La guerra sicológica y la lucha ideológica

El concepto de «guerra sicológica» se comenzó a formar en Estados Unidos a finales de la década del 40, en el pasado siglo, con el inició de lo que se denominó la «guerra fría».

Es precisamente en 1951 que va a figurar por primera vez en el diccionario del Ejército norteamericano bajo la siguiente definición: «La guerra sicológica, es el conjunto de acciones emprendidas por parte de una o varias naciones en la propaganda y otros medios de información contra grupos enemigos, neutrales o amigos de la población, para influir en sus concepciones, sentimientos, opiniones y conductas, de manera que apoyen la política y los objetivos de la nación o grupo de naciones a la cual sirve esta guerra sicológica».

Probablemente por ello, uno de los adalides de la «guerra fría», representante legal de la conocida United Fruit Company, John Foster Dulles, secretario de Estado de aquel país en los años cincuenta, expresara un poco después: «Hemos gastado millones de dólares preparándonos para la guerra de las armas, pero hemos gastado poco para la guerra de las ideas y ahora sufrimos fracasos que no se pueden compensar con nuestro poderío militar».

En la misma época, el director de la Agencia de Información de Estados Unidos (USIA) enriquecía el concepto con la siguiente idea: «La simple introducción de la duda, en el cerebro de las personas, ya significa un gran éxito».

La guerra sicológica es pues, un conjunto de acciones enemigas, que utilizando los medios masivos de comunicación e información, pretenden influir en grupos de personas o sociedades, y hacer variar sus sentimientos, opiniones y conducta.

Su fin es socavar y desestabilizar al país, organización o persona objeto del proyecto. En otras palabras, la «guerra sicológica» es el arte de la manipulación de la conciencia social. Es necesario desenmascararla y denunciarla sistemáticamente, por todos los medios a nuestro alcance.

Un ejemplo de lo que por estas vías el enemigo ha realizado fue la ley de la «patria potestad» de 1961, una acción de guerra sicológica en la cual la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y sus aliados de entonces, lograron a través de diversos medios, (propaganda, rumores, falsificación de documentos oficiales, programaciones radiales, etc.) confundir y atemorizar a un sector de la población cubana con el fin de que enviaran a sus hijos a Estados Unidos, y así sacaron del país a más de 15 000 niños, en tanto sus padres, aterrados por las calumnias circuladas, creyeron que el gobierno revolucionario iba a «reeducar» a sus hijos en la URSS y quitarles sobre ellos la patria potestad.

Cuba en todos estos años ha sido un laboratorio para estos «guerreros fríos». Entre los actos preparatorios para la invasión mercenaria de Bahía de Cochinos la CIA creó una radio, localizada en un cayo de Honduras que se denominó Radio Swan, cuya misión consistía en transmitir las 24 horas del día noticias manipuladas, rumores, campañas de descrédito y todo aquello que contribuyera a confundir a los cubanos, de manera de desarmarlos en vísperas de la agresión.

Más recientemente la mal llamada Radio y TV Martí la sustituyó en tales fines.

Millones de octavillas han arribado a nuestras costas o han sido regadas desde el aire en función de estos objetivos, mientras que en el extranjero, expertos, politólogos, conferencistas, cineastas y documentalistas han trabajado con iguales propósitos.

Ha sido una guerra en toda la extensión de la palabra, pero sin hacer un solo disparo.

En la década de los ochenta, durante la feroz y despiadada guerra desatada por Estados Unidos contra Nicaragua, la CIA inventó, para las fuerzas contrarrevolucionarias un «Manual de Operaciones para la Guerra Sicológica» con el fin de entrenar a sus «guerrilleros», que entre otras muchos conceptos, incluidos el asesinato político, puntualizaba:

«La guerra de guerrillas es esencialmente una guerra política. Por eso sus áreas de operaciones exceden los límites territoriales de las guerras convencionales, para adentrarse en la conciencia del hombre (….) el ser humano debe ser considerado como el objetivo prioritario de la guerra política, y concebido como el blanco militar de la guerra de guerrillas, el ser humano tiene su punto más crítico en la mente. Una vez alcanzada su mente, ha sido vencido el animal político, sin recibir necesariamente balas. La guerra de guerrillas nace y crece en un ambiente político; en el combate constante por dominar esa área de mentalidad política que es inherente a todo ser humano, y que colectivamente constituye el «ambiente» en que se mueve la guerra de guerrillas, y que es donde, precisamente, se define su triunfo o fracaso. Esta concepción de guerra de guerrillas como guerra política, convierte a las operaciones sicológicas en el factor determinante en los resultados. El blanco es entonces, las mentes de la población, de toda la población, nuestras propias fuerzas, las del enemigo y la población civil».

Esta definición treinta años después de las primeras operaciones, explica la experiencia adquirida por los servicios y organismos especializados de Estados Unidos en su actuar contra nuestros pueblos.

Numerosas instituciones «no gubernamentales» (ONG) han surgido a la palestra pública, con tales fines. Entre ellas el Fondo Nacional la Democracia (National Endowment for Democracy, NED), el Instituto Internacional Republicano (International Republic Institute, IRI), junto a la archireaccionaria «Heritage Foundation», ocupan un lugar privilegiado. Fabrican artículos, campañas, imágenes de personas y todo lo que imaginar se pueda, para lograr sus fines: confundir, engañar, desviar.

