Celina, reina absoluta del punto guajiro y de la canción campesina (+Video)

Practicante, desde muy joven, de la religión afro­cubana Regla de Osha o Santería, Celina po­pu­la­rizó el famoso canto a Santa Bárbara o ¡Qué viva Changó!, una de sus primeras composiciones.

Den­­tro de su repertorio, que ella misma definió co­mo “afrocampesino”, figuraron temas co­mo El hi­jo de Eleguá, San Lázaro, A la Caridad del Co­bre, Flores para tu altar y más de 500 canciones.

Con ella la música campesina alcanzó en Cu­ba la más alta forma de expresión artística desde que a mediados de los años cuarenta del siglo pasado, conociera al guantanamero Reutilio Do­mínguez Terrero, un guitarrista no­table, con el cual formó en 1947 el famoso dúo de Celina y Reutilio.

Junto a Reutilio se presentó en los más importantes escenarios nacionales y extranjeros. En los años cincuenta, actúan en Nueva York, donde se presentan con Benny Moré y Barbarito Diez, y viajan con gran éxito por América Latina.

En Cuba su fama crece tanto que son contratados para actuar en dos películas, Rincón Criollo y Bella la Salvaje, y llevan su música guajira a las mejores emisoras de radio y a exclusivos escenarios como el cabaré Tropicana, llegando Celina a cantar con Nat King Cole y Pedro Vargas.

Lue­go, en Mil 964, el dúo se separó y Celina comenzó su ca­rrera como solista. Algunos años después, en 1981, formó dúo con su hijo también llamado Reutilio, con el objetivo de rescatar parte del repertorio del antiguo dúo con el padre. Con él grabó en 1999 el dis­co 50 años como una reina, nominado en el 2001 al Grammy Latino.

La popular artista, fue ovacionada en los mejores teatros y estadios del mundo, especialmente en Colombia, donde la reconocían como La Doña o la Diosa de Cuba.

Celina ganó, además, cuatro discos de oro por éxitos de venta en Colombia y uno en África. Asimismo, me­reció en el 2002 el Premio Nacional de Música.

Su gracia criolla, espléndida voz, y esa energía que le ponía a cada canto que entonaba hicieron de ella una artista singular, que inspiraba reverencia en cualquier escenario y que, como cubanos, nos hacía sentir inmensamente orgullosos.

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