Momento de la verdad a favor de Clinton

Ambos integran el 1 por ciento de la población que posee la mayor parte de las riquezas del país y cada cual aplicó una estrategia electoral diferente, acorde con sus condiciones personales y la situación de sus respectivos partidos políticos.

El resultado final ha sido que Trump ha quedado aislado tanto dentro de las fuerzas republicanas como de importantes sectores de la población, tales como negros, latinos, mujeres, musulmanes y otros, mientras que Clinton ha ejecutado magistralmente un plan de campaña, respetando las reglas de juego establecidas por el sistema político electoral «bipartidista» imperante desde hace más de 150 años en ese país.

Cuando el viernes 28 de octubre pasado el director del FBI, James B. Comey, envió una comunicación a los líderes demócratas y republicanos del Congreso anunciando que se revisarían algunos miles de correos electrónicos hallados en la compu­tadora del exesposo de Huma Abedin, una de las principales asistentes de Hillary Clinton, para determinar si entre ellos había alguno relacionado con su gestión como Secretaria de Estado, lo que podría incriminar a la candidata, se alzaron numerosas especulaciones de que se había producido una nueva «sorpresa de octubre» que cambiaría radicalmente el curso de las elecciones a favor de Trump y el propio candidato republicano lo ha empleado como el arma principal de ataque contra su rival demócrata.

Sin embargo, no se ha materializado ese giro, ni  en lo electoral «la aguja se ha movido» a favor de Trump.

La campaña de Trump «no levantó vuelo» en los importantes días finales de las  elecciones; es decir, no pudo (y realmente no ha habido espacio ni condiciones para lograrlo) rectificar el equivocado curso de la estrategia electoral «trumpiana».

Tampoco ha estado exenta de sus pequeños «escándalos» colaterales, como lo sucedido el viernes 4 de noviembre cuando un tribunal de New Jersey condenó a dos funcionarios designados por el gobernador Chris Christie, quien preside el equipo de transición de Donald Trump, por haber cerrado en septiembre del 2013 cuatro carrileras del puente George Washington que une la ciudad de New York con el estado de New Jersey provocando caóticas interrupciones del tránsito durante días, como represalia contra el alcalde de la ciudad donde está situada la cabeza del puente, porque se negó a apoyar la reelección de Christie como gobernador.

Christie declaró una vez más ser ajeno a los hechos y desconocer la participación de sus subordinados en el cierre, pero debió cancelar sus presentaciones del día siguiente a favor de Trump en los estados de New Hampshire y Pennsylvania.

Tampoco este hecho «mueve la aguja» en contra de Trump o a favor de Clinton, pero priva al candidato republicano de la muy necesitada intervención a su favor de líderes de su partido.

Cada una de 15 de las principales organizaciones dedicadas a dar seguimiento a la campaña electoral y evaluar las posibilidades de los candidatos, en sus últimas proyecciones hasta el 3 de noviembre sobre los resultados de las elecciones presidenciales concluyen que ya Clinton tiene asegurados los votos electorales para ser electa presidenta, en un rango que va desde un mínimo de 272 votos electorales hasta un máximo de 323, considerando los estados que la apoyan de forma abrumadora y los otros en que su ventaja no es aplastante, mientras que a Trump solo se adjudican entre un máximo de 215 y un mínimo de 163 votos electorales.

Como promedio, según los estimados del sitio 270towin, Clinton tenía a su favor un promedio de 188 votos electorales, cinco menos que el 31 de octubre y en los días transcurridos hasta el domingo 6 de noviembre había perdido un voto electoral en ese promedio, mientras Trump aumentó diez votos en el promedio hasta el 31 de octubre y un voto más hasta el  6 de noviembre, para un promedio de 287 para Clinton y 194 para Trump, una ventaja prácticamente imposible de borrar en menos de dos días.

Hasta el 6 de noviembre, solo dos de esas entidades (el New York Times Upshot y el FiveThrityEight) habían reducido las posibilidades de Clinton, porque el primero bajó a 252 el número de votos electorales sólidos o tendientes a Clinton, mientras que el segundo lo rebajó a 268.

Las modificaciones de pronósticos a favor de Trump no lo situaron en caso alguno siquiera cercano a los 270 votos electorales.

A estas alturas de la contienda, el llamado «campo de batalla» donde se concentran los esfuerzos de los candidatos, de sus respectivos equipos de campaña y de los comités nacionales de ambos partidos dominantes, se ha ido estrechando y es remota la posibilidad de una barrida en los estados de mayor peso en el colegio electoral.

Prácticamente solo están en disputa Florida (donde Clinton cuenta con una mínima ventaja, pero sostenida en el tiempo), y más amplia en Pennsylvania y también en Colorado.

Trump goza de ventaja en Ohio y resiste por un margen mínimo en North Carolina, así como mantiene vivas las pequeñas esperanzas de arrebatarles a los demócratas la victoria en New Hampshire. Pero nada de esos desarrollos tienen el peso suficiente para alterar en contra de Clinton el resultado final de la votación.

En esas condiciones y tomando en cuenta que los estados indecisos de mayor peso están en la región este y central del país, es muy posible que pasadas las  nueve de la noche de hoy martes (hora de Cuba) ya existan las condiciones para que las cadenas de televisión vayan dando fuertes señales sobre el eventual triunfador y su nombre anunciado antes de la medianoche.

En cuanto a la lucha por el control del Senado, el Partido De­mócrata va a necesitar mantener en sus filas el escaño de se­nador por Nevada, conquistar  los de Pennsylvania, Wis­consin e Illinois (donde gozan de una cómoda ventaja) y tratar de alzarse con la victoria en New Hampshire o en North Ca­rolina, donde las circunstancias no le son muy favorables, especialmente en el segundo de ellos.

Ese es el camino para lograr la mayoría en esa cámara legislativa. En la presidencia y el Senado se concentran las perspectivas de victoria de los demócratas, porque en los comicios para la Cámara de Representantes, las posibilidades de que el Partido Demócrata pueda  borrar el  amplio margen de mayoría republicana parecen totalmente inalcanzables.

Cuando nuevamente el Astro Rey ilumine esta parte del continente podrá constatar a quien correspondió la ingente tarea de llevar las riendas del gobierno de Estados Unidos, tarea que promete ser bien compleja y complicada.

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