Por otra parte, en cada embajada norteamericana, dependiendo de la CIA, la USIA u otra agencia especializada, una sección se ocupa del trabajo con los medios masivos y las campañas mediáticas.

Cada día aparecen en la prensa capitalista, o en otros novedosos medios, (incluyendo la red de redes), noticias, debates o artículos de opinión, relativos a conflictos políticos, sociales, laborales o de otra naturaleza, con tonos críticos, que en aparente neutralidad enjuician tal o cual situación o la actuación de determinada personalidad política o de cualquier esfera social, con las secretas intenciones de formar o crear un estado de opinión determinado.

Así, día tras día, se van acumulando informaciones en nuestras psiquis, que más tarde devienen en juicios, estados de ánimos, opiniones adversas, contradicciones, que tienen la finalidad de actuar sobre un escenario determinado, modificarlo o incluso cambiarlo.

Es precisamente eso, lo que los especialistas han denominado «guerra sicológica», cuyo fines políticos e ideológicos, resultan evidentes.

Al escribir estas líneas, me vienen las imágenes de aquella magnífica película norteamericana «Moviendo la cola del perro», donde actúan Robert de Niro y Dustin Hoffman, y en la cual, un presidente norteamericano, atribulado por el escándalo de una aventura amorosa, vísperas de su reelección, contrata a un productor de Hollywood para fabricar una guerra inexistente, producir héroes, y desviar así la atención de la opinión pública.

Esa esa es la finalidad, hacer creer, ganando las mentes y las simpatías, lo que precisamente no existe.

De manera tal, las campañas de «guerra sicológica», lo que pretenden es descomponer una sociedad, desacreditar a sus líderes, instituciones y organizaciones de vanguardia, introducir la duda, la desconfianza, subvertir políticamente el área donde se proyecta, ablandarla, descomponerla, para después, apoderarse de ella.

Hoy se han creado nuevas modalidades y a partir del desmoronamiento del campo socialista europeo surgieron los denominados «golpes blandos», «rebeliones populares» estimuladas por centros ideológicos externos para derrocar un gobierno existente, con el apoyo mediático internacional de sus organismos de información.

A ello le han agregado la utilización de los poderes fácticos, como los casos de Honduras, Paraguay y Brasil o las campañas de desabastecimiento y descrédito en Venezuela, todos con la perspectiva de erosionar la opinión pública local e internacional para realizar el cambio gubernamental perseguido.

Es decir, la guerra sicológica es esencialmente una acción externa, premeditada, con una finalidad ideológica, realizada combinando métodos clandestinos y convencionales, que pueden recurrir incluso al crimen político, como lo es el caso de la líder indigenista Berta Cáceres, recientemente asesinada en Honduras por sus luchas en la defensa de la tierra de sus ancestros.

La lucha ideológica es la batalla de las ideas a la cual nos llamó Fidel, aquella que debemos librar contra toda forma de «guerra sicológica», penetración ideológica, o como quieran llamarla.

Es un concepto que se extiende a todas las formas del pensamiento, a las corrientes políticas, culturales, filosóficas, económicas y sociales existentes. Ella es la que traza las pautas de un régimen socioeconómico determinado, y de ella derivan las acciones que en todos esos campos se desarrollan.

La propagación de las ideas socialistas, el estudio del marxismo leninismo, y en nuestro caso la profundización en el pensamiento martiano y fidelista, permite exponer ideas, contrastar ejemplos, persuadir, debatir, proponer y alcanzar una sociedad más justa y equitativa.

La actividad ideológica revolucionaria no puede ser esquemática o dogmática y debe conocer cuáles son los ejes de la guerra sicológica, para en consecuencia tenerlas en cuenta en su accionar, que por supuesto, persigue objetivos más abarcadores, en tanto expone las ideas sociales más avanzadas de nuestra era.

Para ello será necesario que se apoye en nuestros medios de comunicación, las organizaciones políticas y de masas, canales insustituibles para dialogar con el pueblo; persuadir y convencer acerca de nuestras verdades y razones.

En suma hay que discutir, pensar y analizar más, utilizar todos los espacios posibles, en los que incluimos también los centros de estudio e investigaciones del pensamiento martiano, guevarista, militar, cultural, político y económico.

Y sobre todo profundizar en el pensamiento político y social de Fidel Castro, donde podemos encontrar las causas más nobles y solidarias emprendidas por nuestro pueblo en más de medio siglo.

La prensa y los medios de comunicación audiovisual, al igual que todas las organizaciones políticas y sociales del país, deben jugar un papel fundamental en esta lucha a través de la crítica, la exposición de nuestras realidades, los errores en que hemos incurrido y también reflejar los profundos cambios que la Revolución ha realizado en nuestra sociedad, la cual transitó de un ejemplo de consumismo, a uno profundamente solidario e internacionalista.

Esos son nuestros mejores valores, los que convencen y persuaden, los que necesitamos para enfrentar los nuevos combates, los que están presentes en el día a día de todos los cubanos.

Autor