Cuba y EE.UU. entre obstáculos y voluntades

Para quienes han estudiado la historia de Cuba y de Estados Unidos, esta fecha dista bastante de la realidad, pues podríamos remontarnos a la guerra de los Diez Años (1868) e incluso antes, pero estas líneas no persiguen relatar sucesos históricos.

«Cuba y Estados Unidos no han tenido relaciones normales», es una afirmación que intentó «arreglar» el ex presidente Obama con su directiva injerencista, las sanciones a terceros países por el carácter extraterritorial del bloqueo, la guerra cultural y simbólica, los planes de subversión, la eliminación de Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, la derogación de la política pies secos-pies mojados, la anulación del programa de Parole, la toma de limitadas medidas ejecutivas, la no devolución del territorio ocupado por la base Naval de Guantánamo, la permanencia de la Ley de Ajuste Cubano, etc.

Lo cierto es que pese a la conformación de nuevos métodos para lograr sus clarísimos objetivos, Obama reconoció el fracaso de la política de Washington hacia La Habana y el aislamiento de su país.

En el proceso anunciado aquel 17 de diciembre de 2014, el pueblo cubano con sus principios, su  soberanía y su dignidad determinó que EE.UU. tomara el camino de la negociación sobre las bases de respeto e igualdad.

Pero el contexto político actual entre ambas naciones está alejado de ese clima considerado y de construir una relación civilizada en medio de las notables y marcadas diferencias.

Y es el turno de Trump…

Trump tomó posesión el 20 de enero de 2017, y justo por esos días, el Puerto de Palm Beach, en el estado de Florida, canceló la firma del memorando de entendimiento que debía concertar con una delegación empresarial cubana el 27 de enero.

La causa de esta decisión fueron las amenazas realizadas por el gobernador republicano Rick Scott, quien en su cuenta de Twitter escribió que podría recomendar a los legisladores recortar los fondos estatales de los puertos que hagan negocios con la Antilla mayor.

Ya esto implicaba obstáculos para la convivencia, pues las ambas partes estaban negociando el acuerdo desde mayo de 2016.

Según las predicciones de muchos analistas e investigadores, el magnate republicano, como hombre de negocios, debía mantener un acercamiento con la Isla, si tomáramos como punto de partida las numerosas oportunidades económicas.

Posteriormente a tomar posesión de la presidencia, Trump pasó alrededor de 6 meses sin pronunciarse respeto a la política que adoptaría hacia Cuba, sin embargo ofreció declaraciones previas en diversos momentos que indicaron cuál sería su postura.

En primer lugar, estuvieron las ofensivas e indignantes palabras que utilizó luego del fallecimiento del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz; en otro momento respecto a las relaciones con la Isla expresó: «Yo creo que es bueno, pero considero que debíamos haber hecho un mejor trato», y así hasta que llegó el 16 de junio en la ciudad de Miami, donde dijo que las medidas ejecutivas tomadas por su predecesor: «solamente beneficiaban al régimen de Castro».

Exige demandas para mantener relaciones con Cuba que incluyen «libertades políticas y religiosas para el pueblo de Cuba y la liberación de los presos políticos».

Fue un discurso cargado de expresiones anticubanas, anexionistas y retrógradas donde participaron representantes de grupos hostiles que consideran un negocio el distanciamiento entre ambos países.

Si bien, la llegada de Trump al poder estuvo determinada por el poco respaldo del establishment, hoy ese establishment confía en sus acciones y palabras de  «America, first».

Con Cuba, Trump tuvo la opción de aprovechar el comercio, flexibilizar las leyes del bloqueo e incluso impulsar programas más prácticos en términos inversiones – ganancias.

Pero no. El camino elegido fue de retroceso a la política de Guerra Fría, las restricciones de viajes turísticos para los ciudadanos estadounidenses, la alianza con sectores y ultraderechistas, el recrudecimiento del bloqueo, las limitaciones de actividades económicas con empresas vinculadas a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el Ministerio del Interior (MININT), las condiciones para viajes académicos, entre otras.

Y en correspondencia con estos anuncios, seguido de la respectiva repercusión en figuras simpatizantes con Cuba, la prensa cubana, estadounidense y mundial, y la comunidad internacional, era necesario crear una atmósfera de desavenencias, y como anillo al dedo vino la politización y manipulación de los supuestos ataques acústicos.

Aunque mucho dio de qué hablar y especular el tema se demostró, a través de la investigación desarrollada por la parte cubana, la cooperación con agencias especializadas estadounidenses en el proceso y los numerosos estudios científicos avalados con criterios de especialistas cubanos y extranjeros, la imposibilidad de la ocurrencia de tales incidentes.

Claro que este pretexto trajo consigo varias consecuencias: la salida de más del 50 por ciento del personal diplomático de la embajada estadounidense en La Habana, la expulsión de 15 funcionarios cubanos de la misión de Cuba en Washington, la emisión de una alerta para evitar que ciudadanos estadounidenses visiten la Isla, la solicitud de Marco Rubio de cerrar la embajada y las acusaciones hacia Cuba.

En todo momento la Isla mantuvo una posición de cooperación y desplegó sus recursos para aclarar los supuestos eventos sonoros en cumplimiento de sus obligaciones con la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, pues Cuba nunca agrediría o permitiría el uso de su territorio para afectar a ciudadanos estadounidenses o de otra nación.

La voluntad política

A casi un mes de cumplir el primer año de la administración Trump y a pesar del retroceso en las relaciones bilaterales, los integrantes de la mesa de negociaciones cubanos y estadounidenses continúan sus labores.

La intención es mantener los acuerdos alcanzados en materia migratoria, memorandos de entendimiento en áreas como el narcotráfico, ciberseguridad, tráfico de personas, terrorismo, hidrografía y geodesia, entre otros.

Tal es así que en la reciente reunión realizada en la capital estadounidense, ambas partes conversaron sobre los acuerdos migratorios, aspecto en el cual a pesar de los avances, falta camino por recorrer. Otros acuerdos firmados la pasada semana estuvieron relacionados con la meteorología y el clima.

Sin dudas, son elementos que refuerzan una vez más la idea de que Cuba y EE.UU. no han tenido, y quizás no tendrán relaciones normales, sin embargo, a pesar del cambio de política los intercambios bilaterales constituyen una muestra de la voluntad de ambas partes.

Cuba y EE.UU. pueden intercambiar sobre cualquier tema, incluso aquellos sobre los que existen concepciones diferentes de acuerdo con los respectivos modelos políticos y sociales.

La clave es el respeto y la condición de iguales, pues Cuba no aceptaría términos que pongan en juego los principios, la autodeterminación y la independencia.

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