Bloqueo contra Cuba, inmoralidad de dos siglos

Su propósito ha sido y es imponer hambre y penurias de toda índole a un pueblo para que acosado destruya su proyecto social, y dé paso a un status que ese mismo pueblo, hace muchos años condenó al pasado.

Para referirse al bloqueo contra Cuba se impone un grado de sensatez. No se trata de una medida punitiva contra un país enemigo; la nación que lo padece no ha sido jamás, ni lo será, una amenaza a la seguridad nacional del país que lo impone.

El bloqueo contra Cuba es una acción de odio cobarde y empecinado. Sus instigadores a través de todas las administraciones estadounidenses, a partir de John F. Kennedy, son batistianos, oligarcas y sus descendientes, a quienes se han ocupado de inculcarles un veneno propicio para que su aplicación sistemática constituya hoy un negocio más de los pocos pero ricos e inescrupulosos que controlan sectores económicos y posiciones políticas en el sur de la Florida.

En diciembre de 2014 el expresidente estadounidense Barack Obama dio un paso al restablecer relaciones diplomáticas con nuestro país, fruto de un diálogo respetuoso y de igual a igual con el Gobierno Revolucionario de Cuba, presidido por el General de Ejército Raúl Castro Ruz.

En ambas orillas se iluminó la fe en una relación positiva que -cierto- es algo a construir gradualmente debido a tantos años de desconfianza y enemistad.

Tras las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, y con la elección -sin voto popular- de Donald Trump, a contrapelo de toda lógica, el nuevo mandatario ha acudido a retomar una retórica pasada de moda.

Es evidente que su interés en la «nueva vieja política» intenta complacer intereses surfloridanos que, en cierto momento, puedan darle apoyo y sostén a su administración de por sí hoy entre las más impopulares en la historia política norteamericana.

Los cubanos conocemos que -a pesar de Trump y la comparsa macabra que lo instiga-, el pueblo de los Estados Unidos, sus instituciones, intelectuales, artistas, religiosos de todas denominaciones y gente sencilla, sin excluir grandes intereses comerciales, desean una era definitiva y estable de armonía con Cuba.

El pueblo estadounidense nada tiene que ver como nación con la prepotencia imperialista y los propósitos mezquinos de una minoría poderosa y soberbia.

El pasado viernes 22 de septiembre, el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, hizo una contundente intervención ante el 72 Periodo de Sesiones de la Asamblea General de la ONU.

Allí, nuevamente, la mayor de las Antillas alzó su voz para denunciar una medida que se nos impuso y más que punitiva resulta prepotente, agresiva, inmoral y asesina.

El compañero Bruno Rodríguez Parrilla abordó varios temas medulares de actualidad, tanto de la isla como de todo el mundo, ante los cuales manifestó nuestras  posiciones como de costumbre, de modo abierto, sincero, absolutamente meridiano y transparente. Denunció con energía la política belicista y la retórica desafinada del presidente Trump.

De la actual conducta estadounidense, cito palabras de nuestro Canciller: «Resulta cotidiana la imposición ilegal de medidas coercitivas unilaterales y el uso de herramientas financieras, judiciales, culturales y comunicacionales para la desestabilización de gobiernos y la negación del derecho de libre determinación a sus pueblos.” Expresión que con toda evidencia se corresponde con la intromisión en los asuntos que solo competen a los cubanos, en el caso particular».

Al respecto, expresó más adelante: «El gobierno estadounidense ha decidido endurecer el bloqueo económico, comercial y financiero, imponiendo nuevos obstáculos a las limitadas posibilidades que tenía su empresariado para comerciar e invertir en Cuba y restricciones adicionales a sus ciudadanos para viajar a nuestro país».

Más lamentable es que la actual política anticubana responde a una formulación global que atenta, entre otros, contra la paz y la soberanía de la República Bolivariana de Venezuela y su Presidente constitucional Nicolás Maduro Moros; propone una visión «totalmente al estilo imperial USA» de derechos humanos, libertad y soberanía; no vacilan en el endurecimiento de una retórica amenazante contra la República Popular Democrática de Corea, amenazándola con su total destrucción, hecho que por disparatado no deja de ser una amenaza global a la existencia en nuestro ya maltratado planeta.

¿Hacia dónde se dirige toda esa retórica? Al parecer, los asesores de Trump son demasiado escasos de sentido común, al dejarse llevar por inspiraciones halcónicas de consejeros malintencionados que les soplan al oído tanto disparate a espaldas de la mayoría de los ciudadanos de los Estados Unidos.

Lamentablemente, hasta enero de 2019 -por lo menos- el mundo, incluyendo a nuestro país, tendremos que vérnosla con un presidente norteamericano que se bate contra toda lógica.

En el caso de los cubanos, estamos acostumbrados a coexistir con retóricas y actos de ese tipo, aunque nuestra vocación está del lado de la paz, la amistad y la cooperación en términos de respeto muto a la soberanía.

«El pueblo cubano no cesará en su legítimo reclamo por el levantamiento y total eliminación del bloqueo económico, comercial y financiero y seguirá denunciando el recrudecimiento de esa política. El 1º de noviembre, Cuba presentará una vez más ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el proyecto de resolución titulado «Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el Gobierno de los Estados Unidos contra Cuba».

Los pronunciamientos de Cuba en la voz de su Canciller no se hacen esperar. Acaba de informar este mismo portal web que «más de 30 países de los cinco continentes han llamado a Estados Unidos a poner fin al bloqueo contra Cuba en la Asamblea General de la ONU, cuyo debate de alto nivel tiene hoy (léase ayer domingo 24) su único día de receso».

La solidaridad internacional evidencia, como en años anteriores, lo justo del reclamo en contra del bloqueo. La firme voluntad del pueblo de Cuba de salvaguardar su soberanía es cuestión de principios patrióticos y dignidad nacional; por ello ni antes ni ahora seremos doblegados.

Enfatizando nuestra posición vertical y de dignidad nacional, Bruno Rodríguez Parrilla declaró en su discurso que… «Cuba y los Estados Unidos pueden cooperar y convivir, respetando las diferencias y promoviendo todo aquello que beneficie a ambos países y pueblos, pero no debe esperarse que para ello Cuba realice concesiones inherentes a su soberanía e independencia».

Ahí esta la historia de nuestro pueblo que no se deja vencer; ahí está la herencia mambisa que se expresó como síntesis de la cubanía naciente; ahí está, también la sangre de nuestros héroes y mártires. Ahí está Fidel en cuyo pensamiento y acción queda resumido el patriotismo cubano.

La rama de olivo permanece extendida, tanto como el Verde Olivo glorioso que nos acompaña para salvaguardar nuestra identidad y soberanía.

Autor