Che renovado, Guevara nuevo (+Audio)

Toma su fusil, el de la Sierra Maestra, el de Santa Clara, el de África y Bolivia, pero no olvida su botiquín de médico porque son tiempos de luchar contra una Pandemia que azota al mundo, pero también sabe que ahora, más que nunca, hay que enfrentar las inequidades, la miseria,  el dolor y el olvido de muchos seres humanos que habitan el planeta.

El hombre dice que hoy tienen que ponerse de moda, con más fuerza, la solidaridad y el amor, sentimientos que mueven a los verdaderos revolucionarios. Reitera que al imperialismo ni un tantico así y une sus dedos pulgar e índice para que nadie olvide su mensaje.

Revisa su Carta-despedida al Comandante amigo, donde le afirma que “he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución Cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío”. Comprende que nunca se despidió, porque nunca se fue, nunca se ha ido.

Dice a sus hijos que “Cada uno de nosotros, solo, no vale nada” y les pide que “sean capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”.  Sonríe porque esa ha sido la divisa de su vida, la que lo hace inmortal.

Repite que “la juventud es la arcilla fundamental de nuestra obra” y que “la juventud tiene que crear”. Sigue soñando con ese hombre nuevo que construirá un mundo necesariamente mejor.

El hombre se levanta, con más bríos, siente que se le inflama el corazón de orgullo cuando ve al personal médico cubano en más de 30 países curando al mundo.

En Santa Clara, desde donde sigue mirando al Sur, escucha que su legado quedó para siempre, que renace. Entonces pide que le lleven resultados como la mejor manera de hacerlo trascender en el tiempo.

Critica lo mal hecho, la burocracia, las actitudes deshonestas, pero lo enaltece saber que son más, millones, los que siguen luchando toda una vida por el ideal de un país mejor. Absorbe el humo del tabaco, trata de aliviarse el asma con un medicamento y echa a andar.

A 53 años de su caída en combate en tierras bolivianas, Ernesto Guevara, este hombre del Siglo XXI, se siente feliz, porque sabe que para siempre, mientras sus ideas perduren; será el Che renovado, el Guevara nuevo que sigue llamando al combate y al amor.

 

 

 

 

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