Bernie Sanders: «El socialismo debe ser competente»

En 2016 concurrió a las elecciones primarias del Partido Demócrata para intentar ser designado candidato a la presidencia. Entrevistamos a Sanders en su oficina de Washington DC.

Ahí están, en pantalón corto y camiseta, un par de jóvenes turistas belgas flamencos llegados para conocer a su ídolo, su héroe, su dios vivo: Bernie Sanders.

Han franqueado como todo el mundo el arco de seguridad del Dirksen Senate Office Building, edificio de los senadores detrás del Capitolio, sin que se les haya pedido ni el más mínimo documento de identidad, y helos ahora aquí en el primer piso, oficina 332.

Dos recepcionistas apenas de más edad les acogen amablemente. «Ya tenemos costumbre», deja caer uno. «Apoyé a Bernie cuando le daban un 2 % en los sondeos», pregona el joven belga. Pero ay, nada de Bernie, el senador anda ocupado en otra parte. Los dos se hacen una foto delante de una pancarta y vuelven a salir, un poco molestos.

Qué bonita revancha para quien es ahora el político más popular de los Estados Unidos si hacemos casos de un sondeo Harvard-Harris. Algo más de un año después de haber reconocido su derrota frente a Hillary Clinton, la esperanza de la izquierda de la izquierda no se ha contentado con lamerse las heridas.

Tras haber vuelto sobre su increíble campaña en un libro que llegará a las librerías el 20 de septiembre en Francia, Bernie ha vuelto a meterse en campaña para defender sus ideas.

Infatigable pese a sus 76 años, cruza el país en todas direcciones, ha fundado un think tank (el Sanders Institute), ha creado una plataforma de aportación de fondos para elecciones locales, ha apoyado a multitud de candidatos, ha publicado otro libro a finales de agosto y, sobre todo, ha visto cómo buen número de sus propuestas las está retomando el Partido Demócrata.

Del salario mínimo a 15 dólares la hora a la educación superior gratuita pasando por la sanidad para todos, sus ideas, consideradas extremas hace apenas dos años, ganan cada vez más adeptos en el seno del Partido, incluyendo a los candidatos putativos a la presidencia en 2020, que saben que tendrán que suscitar el apoyo de unas bases demócratas más a la izquierda que el electorado en general.

¿Triunfo en campo abierto ? No, desde luego. Los demócratas siguen vigilando a sus electores como la leche al fuego, y queda todavía por saber del todo si Norteamérica está dispuesta a adherirse a una socialdemocracia a la europea. Pero el hartazgo frente a las grotescas desigualdades del país es bien real y acerca Norteamérica a Bernie.

Él mismo no ha cambiado desde las presidenciales. La amargura de la derrota de las primarias sigue estando a flor de piel y aparece sin previo aviso en el giro de una frase. Te acoge con su aire de gruñón de turno y masculla: «No tengo mucho tiempo». Y luego se discute y él se anima y se apasiona, sonríe y lamenta tener que abandonarte una media horita más tarde.

Convencido, fundamentalmente honesto, indiferente a los honores y a los vítores, Sanders es capaz de desplegar ante su público una letanía de estadísticas dignas de un experto de un centro de sondeos. No busca complacer, pero no irrita gratuitamente. Es el «papy cash» de la política norteamericana, a la vez anacrónico y necesario.

En ocho meses de presidencia, ¿le ha sorprendido Donald Trump?

«No. Ha hecho campaña hablando de temas importantes. Ha jugado con la cólera y la frustración de mucha gente ante una economía mundializada que les ignora. Perder empleos con un sueldo decente a causa de malos acuerdos comerciales, pagar muy caros los medicamentos o carecer de cobertura sanitaria: todos estos problemas son reales».

«Por desgracia, Trump es un mentiroso patológico y todo lo que dice nada tiene que ver con la forma en que gobierna. En lugar de ser el defensor de las clases populares, es el de los millonarios».

Su libro sobre las presidenciales sale hoy en Francia, el de Hillary Clinton acaba de aparecer en los Estados Unidos. En su libro, escribe ella al respecto de usted : No se lanzó a esta campaña para garantizar que se eligiera a un demócrata para la Casa Blanca, lo hizo para desestabilizar el Partido Demócrata. ¿Es así como ve usted las cosas?

