Partido Comunista de Cuba, unidad y continuidad revolucionaria

En los primeros seis años después del triunfo, el proceso cubano derrotó la agresión militar directa del imperialismo estadounidense durante la invasión mercenaria de Playa Girón, resistió su guerra económica y destruyó a las bandas terroristas en el campo y la ciudad, que actuaban junto con las redes de la CIA.

Esas batallas se pudieron librar gracias al pensamiento estratégico del líder revolucionario Fidel Castro quien, además de liderar esas victorias, forjó en ellas la unidad entre las fuerzas revolucionarias que habían derrotado a la dictadura, lo cual sería imprescindible para afrontar y resistir los terribles peligros que desde el principio acecharon al proceso social cubano.

La idea de la unidad revolucionaria que presidió toda la vida del Comandante en Jefe tuvo sus bases en el pensamiento de José Martí, quien supo superar las divisiones internas de los patriotas cubanos de su época y fundar el Partido Revolucionario Cubano que hizo posible la Guerra Necesaria de 1895.

Pero también Fidel fue un estudioso del fracaso de ese proyecto tras la caída en combate de José Martí primero y luego de Antonio Maceo, circunstancias que abrieron las puertas a la intervención estadounidense de 1898 y a su política de dividir las fuerzas mambisas y liquidar sus instituciones para establecer la neocolonia de 1902.

Por ello, desde el inicio de los preparativos de los asaltos a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo en 1953, el máximo líder se convirtió en el «bordador de la unidad» a la que atribuye «(…) ha sido una labor del pueblo», como explicó en un encuentro por el aniversario 50 de la creación del M-26-7, en el 2005.

Aunque el líder revolucionario no solo se dedicó a instrumentar esa política y «durante años hilvanó amorosa, lúcida y apretadamente, el tejido de la unidad de los cubanos. Lo consiguió a fuerza de ir a la vanguardia persistentemente, con su poderoso y legendario ejemplo, una honestidad a toda prueba y mucho sacrificio», según expresó su biógrafa Katiuska Blanco.

Esos principios garantizaron para siempre el sensible y no exento de dificultades, proceso de integración de las fuerzas revolucionarias esenciales de la lucha contra la dictadura, el Movimiento 26 de Julio, el Partido Socialista Popular y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, que más tarde devinieron en las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) en 1961, del Partido Unido, de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC) 1963 y finalmente en la fundación del Partido Comunista de Cuba (PCC) el tres de octubre de 1965.

Ese día Fidel, seguro del momento en que se encontraba, dijo: «…y puesto que es necesario que el nombre de nuestro Partido diga no lo que fuimos ayer, sino lo que somos hoy y lo que seremos mañana…», le preguntó al plenario: «¿Cuál es, a juicio de ustedes, el nombre que debe tener nuestro Partido?». Los asistentes exclamaron -desde aquí y por allá-: ¡Comunista!».

Aunque otro hecho marcaría para la historia la velada del tres de octubre de 1965 cuando esa noche el Comandante en Jefe dio lectura a la histórica carta de despedida que le dirigió Ernesto Che Guevara, en la que renunciaba a todos los cargos y a su grado de Comandante para ir a luchar a otras tierras del mundo.

Ante el silencio absoluto del auditorio se oían las más imperceptibles modulaciones de la voz de Fidel al leer: «Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento, será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo y que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos (…)»

Así transcurrió el nacimiento del Partido Comunista de Cuba hace 52 años, como el heredero y continuador de más de un siglo de tradiciones revolucionarias y comprometido de forma indisoluble con los principios del internacionalismo proletario.

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