cinco años de cooperación pacífica».       

Comenzaban a rendir sus frutos programas como la Misión Milagro, Barrio Adentro, Yo sí puedo y la Escuela Latinoamericana de Medicina, creada en 1998, entre otros proyectos.

Países del Caribe, lastrados por la gran deuda que aún hoy tienen con ellos las metrópolis de la época en que eran colonias, vieron en el alba la luz de la esperanza que les llegaba desde allende los mares.

Así se incorporaron a la Alianza, Dominica,  la República de Surinam, San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda, San Cristóbal y Nieves, y Granada, y Haití como observador. 

Pero la integración ha sufrido mutilaciones, como el caso de Honduras,  cuando un nuevo gobierno cercenó el derecho de ese pueblo a continuar dentro de la organización.

Otros dos ejemplos muy actuales dan fe de las acciones coordinadas de quienes se empeñan en abolir el significado de la unidad y la solidaridad, banderas de acción del ALBA. Ecuador, uno de sus países integrantes, tan pronto su gobierno neoliberal abandonó las ideas de la unidad latinoamericana, decidió retirarse del alba, o lo que es lo mismo, abandonar conceptos y programas que en ese mismo país llevaron la atención médica, por poner un solo ejemplo, a millones de sus ciudadanos que habitan en los lugares de más difícil acceso y precisamente donde están los más necesitados: los pobres, los indígenas, que en muchos casos vieron con la presencia de galenos cubanos, por primera vez en sus vidas, a un profesional de la salud que cure heridas y salve almas.

Otro ejemplo más reciente es Bolivia. Un golpe de Estado con el auspicio de Estados Unidos, la OEA y los sectores de la derecha, ha desmontado el gobierno democrático e integrador que encabezó el presidente Evo Morales.

La autoproclamada presidenta de facto, Jeanine Áñez, y su equipo, se apuraron en adoptar como una de las primeras medidas, sacar a Bolivia del ALBA, y paralelo a ello, realizar acciones agresivas contra los colaboradores médicos cubanos, obligados a regresar a su Patria con el dolor de saber que allí quedaban millones de bolivianos esperando por su atención que tantas vidas ha salvado.

Salirse del ALBA fue, en todos los casos, el cumplimiento de las orientaciones emanadas de las embajadas y el Departamento de Estado norteamericano.

Saben muy bien los yanquis que la unidad de nuestros pueblos es la mayor arma para combatir y vencer.

Por eso, unas veces con la colaboración de serviles traidores, otras con amenazas y sanciones, Estados Unidos sigue impulsando el desmontaje de los gobiernos populares y democráticos y poniendo en su lugar a quienes le sirvan, como lo hacen los que apuestan por la ruptura de la unión y la desintegración de las organizaciones que, como el ALBA, unen pueblos y trazan objetivos liberadores del neoliberalismo y el imperialismo.

 

 

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