«¡Qué estupidez!. Hillary Clinton se lanzó a la campaña con el apoyo de casi todo el establishment demócrata. Todos los grandes diarios, salvo uno, llamaron a votar por ella, y comenzó con una ventaja de cuatrocientos superdelegados. Pese a eso, las ha pasado de todos los colores para poder vencerme a mí, que era, por así decir, desconocido cuando me presenté, sin organización, sin dinero, sin nada».

«Los hechos hablan por sí mismos: después de haber perdido las primarias y llegar a un acuerdo con Hillary, me comprometí enérgicamente de su lado hasta el final de la campaña e hice todo lo que era posible hacer para que ganara. Escribe también ella : «Según todas las evidencias, el Partido Demócrata se ha movido a la izquierda desde hace quince años, no se ha derechizado. ¿Está usted de acuerdo?»

¿Eso ha escrito?

«Sí. Desde luego que el Partido se ha movido a la izquierda, pero esto ha sucedido sobre todo en el curso de estos últimos años».

Pero, ¿viene siendo el caso desde hace quince años, como afirma ella?

«No, no, no, eso no es verdad. Y por remontarnos incluso más lejos en el pasado, bajo la presidencia de su marido, por ejemplo, se desreguló Wall Street, se reformaron las ayudas sociales y se aprobaron malos acuerdos comerciales. Los demócratas se han desorientado, creo, al perder el contacto con las necesidades de las clases populares y prestar oídos a los ricos y las grandes empresas, en lugar de luchar por los trabajadores y arremeter contra poderosos intereses privados».

«Ese es el problema del Partido Demócrata. Pero, desde hace algunos años, se ve que surgen muchas ideas que antes parecían utópicas, como el seguro de enfermedad para todos, el salario mínimo de 15 dólares [la hora], las inversiones de un billón de dólares para reconstruir nuestras infraestructuras o la gratuidad de la enseñanza superior».

¿Corre la izquierda norteamericana riesgo de implosión? Las diferencias internas parecen cada vez más irreconciliables…

«Hace años que existen estas divergencias, el ala progresista contra el ala moderada, yo contra Hillary. En el plano ideológico, creo que son los progresistas los que se abren paso: los jóvenes, las clases populares adoptan nuestro punto de vista, gran número de sindicatos van a unírsenos en el tema del seguro médico universal, así como numerosos representantes de las minorías».

«Pero no hay que olvidar el objetivo final: esto debe producirse de manera civilizada. Hillary Clinton tiene derecho a mantener su punto de vista y nosotros tenemos el deber de escucharla. Creo que se ha equivocado en numerosas cuestiones, pero eso no tiene nada de malo. Simplemente tenemos que debatir y seguir adelante».

– Usted mismo en los Estados Unidos, Jeremy Corbyn en Gran Bretaña, Pablo Iglesias, Jean-Luc Mélenchon en Francia… ¿Cómo explica usted ese surgimiento de la izquierda populista en las grandes democracias?

«Por todo el mundo, a centenares de millones de personas las han echado al arcén de una economía globalizada sometida a rápidos cambios. Los asalariados que trabajaban en la industria manufacturera han perdido su empleo a causa de malos acuerdos de libre cambio o del proceso de robotización, a las explotaciones agrícolas familiares se las ha tragado la agricultura industrial…»

«La gente se siente marginada, ignorada, tiene una sensación de indiferencia frente a su sufrimiento. He aquí porque los que se interesan por sus problemas tienen eco, entre los jóvenes sobre todo. No es de sorprender: hay regiones enteras en los Estados Unidos en las que la tasa de paro de los jóvenes llega a estar entre el 20 y el 30 por ciento , y en algunos países de Europa, como España o Grecia, es todavía peor, una generación entera está sin trabajo».

¿Conoce usted a Jean-Luc Mélenchon?

«No».

Cuando hombres políticos como él hablan de “insurrección ciudadana”, ¿cómo reacciona usted? ¿El poder se conquista en la calle o en las urnas?

«Nuestra prioridad actual en los Estados Unidos es el hecho de que vivimos en un país en el que la conciencia política es bastante débil y en el que el gobierno lo dominan los ricos y los grandes intereses comerciales. La participación electoral es netamente más débil que en las demás democracias, y los republicanos hacen todo lo que pueden por desalentar el voto de mucha gente, desplegando toda una panoplia de estratagemas».

«Partiendo de esta realidad, nos esforzamos con un cierto éxito por movilizar a los jóvenes e implicarlos en el proceso electoral con el fin de aumentar su tasa de participación. Eso no pasa solamente por el Congreso sino por un esfuerzo sobre el terreno».

