La Patria era su alma, vida y amor

Este  título lo tomamos de frases de José Martí, referidos a Cuba donde también escribe de  la importancia de la unidad ante los grandes desafíos en los escenarios diversos de nuestros pueblos.

En México en 1877 Martí asistió a un concierto del violinista cubano José White, autor de famosas composiciones, entre ellas «La bella cubana» y escribió, que White no toca, subyuga, las notas resbalan en sus cuerdas, se quejan, se deslizan, lloran: suenan una tras otra como sonarían perlas cayendo y el violín se queja, entusiasma, regaña, llora y con lamentos gime y con dolor tan hondo se desespera y estremece.

El concierto llenó de Patria a  José Martí y escribió que  Patria era su alma,  en ella las palmas besan a las brisas, y el aire sabe la manera de conmoverse y de llorar, cuentan las cañas amores a las orillas mansas de los ríos, aman las vírgenes cubanas trémulas de castísima pasión y  la Patria era su vida y sabía cómo palpitaba la armonía en sus campos de oro de maíz, cómo murmuraba en sus naranjos el crepúsculo bullicioso y sonriente,  cómo se extendía sobre sus ceibas la tarde meditabunda y quejumbrosa.

Dijo que la Patria era su amor y era bendita a través del alejamiento y la amargura, le mandaba amores y promesas en el alma y un canto de esperanza en una inspirada criatura, engendrada entre sus suspiros y sus lágrimas, calentada al fuego de su Sol. Le pide a la Patria roa la infamia el instante en que todo su triste corazón no esté adorando en ella.

El 3 de noviembre 1877 los explotadores y reaccionarios de Guatemala lo consideraron un enemigo en potencia y comenzaron a llamarlo «Doctor Torrente» en forma de burla por sus cualidades oratorias. En unas hojas impresas por esos elementos, intentaron desprestigiarlo ante sus alumnos y seguidores y el 17 aparecieron dos nuevas hojas con la misma intención.

El periodista español Valero Pujol lo llamó a la moderación y lo criticó por sus ideas y conceptos con relación a la situación en Guatemala. José Martí le respondió en una carta que sugerimos analizar, porque refiere el ambiente
polémico creado en torno a Martí y las críticas y pasiones desatadas.

Las mismas se encuentran en el tomo 7 de sus obras completas y en nuestros libros «Creciente Agonía», sobre los padres de José Martí y «Secretos de un viaje», donde tratamos en uno de los capítulos analizando el contexto en que
se desarrollan las críticas.

Martí relató: «Rechazo absolutamente, no el consejo de mi amigo, sino el injusto rumor de que se ha hecho eco. Yo analizo mis pequeños actos, y estoy contento de ellos.»

«Amo la polémica viva, la juventud naciente, los esfuerzos literarios. Había alentado a los jóvenes, encomiado la necesidad de la energía individual, censurado el respeto ciego, el continente sumiso, la mano floja, la mirada
opaca, el habla humilde. «

Le manifestó que cantó una estrofa del canto americano, que se debe entonar como gran canto patriótico, desde el brillante México hasta el activo Chile, que decir mal de España, con sus labios cubanos, hubiera parecido una pueril
venganza.

Afirmó que volvió sus ojos hacia los pobres indios, tan aptos para todo y tan destituidos de todo, herederos de artistas y maestros, de los trabajadores de estatuas, de los creadores de tablas astronómicas, de la gran Xelahi, de la valerosa Utatlán y que la manera de celebrar la independencia no era a su juicio, engarfiarse sobre su significación, sino
completarla.

Le manifestó que excitó al movimiento y al trabajo y se enojó por las perezas del Ser Supremo. Vuelto de espaldas tantos siglos a la América, que amar a un pueblo americano, y, por tanto, suyo como el Cauto riega, celebrar una nueva época, censurar aquella en que un Ministro reñía ásperamente a un maestro, porque enseñaba francés a sus discípulos y anotó:

«Les hablo de lo que hablo siempre: de este gigante desconocido, de estas tierras que balbucean, de nuestra América fabulosa. Yo nací en Cuba y estaré en tierra de Cuba aun cuando pise los no domados llanos del Arauco. El alma
de Bolívar nos alienta; el pensamiento americano me transporta. Me irrita no se ande pronto. Temo no se quiera llegar.»

