«Markheim» -el cuento escrito para la edición navideña de la Pall Mall Gazette, en 1884- fue el germen de una de las obras más célebres del escritor británico: El extraño caso del Doctor Jekyll y Míster Hyde.
«El tiempo, una vez consumado el crimen, el tiempo, agotado para la víctima, se había vuelto instantáneo y trascendental para el asesino», escribe Stevenson.
Es exactamente lo que se percibe desde Cuba en las últimas semanas. Hay una aceleración del paquete de medidas de Trump para consumar la liquidación del gobierno revolucionario a como dé lugar, y esa marcha opresiva pero laxa, de 60 años de hostilidad del Norte, está ahora todos los días en los titulares a la hora de la cena, cuando la gente sintoniza el principal noticiero de la televisión.
Apretaron el acelerador del bloqueo en junio de 2017 al ritmo de una medida cada dos meses. En las últimas semanas le han inyectado esteroides y las malas noticias se suceden al menos una vez por semana.
El radicalismo político contra Cuba se nutre de los peores discursos de odio, las retóricas intransigentes y el simplismo conceptual: «No es contra el pueblo, sino contra el régimen», vociferan. Luis Almagro, el impresentable de la OEA, corre a Miami para reunirse con los fracasados de la invasión estadounidense por Playa Girón: «Tenemos que ser fuertes… No podemos permitirnos una diplomacia blanda».
No le hablan a la realidad, sino a los votantes duros de la Florida, que ni siquiera son mayoría, como se demostró en las dos elecciones de Barack Obama, forzado a un acercamiento con Cuba.
Aún así, el gobierno de Donald Trump, con el Senador Marco Rubio soplándole al oído, ha prohibido los vuelos comerciales desde EEUU a nueve puertos de la Isla, salvo a La Habana.
Una semana antes decidieron sancionar a cualquier compañía del mundo que alquile aviones a Cubana de Aviación. Basta que la aeronave tenga un componente de Estados Unidos para que el probable arrendatario de Cubana aparezca en la lista negra del «comercio con el enemigo» de EEUU y quede a merced de sanciones financieras.
La amenaza no es cosa de juego: la sucursal en Nueva York del banco británico Standard Chartered pagó en abril una multa de 1 100 millones de dólares por aceptar transacciones de países «hostiles», Cuba a la cabeza.
Apenas se anunció la medida contra la aerolínea cubana, la empresa tuvo que suspender de inmediato los vuelos a casi una decena de ciudades, lo que perjudicó a 40 000 pasajeros que habían comprado sus boletos hasta el próximo 31 de diciembre. Los daños económicos se calculan en cerca de 10 millones de dólares, según fuentes de la empresa.
Con las prohibiciones a las aerolíneas cubanas y estadounidenses cientos de familias no podrán reunirse en Navidad y fin de año, temporada que tiene entre nosotros, como en todas partes, ambiente de refugio hogareño, de felicitaciones y buenos augurios.
Muchos perdieron sus boletos ya comprados y otros se quedarán varados en la Isla, si es que decidieron adelantar sus vacaciones y tienen el regreso a Estados Unidos a partir del 10 de diciembre, fecha en que comienza a regir la medida para las aerolíneas American Airlines, Delta y JetBlue.
La calle arde con las nuevas sanciones. Yosvani Iglesias, 25 años, camarero en el bar EFE al que apenas llegan ya los turistas, comenta que «es duro ver cómo detrás de estas prohibiciones están cubanos de Miami que dicen que quieren la libertad de Cuba».
Herminia Hernández, 50 años, enfermera del Policlínico 19 de abril: «Son unos mentirosos cuando hablan de que desean lo mejor para el pueblo. No quieren ni a los cubanos de allá ni a los de aquí». «Esto no es por el gobierno, es por crueldad», añade Camilo Sarduy, estudiante universitario.
La Fundación para la Normalización de las Relaciones entre Estados Unidos y Cuba (ForNorm), integrada por emigrados, considera que las nuevas medidas de Washington están diseñadas “para hacer la vida aún más difícil a los cubanos en la isla y en el extranjero».
Intencionalmente, el gobierno de Donald Trump y su palanganero de la OEA ofrecen un obsequio de fin de año a los cubanos al viejo estilo de las historias de Stevenson, con sus personajes que bordan la perfección criminal, sacan a pasear al Doctor Jekyll y usan los manoseados comodines de la libertad y la democracia.
Pero el regalito que no esperaban ha llegado a Washington en estos días proveniente de Bolivia, Argentina, Chile, Ecuador, Uruguay, Colombia… Mientras la Casa Blanca pisa a fondo el acelerador del bloqueo e intenta hundir a la pequeña Isla, un gigante se ha despertado en el Sur.
¡Feliz Navidad, Míster Hyde!