A su entender, el compromiso ciudadano debe ante todo hacerse por la vía de las urnas…

«Sí».

¿No resulta una situación delicada la forma en que viven la política en nuestras democracias? No tienen apenas confianza en los partidos ni en las instituciones, prefieren comprometerse localmente de modo informal, por medio de las redes sociales…

«Sí, hay una tensión. Pero si queremos provocar en este país los cambios que precisa, tenemos que reforzar nuestra democracia. Si votara el 70 por ciento de la población norteamericana, lo cual no es un objetivo descabellado, nuestro gobierno sería completamente distinto. Si Corbyn ha tenido tan buenos resultados electoralmente, es porque muchos jóvenes británicos fueron a votar por primera vez en su vida. Cuando lo logremos en los Estados Unidos, eso supondrá un enorme progreso».

«Hay actualmente un debate en Francia sobre el porvenir del socialismo, usted prefiere hablar de progresismo. En un artículo reciente de la revista The New Republic, John Judis estima que ese retorno «no es posible más que si el socialismo se pone al día y se adapta a las condiciones del siglo XXI , del capitalismo a la era de la información».

«Es una evidencia. El socialismo debe ser competente, no se trata de lo que escribía Karl Marx hace más de un siglo. Lo que sigue siendo verdad son los valores, ya sean contemporáneos o con doscientos años de antigüedad. Los franceses tienen la libertad, la igualdad y la fraternidad, son valores que me parecen bien. Aquí expresamos las cosas con otras palabras, hablamos de solidaridad».

«Pero todos estos valores nos remiten a una misma pregunta: ¿todos los hombres han sido creados iguales? Si la respuesta es que sí, como proclama nuestra Declaración de Independencia, todos tienen los mismos derechos de base: el derecho a la sanidad, a la educación, a un empleo decente, a la posibilidad de respirar un aire no contaminado, a no ser víctimas de discriminación racial… Es un valor moral, era verdad hace doscientos años y lo sigue siendo hoy en día».

Acaba usted de presentar en el Senado un proyecto de ley para instituir un seguro de enfermedad generalizado, tal como existe en todos los grandes países industrializados, salvo en los Estados Unidos. ¿El apoyo a dicha ley debería ser un criterio decisivo para elegir al candidato demócrata en 2020?

«No observo las cosas en términos de criterios decisivos. Lo que constato es que los potenciales candidatos demócratas para el 2020 se nos suman, se han dado cuenta de que esta propuesta no es solamente una buena medida sino buena política».

«Si quieren ganar las primarias demócratas, diría incluso, si quieren convertirse en presidente de los Estados Unidos, se trata sin duda de una buena idea defender lo que exigen los norteamericanos y que es algo de buen sentido: Medicare para todos (seguro de enfermedad generalizado)».

Los republicanos se han precipitado de inmediato a denunciar el radicalismo de su proposición e incluso en el seno del Partido demócrata, sus responsables temen que su propuesta asuste a los electores moderados…

«Eso muestra hasta qué punto el Congreso está separado de la Norteamérica real. De hecho, en los temas económicos mayores, los norteamericanos son más bien progresistas. No quieren que se les bajen los impuestos a los multimillonarios, como propone Trump, y no tienen, desde luego, ningún deseo de ver a treinta millones de personas privadas de seguros de salud, que es lo que quieren conseguir los republicanos».

«La gente desea que se aumente el salario mínimo, tema sobre el que los republicanos no dicen ni palabra. Pues existe un verdadero foso entre lo que quieren políticamente los norteamericanos y lo que pasa en Washington, y es el poder de los grandes intereses, de los hermanos Koch y de otras fuerzas lo que hace del Congreso una institución bastante más conservadora de lo que lo es Norteamérica».

No es solamente la derecha. El New York Times estima que su propuesta tiene «pocas posibilidades de hacerse realidad» en un próximo futuro…

«Ah, sí, el establishment… Durante la campaña electoral, el Washington Post publicó dieciséis artículos atacándome en el espacio de 24 horas. Y el New York Times no actuó mejor. Lo que tratamos de hacer es emprenderla contra el establishment, y eso no comprende solamente al Partido Republicano y la Norteamérica de los negocios, sino igualmente a ciertos segmentos del Partido Demócrata y, desde luego, a los grandes grupos mediáticos».

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