Como el amor, La Habana todo lo espera (+Audio)

Fue terrible el parto, es verdad, pero la criatura conserva el encanto de la primera edad. La Villa de San Cristóbal celebra 502 años que, para la vida de una comarca, no es demasiado tiempo. Y para una estrella es solamente un instante. Se le dispensan honores en este aniversario notable, como un suceso de luz después de casi dos años de bruma epidemiológica.

En el ensayo biográfico de la capital de todos los cubanos (y aquí debo mencionar el nombre de la historiadora Alicia García Santana), aparecen las tipologías de cada coyuntura arquitectónica, como una exposición monumental de la memoria. Dueños y fundadores se marcharon hace bastante rato, pero sobrevive la intención, el concepto, la actitud, en fin, la ciudad humanal en cada piedra erigida, en cada pieza útil y trascendente, con esa misteriosa capacidad de conversar, de validar su presencia.

Es difícil hallar sobre la faz del planeta una ciudad a la cual se le cante tanto. Y es una música dispuesta a subvertir olvidos y a la mismísima muerte. Por ejemplo, Sábanas Blancas, ese himno de Gerardo Alfonso, lo consigna literalmente: “si la vida me desterrara a un rincón de la Tierra, yo te juro que voy a morirme de amor y de ganas de andar tus calles”.

La Habana no se cansará nunca de tejer la urdimbre de la congregación humana desde todas las disciplinas del mester artístico, en bienales, en talleres, en concursos, en cada festival que ocupa sus espacios y sus horas.

 En los contornos del centro histórico, donde la villa encontró el 16 de noviembre de 1519 su enclave definitivo, abundan signos de reyes y escasean las referencias al dolor de tantos esclavizados. Ya tendrá La Habana la honrosa responsabilidad de fijarlas. Es tarea de la Oficina del Historiador, la idea de Emilio Roig de Leuchsenring, la pasión de Eusebio Leal Spengler, la tarea repartida de los tantos continuadores.

Falta recuperar la página del campamento primero de 1514 en la costa sur. Si bien es cierto que el proyecto natal supuso sufrimiento, tampoco faltaron señales de amor. No se apaga la idea inspiradora del quinto centenario. Por La Habana lo más grande se simboliza con la pequeña Giraldilla, la obra de Jerónimo Martín Pinzón sobre Isabel de Bobadilla. Tal vez es una promesa. La ciudad, a la manera de San Agustín, todo lo espera.

 

 

 

 

 

 

 

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