Darnos buena prensa

Lejos estábamos en aquel momento de intuir lo difícil que en todos los órdenes de la vida social y económica del país serían los siguientes doce meses, e incluso los que todavía nos puedan faltar antes del control de la pandemia.

Sin embargo, para el ejercicio del periodismo en Cuba esta etapa dejó saldos muy notables, los cuales todavía quizás sea demasiado pronto para evaluar en toda su magnitud, aunque sin dudas algunas consideraciones ya son bastante evidentes.

Ante las medidas de distanciamiento físico y social el papel de los medios de comunicación masiva cobró una trascendencia como tal vez nunca antes, no solo para obtener información pública confiable y rápida, sino también como vía para articular respuestas prácticas ante los problemas que se iban presentando, incluyendo funciones educativas, recreativas y de interacción ciudadana con las instituciones.

En ese escenario es preciso destacar que el mérito no solo ha sido de la prensa y sus profesionales. El camino que ya se venía transitando de jerarquizar las políticas de comunicación desde el Estado y el gobierno como una labor estratégica, se comprendió mucho mejor durante esta crisis epidemiológica, lo cual nos permitió a quienes laboramos en los medios acceder con mayor facilidad, transparencia y apertura inéditas a la mayoría de las fuentes de información.

Por supuesto, esto no ha sido un proceso lineal ni exento de contradicciones, y hasta posibles errores o demoras en algún que otro episodio específico. Pero el salto que ha dado la prensa cubana en inmediatez y un reflejo más problematizador de las duras realidades vividas durante estos últimos doce meses, nos parece casi de récord olímpico en tan breve tiempo, aunque pueda parecer que la recomendación venga de muy cerca.

Tal resultado ha tenido además como protagonistas fundamentales a una emergente hornada de periodistas jóvenes, una generación 2.0 que maneja con destreza las tecnologías de la comunicación y las combinan con su trabajo en los medios tradicionales, sin desaprovechar la experiencia y conocimientos de sus colegas mayores, quienes tampoco se han quedado atrás, incluso a riesgo de las complicaciones que podría ocasionarnos un eventual contagio con el nuevo coronavirus.

Todo ello además en una coyuntura de feroz polarización ideológica en el ámbito de las redes sociales y los medios de comunicación, a partir del recrudecimiento del bloqueo y la injerencia del gobierno de los Estados Unidos y sus cómplices, que creyeron intuir en esta difícil circunstancia la oportunidad de darle una estocada final a la Revolución y, como siempre, se han quedado con las ganas.

Las campañas de mentiras, manipulación y mensajes de odio contra todo periodista que desde Cuba destacara en su labor de enfrentamiento a las agresiones de la contrarrevolución, incluyendo los ataques mediáticos, también pusieron a prueba la capacidad creativa de nuestros profesionales de los medios, quienes han dado abundantes muestras de la honorabilidad, altruismo y ética de que carecen nuestros adversarios.

Mucho queda todavía por hacer, no obstante, para mejorar los espacios informativos en contenido y forma, profundizar en la investigación de las ricas contradicciones que caracterizan a nuestro tiempo, y responder con agilidad y exactitud a las demandas de la ciudadanía, incluyendo un mejor y más inteligente posicionamiento en las plataformas digitales de Internet, con el uso de todas las potencialidades que se abren para el periodismo mediante sus vertiginosas herramientas.

Ahora, en la celebración del Día de la Prensa Cubana, después de un año de intenso trabajo que probablemente nos cambió para siempre, no está de más entonces que nos felicitemos y demos nosotros mismos, un poquito de buena prensa.

 

 

 

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