Se refiere a rencillas personales, fronteras imposibles, mezquinas divisiones y se pregunta: ¿cómo han de resistir, cuando esté bien compacto y enérgico, a un concierto de voces amorosas que proclamen la unidad americana? ¿qué falta podrá echarme en cara mi gran madre América? ¡Para ella trabajo! -De ella espero mi aplauso o mi censura. Suyos son estos esfuerzos y dolores; a ella envío las rosas del camino; por ella no me duelen las zarzas venenosas. Le señala que obra bien y está contento, que un hombre nace para vencer, no para halagar y por ahí le han mordido unas
culebras.

También dice que nada intenta enseñar, ha tenido que admirar la elocuencia de un negro de África, y la penetración de un ladino de Gualán y los que los pintan soberbio, se equivocan. La inteligencia, dado que se la tenga, es un don ajeno, y sus ojos, mucho menos valioso que la dignidad del carácter y la hidalguía del corazón, están orgulloso, ciertamente de su amor a los hombres, de su apasionado afecto a todas estas tierras.

«Vivir humilde, trabajar mucho, engrandecer a América, estudiar sus fuerzas y revelárselas, pagar a los pueblos el bien que me hacen; éste es mi oficio. Nada me abatirá; nadie me lo impedirá.  Tomo 7, páginas 109 a la 112.

Las intrigas, celos, envidias y calumnias eran constantes. A fines de año estas fueron abiertas. En febrero de 1878 se publicó su libro «Guatemala», en forma de folletín encuadernable, en el periódico mexicano El Siglo XIX.

En una parte manifestó que Guatemala era tierra hospitalaria, rica y franca y debía decirlo, le había dado trabajo, era fortaleza, casa para su esposa, cuna para sus hijos, campo vasto a su inmensa impaciencia americana.

En el capítulo segundo, subrayó: «Allá, en horas perdidas, buscan, los curiosos, periódicos de Sur y Centro América, por saber quién manda y quién dejó de mandar, y no se sabe en la una república lo que hay de fértil, de aprovechable y de grandioso en la otra.

Retomó lo narrado en 1810 por el padre Juarros, pintoresco y cándido cronista del reino guatemalteco, cuando decía: «Vemos con la mayor admiración que, después de tres siglos de descubierto este Continente, se encuentran en él reinos y provincias tan poco conocidos como si ahora se acabasen de conquistar.»

Y continuó: «El veneno de tres siglos, tres siglos ha de tardar en desaparecer. Así nos dejó la dueña España, extraños, rivales, divididos, cuando las perlas del río Guayato son iguales a las perlas del Sur de Cuba; cuando unas son las nieves del Tequendama y Orizaba; cuando uno mismo es el oro que corre por las aguas del río Bravo y del venturoso Polochic.

«De indios y blancos se ha hecho un pueblo perezoso, vivaz, batallador; artístico por indio; por español terco y osado; y como el inglés es brumoso, y el sueco grave, y el napolitano apático, es el hijo de América ardiente y generoso, como el sol que lo calienta, como la naturaleza que lo cría.

«De manera que, de aquéllos hubimos brío, tenacidad, histórica arrogancia; de los de oscura tez tenemos amor a las artes, constancia singular, afable dulzura, original concepto de las cosas y cuanto a tierra nueva trae una raza nueva, detenida en su estado de larva, ¡larva de águila! Ella será soberbia mariposa.»

Se preguntó: «Pero ¿qué haremos, indiferentes, hostiles, desunidos? ¿qué haremos para dar todos más colores a las dormidas alas del insecto? ¡Por primera vez me parece buena una cadena para atar, dentro de un cerco mismo,
a todos los pueblos de mi América! «Pizarro conquistó al Perú cuando Atahualpa guerreaba a Huáscar; Cortés
venció a Cuauhtémoc porque Xicoténcatl lo ayudó en la empresa; entró Alvarado en Guatemala porque los quichés rodeaban a los zutujiles.

«Puesto que la desunión fue nuestra muerte, ¿qué vulgar entendimiento, ni corazón mezquino, ha menester que se le diga que de la unión depende nuestra vida? Idea que todos repiten, para lo que no se buscan soluciones prácticas.
Vivir en la Tierra no es más que un deber de hacerle bien. Ella muerde y uno la acaricia. Después, la conciencia paga. Cada uno haga su obra.»  Tomo 7. Página 116 y 117.

Autores: Froilán González García y Adys Cupull Reyes 

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