Héroes

De pronto un virus con una implacable astucia asesina provoca una conmoción planetaria. Y aunque la mayoría de los aviones permanecen en tierra y los aeropuertos se convierten en búnkeres, en pocas semanas se borran las distancias entre los continentes y el barrio donde vives. A la misma velocidad del virus se esparcen el miedo útil y el pánico inútil.

 
Por suerte, la humanidad siempre ha contado con hombres dispuestos a enfrentarse al pánico.
 
Entonces entre datos alarmantes y episodios tristes en los noticiarios y en la redes sociales, aparecen informaciones que constituyen señales luminosas, de esperanza, como las que guían a los marinos perdidos hacia la costa en la noche oscura.
 
Reconforta cuando observas los rostros que hay detrás de esas informaciones: no son los héroes habituales. Los médicos siempre han estado en lo alto del reconocimiento social y la admiración por su entrega y labor. Ahora, junto a los médicos, comenzamos a aplaudir otros rostros que en esta crisis desempeñan valiosos trabajos. Y lo hacen con sencillez y humildad.
 
La conmoción que estremece al planeta y a la vez nos aisla, unifica y conecta a los terrícolas en una hermandad nunca conocida, me compulsa a validar mi concepto de héroe. Lo hago con cierto pudor porque en el aislamiento de un apartamento, rodeado de objetos y paredes que son familiares, estoy lejos de los escenarios donde el peligro es inmediato y alevoso.
 
En el paisaje del riesgo hay gente que sigue trabajando, más expuesta que yo al asesino, porque hay actividades que no pueden parar, aquí ni en ninguna parte del mundo.
 
Entrevistaron ayer en televisión a un chofer que ha trasladado en su ambulancia a varios pacientes de Covid 19. Asumía su ocupación con una dignidad que emociona. Un reportaje presentó a dos médicos pediatras. Confiesan que el momento más difícil de su labor es cuando tienen que decirles a unos padres que su hijo resultó positivo en la prueba del virus. Luego sus expresiones se animan al afirmar que el instante de mayor felicidad se produce cuando le anuncian a una familia que su niño está a salvo, está curado.
 
Después transmiten imágenes de jóvenes del cuerpo de ingenieros que desinfectan calles, otros que le llevan la comida a los viejitos hasta la puerta de sus viviendas, mujeres que cosen nasobucos con las telas de sus escaparates sin cobrar un centavo, estudiantes que realizan pesquisas casa por casa en busca de personas con síntomas respiratorios.
 
Hace unos instantes escribí en el buscador de Google la palabra HÉROE. Cerca de 566, 000,000 resultados en 0.53 segundos. La internet no es infalible y su corazón es un algoritmo. Trato de estar alerta frente a la tendencia a simplificar ideas o conceptos como ocurre en los anuncios del transporte público o en las señales de las autopistas.
 
Aquí una de las primeras respuestas:
 
“Un héroe es aquella persona que se comporta de manera valerosa y con determinación. Su actitud heroica puede estar motivada por un afán de gloria, por un deseo de justicia o por unas convicciones muy firmes. Se considera que alguien es un héroe porque no manifiesta temor ante una situación adversa o peligrosa.”
 
¿En cuál de las tres oraciones debo ubicar al chofer de la ambulancia, a los que limpian los azulejos de los hospitales, a los repartidores de alimentos, a los jóvenes de las pesquisas, los que distribuyen el oxígeno y el plasma de un hospital a otro? ¿ Los que siguen laborando en la tierra para que hayan verduras y viandas? ¿Los que cargan en sus hombros la harina para fabricar un pedazo de pan? En circunstancias normales la importancia de sus ocupaciones no serían tan visible y aplaudida como en el ambiente actual de urgencias y prioridades.
 
La virtud a veces es demasiado tímida. Descubrirla es una de las alegrías de las que podemos regocijarnos en estos días. Una idea tengo clara: ninguno busca la gloria. Aunque todos merecen el grano de maíz.
 
Percibes que entre tus amigos, tus vecinos, la gente del país donde vives y más allá por encima de las fronteras oceánicas o lingüísticas, a la sombra de los rascacielos o entre plazas renacentistas, hay héroes que habitualmente no son los que salen en las series de Netflix. Héroes tan valientes como los que soñamos de niños mientras crecíamos y el mundo se hacía más pequeño.
 
Ulises no ha envejecido. La solidaridad entre los mortales tampoco.

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